La niña que se rompió el cráneo y vuela en Tokio
Tras sufrir un grave accidente, Sky Brown, de 13 años, comparte podio con una rival de 12
Quién le iba a decir a Tony Hawk, aquel niño al que le regalaron un monopatín con nueve años para combatir su hiperactividad y que luego se convertiría en todo un rey del asfalto, que su deporte, callejero en origen y hasta cierto punto marginal, figuraría un día en el tablón oficial de los Juegos Olímpicos: “Nos veían como una familia de inadaptados y holgazanes, y ahora el mundo nos ve como verdaderos atletas”.
Y quién le iba a decir al estadounidense, que hace unos días disfrutaba como un enano haciendo truco...
Quién le iba a decir a Tony Hawk, aquel niño al que le regalaron un monopatín con nueve años para combatir su hiperactividad y que luego se convertiría en todo un rey del asfalto, que su deporte, callejero en origen y hasta cierto punto marginal, figuraría un día en el tablón oficial de los Juegos Olímpicos: “Nos veían como una familia de inadaptados y holgazanes, y ahora el mundo nos ve como verdaderos atletas”.
Y quién le iba a decir al estadounidense, que hace unos días disfrutaba como un enano haciendo trucos por las rampas del Ariake Park, reclamado por el Comité Olímpico Internacional (COI) para promocionar un deporte seleccionado a modo de cebo para enganchar a las nuevas generaciones, que un día un cuarteto de niñas de 13 años posaría presumiendo de medalla: “Si me hubieran dicho cuando empezó que iba a pasar esto, no lo hubiera creído. Entonces se burlaban de nosotros…”
E introducía un matiz: “Lo bueno del skate es que aquí se da la bienvenida a todo el mundo. No importa tu raza, tu sexo ni cómo eres”. Y a tenor de los hechos, tampoco la edad. Si hace poco más de una semana la prueba femenina de street dejó el podio más joven de la historia olímpica, con dos niñas de 13 años y una adolescente de 16, ayer la juventud volvió a iluminar el día con ellas, Kokona Hiraki y Sky Brown, 12 y 13 primaveras respectivamente, junto a la veterana Sakura Yosozumi (19). En total, 44 años en la foto final de la modalidad de park, que viene a ser algo así como deslizarse sobre una serie de rampas y montículos de cemento haciendo cabriolas con la tabla. La primera sumó el tercer oro japonés en la disciplina, y sus acompañantes se hicieron, por orden, con la plata y el bronce.
Reino Unido, pues, desayunaba con noticia en clave deportiva: Brown, cuyo nombre ya venía sonando con fuerza y que arrastra a un millón de seguidores gracias a sus vídeos virales en Instagram, fenómeno juvenil, se convirtió en la medallista más joven en la historia de Gran Bretaña.
“Es como si volase, se trata de llegar lo más alto que puedas”, pregona la británica, seguida con lupa porque su historia tiene los condimentos del buen guiso mediático: es insultantemente joven, luego atrae a los nuevos mercados; su mensaje —”quiero inspirar a las chicas, siendo la más pequeña”— supone toda una declaración de intenciones; concentra el atractivo del mestizaje —padre británico y madre nipona— y Estados Unidos la ha apadrinado y proyectado de manera meticulosa: ganó el programa televisivo Dancing With the Stars (Bailando con las Estrellas), Nike le firmó un jugoso patrocinio, tiene su correspondiente documental (Reaching the Sky, alcanzando el cielo) y reside la mitad del año allí.
Pero aún hay más. El año pasado, en plena preparación de los Juegos, sufrió un aparatoso accidente al efectuar una pirueta durante un entrenamiento y cayó desde una altura de seis metros; se fracturó el cráneo y unos cuantos huesos y, contaban sus padres, estuvo cerca de perder la vida. Ayer, sin embargo, se emocionaba con su medalla. A sus 13 años y 23 días, aún es más precoz que su compatriota Margery Hinton, que nadó con 13 y 44 en 1928.
No obstante, la que se colgó la plata fue Hiraki, quien ya es el medallista más joven (12 años y 346 días) desde 1936. Entonces, el francés Noël Vandernotte ganó dos bronces en remo con 12 años y 233 días. En esos mismos Juegos, Marjorie Gestring ganó el oro en trampolín con 13 años y 286 días. Eran, lógicamente, tiempos sin skaters. Sin profesionalización y en su debido contexto, los libros atribuyen el récord de juventud al gimnasta griego Dimitrios Loundras, un niño que ganó el bronce con 10 años en la cita de Atenas 1986.
“El skate mide a todos por el mismo rasero. En él simplemente te juzgan por cómo patinas”, enfatizaba hace dos semanas el pionero Hawk, mientras su deporte despega por la rampa olímpica, aunque en España solo contabiliza hoy día 450 licencias. Aun así, en los Juegos cuenta con la representación de Andrea Benítez (street), Danny León, Jaime Mateu y Julia Benedetti (park). La primera, andaluza, fue la primera en participar y se quedó fuera de la lucha por las medallas, y la última, gallega de 16 años, tuvo una actuación accidentada y concluyó decimocuarta.
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