Lydia Valentín, sin medalla y con deseo de revancha
La española renuncia en plena competición por un problema en la cadera, critica el embrollo que le ha hecho competir por encima de su peso habitual y confía en participar en 2024: “Queda Lydia para rato”
Han sido demasiados contratiempos en los últimos tiempos, así que cuando pisó suelo japonés, hace dos semanas, Lydia Valentín sabía perfectamente cómo llegaba y que lograr a los 36 años su cuarta medalla olímpica, en otros tantos Juegos, iba a ser una misión prácticamente imposible. “No venía en mi mejor momento ni en mi mejor rendimiento. Llevaba tres días sin entrenar y son muchos años en esto. Y milagros… No”, constata en el diálogo con los periodistas reunidos en la zona mixta, después de renunciar este lunes a...
Han sido demasiados contratiempos en los últimos tiempos, así que cuando pisó suelo japonés, hace dos semanas, Lydia Valentín sabía perfectamente cómo llegaba y que lograr a los 36 años su cuarta medalla olímpica, en otros tantos Juegos, iba a ser una misión prácticamente imposible. “No venía en mi mejor momento ni en mi mejor rendimiento. Llevaba tres días sin entrenar y son muchos años en esto. Y milagros… No”, constata en el diálogo con los periodistas reunidos en la zona mixta, después de renunciar este lunes a las dos últimas ejecuciones y, por tanto, de abandonar una competición que encaró mellada y que en origen ya le había planteado serias dificultades.
“Antes de venir había tenido problemas en la cadera; de hecho, no sabía si iba a poder competir aquí o no”, dice la española, que había firmado una secuencia maravillosa desde 2008 hasta ahora: plata en Pekín, oro en Londres y bronce en Río de Janeiro. Tres metales encadenados hasta 2016. Sin embargo, el enredo generado en el nuevo sistema clasificatorio y, en consecuencia, el peaje sufrido por su cuerpo, penalizado por tener que competir contra reloj en una categoría que no le corresponde, le obligan a echar el freno. “Me infiltraron en la Villa”, detalla en el plano físico. “Y la Federación Internacional hace lo que le da la gana”, critica en términos organizativos.
Se refiere la leonesa a la gastroenteritis que la apartó del Europeo, primero, y la condujo después al Preolímpico de Colombia, donde logró el billete sin ni siquiera tener que competir, tan solo pasando por la báscula. Ahora bien, el atajo incluía un peaje: adentrarse en un territorio desconocido y agresivo, el de los -87 kilos; esto es, tener que concursar luego en Tokio en dicha categoría, muy por encima de los -76 kilos en los que lo hace habitualmente. “El tener que subir tanto peso y tan rápido me ha generado problemas de salud”, reprocha; “cambiaron las normas dos meses antes de venir a los Juegos y la gente no sabía ni por donde salir, ni qué tipo de clasificación íbamos a tener; yo he estado muy perdida, toda la gente del entorno lo ha estado y eso no es nada bueno para el deportista”.
La necesidad de tener que lograr la clasificación a la carrera ―la pandemia lo trastocó todo, lo que se sumó al inesperado percance intestinal― hizo que para asegurarse el acceso a Tokio tuviera que salir de su espacio natural en la competición, y ese cambio drástico ha terminado pasándole factura. Y eso que la mañana no ha comenzado del todo mal, porque ejecuta su primera alzada con decisión, 100 kilos por encima de cabeza y hombros en la técnica de arrancada; luego empuña la barra y alcanza los 103, y cinco minutos después prueba con 106, pero el intento es nulo. Hasta ahí normalidad. Pero en la segunda fase, en la técnica a dos tiempos, la escena de la trastienda que se capta a través de los monitores ofrece pistas.
Incertidumbre y el ojo del COI
Valentín hace un gesto de dolor y se echa las manos a los costados. Ha levantado 122 kilos, pero sufre y finalmente no sale a la plataforma para los dos intentos restantes, mientras sus rivales van acumulando puntos. Ella queda segunda en el grupo B, difícil paisaje. Y desiste. Las opciones son muy remotas y el riesgo es alto. Finaliza décima, con 225 puntos; su mejor registro este año, 233, la hubiera aupado solo una plaza más. “En la arrancada ya sentía que no desplazaba bien las piernas, me costaba meterme abajo, y una vez que he hecho el primer intento he visto que se empezaba a complicar todo. He intentado calentar un poco más, pero tenía ya bastante dolor”, explica con tono neutro y ganas de regresar. De retirada, nada.
Si no se tuerce el guion, la ruta olímpica señala a tres años vista los Juegos de París. Y allá que va ella, aunque para entonces tal vez se reduzca el número de categorías (de siete a cinco pesos) y, por ende, el de clasificados. También apunta el ojo vigilante del Comité Olímpico Internacional (COI), que no pierde de vista un deporte salpicado con demasiada frecuencia por el dopaje. Mucha incertidumbre por delante, pues. Pero por ella no será, anticipa. “Ahora lo tengo más claro que nunca, porque me hubiera gustado haber terminado mi carrera en unos Juegos, en mi categoría de peso y sin todo este lío de este último año”, lamenta.
Volver a ser ella, a los -76 kilos
La tetracampeona mundial, única halterófila española que ha probado la gloria olímpica, recuerda que hasta el infortunio del último Europeo (abril) había completado un ciclo olímpico muy bueno. Aún se ve con fuerzas, así que volverá a la carga. “Quiero estar en los Juegos siendo como yo soy, en mi categoría [los -76] y dando el máximo. Ahora me quedo con una sensación rara y no quiero despedirme así, de esta manera. ¿Qué le puedo decir a la gente? Que me sigan, porque todavía queda Lydia Valentín para rato”, advierte con rabia interior, discurso directo: “No me ha parecido justo”.
No obstante, lo venía venir. Confundida por el nudo clasificatorio, arriesgó al adentrarse en los -87 para estar sí o sí en Tokio, y la exploración de esos nuevos límites ha tenido un precio elevado. Desde la Federación Española de Halterofilia (RFEH) transmiten: “Lydia ha dado la cara, la medalla era casi imposible. Hoy tenía a nueve delante e hizo la clasificación a ciegas, para asegurarse al menos poder venir aquí”. En todo caso, Valentín cierra comentando que ha sido feliz estos días y promete revancha, repitiendo: “¿Ganas de ir a París? Ahora más que nunca”.
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