Cuando la mente duele
¿Por qué ocultamos una depresión y hacemos público un cáncer?
Uff, que mañana tan espesa hemos pasado. Desde primera hora, por cada buena noticia llegaban tres regulares y dos malas. Tenis, yudo, la piscina, el estadio, el bádminton... pasaban las horas y aquello no se arreglaba. Y cada paso en falso, recordatorio medallero. Vamos los vigésimoquintos. No, espera, hemos bajado al puesto 30, 32, 34... finalmente nos hemos quedado en el 35, justo por detrás de las Islas Fiyi. Pero que no cunda el pánico, que están a tiro.
Ante tanto revés, me doy una vuelta por los medios y termino rápido la batida porque el temazo sigue siendo Simone Biles. Su contr...
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Uff, que mañana tan espesa hemos pasado. Desde primera hora, por cada buena noticia llegaban tres regulares y dos malas. Tenis, yudo, la piscina, el estadio, el bádminton... pasaban las horas y aquello no se arreglaba. Y cada paso en falso, recordatorio medallero. Vamos los vigésimoquintos. No, espera, hemos bajado al puesto 30, 32, 34... finalmente nos hemos quedado en el 35, justo por detrás de las Islas Fiyi. Pero que no cunda el pánico, que están a tiro.
Ante tanto revés, me doy una vuelta por los medios y termino rápido la batida porque el temazo sigue siendo Simone Biles. Su contratiempo, fatal para sus aspiraciones deportivas, ha resultado todo un calambrazo mundial, un empujón en cuestión de concienciacion. Seguro que entre sus planes no entraba, pero una vez ocurrido, merece aplauso añadido el no haber tenido ningún reparo en aprovechar la oportunidad para difundir su mensaje, que debería ser el de todos. Me ha gustado también que lo haya hecho sin ningun dramatismo exagerado, que podría haber sido contraproducente. Con pocas palabras ha situado perfectamente el problema, sus variadas causas y las posibles consecuencias.
Hoy me preguntaban en la radio si había sufrido alguna lesión mental durante mi carrera. Me lo he tenido que pensar. Supongo que sí. Posibles detonantes como la exigencia propia, las expectativas ajenas, el miedo a fallar y no estar a la altura, la búsqueda agotadora de tus límites o la inquietud ante las repercusiones personales y sociales no son nada nuevo. Estando las causas, existirían las consecuencias. Pero vete tú a hablar de estas cosas en los 80. Lo más probable es que te encontrases con un insulto homófobo (anda, no seas...) que por aquel entonces tampoco sabíamos que lo era. Vaya tiempos aquellos.
Ya que esto es un diario personal, contaré algo personal. Como cualquier hijo de vecino, he tenido mi ración de regalos y reveses que suele ofrecer la vida. En uno de ellos, hace ya 20 años y ante la imposibilidad de manejarlo adecuadamente, me olvidé de seguir siendo un machote vasco que puede con todo, verbalizé lo que me pasaba por la cabeza y pedí ayuda. Me vino muy bien, y desde entonces comencé a tratar a mi mente como trato a mi cuerpo. Si me duele cualquiera de los dos, voy al médico y se lo cuento. He pedido hora en el psiquiatra como quien va al urólogo. Además de para el colesterol, me han medicado temporalmente para mi coco y he hecho terapia durante más de una década intentando conocer y mejorar mis mecanismos mentales. No tengo ningún problema en contarlo porque no encuentro ningún motivo para no hacerlo. ¿Por qué ocultamos una depresión y hacemos público un cáncer? Hay millones de personas que sufren lesiones mentales, millones. Siendo un problema global, es inadmisible el silencio que lo sigue rodeando, su perenne estigmatización y las dificultades que existen para visibilizarlo y ponerle remedio.
Biles, como hizo en su momento Magic Johnson con el SIDA, hace bien en intentar aprovechar el altavoz que ofrece el deporte para luchar contra algo que rebasa al universo deportivo, alcanzando de lleno a toda nuestra sociedad.
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