El fallido regreso del fútbol olímpico español
Tras muchos años de ausencia, se volvió a crear una selección para los Juegos de 1964, pero no se clasificó
Nuestro fútbol y los Juegos Olímpicos empezaron en la mejor relación. La primera vez que España envió una delegación consistente a unos Juegos fue en 1920, en Amberes, y nuestra selección volvió con la plata, lo que se consideró un éxito inesperado y sensacional. En 1924 pinchamos a la primera, por un desdichado autogol de Vallana ante Italia, y a la de 1928 no llevamos ya el mejor equipo posible, sino una selección amateur, cumpliendo las exigencias del COI. No todos lo hicieron y eso provocó que el fútbol fuera expul...
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Nuestro fútbol y los Juegos Olímpicos empezaron en la mejor relación. La primera vez que España envió una delegación consistente a unos Juegos fue en 1920, en Amberes, y nuestra selección volvió con la plata, lo que se consideró un éxito inesperado y sensacional. En 1924 pinchamos a la primera, por un desdichado autogol de Vallana ante Italia, y a la de 1928 no llevamos ya el mejor equipo posible, sino una selección amateur, cumpliendo las exigencias del COI. No todos lo hicieron y eso provocó que el fútbol fuera expulsado para los Juegos de 1932. Ese choque fue la causa de la creación de la Copa del Mundo, en 1930, en los años pares intercalados entre Juegos y Juegos.
En 1936, ya con estricto compromiso de no mandar profesionales, el fútbol regresó a los Juegos, en Berlín. España, claro, no fue. Estaba en guerra. Al término de nuestra guerra y de la otra se reemprendieron los Juegos a partir de Londres 48. España, pobre, aislada, excluida del plan Marshall, envió delegaciones muy menguadas. Sin fútbol, al que no se terminaba de ver en muchas partes carácter olímpico, por su modelo cada vez más profesional.
En aquellos años el fútbol de los países de la órbita soviética contaba con una ventaja decisiva. Ellos no reconocían el profesionalismo, todos sus futbolistas eran oficialmente amateurs aunque contaran con los mismos privilegios, tiempo libre y medios para entrenar que los profesionales del mundo capitalista. Les compensaban con empleos en el Estado muy bien pagados a los que no tenían ni que acudir. Si acaso, darse una vuelta de cuando en cuando para hablar de fútbol con los jefes.
De hecho, entre Londres 48 y Moscú 80, los países del bloque socialista acapararon 23 de las 27 medallas. Sólo cuando desde Los Ángeles 84 se estableció que el fútbol olímpico fuera destinado a selecciones sub-23, la cosa cambió.
España sólo se animó a crear de nuevo una selección olímpica de fútbol en 1964, para los primeros Juegos de Tokio. Utilizó el subterfugio de mantener a jóvenes prometedores con ficha amateur hasta después de los mismos. En realidad cobraban, aunque cantidades aún menores, pero lo mismo estaba pasando ya con el baloncesto, servido por profesionales pero aún catalogado de deporte amateur.
Aquella generación justificaba la iniciativa. Coincidían jugadores a los que esperaba un brillante fututo: Rodri, Valero, Meltzer, Antonio Torres, De Felipe, Aranguren, Tejada, Montesinos, Echarri, Fuertes, León, Uriarte, Grosso, Velázquez, Vidal… Nombres recordados por sus largas trayectorias en Primera después. En 1964, el Régimen celebraba sus XXV Años de Paz y se aplicó a lanzar las campanas al vuelo en todos los campos y en ese plan se incluyó el regreso del fútbol a los JJOO.
Ese equipo ya brilló en los IV Juegos Mediterráneos, en Nápoles. Se quedó en el bronce por un 3-3 ante Turquía muy desdichado, pero dejó sello de ser el mejor equipo. Así que se le inscribió para las eliminatorias previas de los Juegos. El sorteo designó a Suiza como primer rival. Debutamos el 9 de octubre en Lugano, con un valioso 0-1. La vuelta fue en Palma de Mallorca, el 6 de noviembre, y rematamos a Suiza con un sonoro 6-0.
Después tocó Hungría. Pasando estaríamos en Tokio. Primero, en casa, ya en la primavera del 64, el 29 de abril, de nuevo en Palma de Mallorca. El partido se esperó con el mayor interés y con cierto optimismo, porque muchos de sus jugadores ya sonaban y la trayectoria del equipo lo avalaba, pero chocamos con la realidad: Hungría nos ganó 1-2, tantos de Bene entre los que Velázquez intercaló el único de España. El 6 de mayo en Budapest se consumó la eliminación con un 3-0 en el que hubo dos nuevos goles de Bene.
No faltaron críticas tras la caída, pero injustas. Sólo cinco semanas después se jugó en España la fase final de la Eurocopa de mayores. Una de las semifinales fue España-Hungría, y ahí estaban, con Bene al frente, muchos de los olímpicos que habían eliminado a nuestra selección de principiantes. La España de Iribar, Amancio, Suárez, Lapetra y demás figuras de la época, la misma que ganaría el título a la URSS, sólo puedo batir a aquellos húngaros en la prórroga.
Luego, ya en Tokio, los húngaros fueron campeones de calle. Bene fue el máximo goleador de la competición con ¡12 goles en cinco partidos! Eran mucho equipo y mucho Bene. Lástima que se le cruzara a aquella gran generación.
El honor de retornar al fútbol español a los Juegos quedó para la siguiente promoción, que se clasificó para México 68, donde pasó la fase de grupos y cayó en cuartos ante el anfitrión. Era un equipo con varios jugadores del Rayo, en calidad de cedidos por el Madrid (entre ellos Antonio Grande, luego brazo derecho de Del Bosque) y sólo un hombre que rompería en verdadera figura, Asensi. Pero ellos no toparon con Bene.
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