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Yo no quiero domingos por la tarde

Sólo hay algo con la capacidad de igualar en terror a la frase “He escuchado el disco de Rosalía cinco veces. Abro hilo”, y es que te pongan de nuevo el Rayo-Real Madrid

Ahora mismo, a estas horas, sólo hay algo con la capacidad de igualar en terror a la frase “He escuchado el disco de Rosalía cinco veces. Abro hilo”, y es que te pongan de nuevo el Rayo-Real Madrid el mismo día, domingo, y a la misma hora, 16.15. Fue después de un partido así cuando Joaquín Sabina propuso morirse si se moría su amor, o matarse los dos, al grito de “yo no quiero domingos por la tarde”.

Los comentaristas hicieron lo que pudieron. Iván Zamorano, por ejemplo. Zamorano estaba describiendo el arco de un disparo de Mbappé diciendo que ahí estuvo ...

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Ahora mismo, a estas horas, sólo hay algo con la capacidad de igualar en terror a la frase “He escuchado el disco de Rosalía cinco veces. Abro hilo”, y es que te pongan de nuevo el Rayo-Real Madrid el mismo día, domingo, y a la misma hora, 16.15. Fue después de un partido así cuando Joaquín Sabina propuso morirse si se moría su amor, o matarse los dos, al grito de “yo no quiero domingos por la tarde”.

Los comentaristas hicieron lo que pudieron. Iván Zamorano, por ejemplo. Zamorano estaba describiendo el arco de un disparo de Mbappé diciendo que ahí estuvo el gol del Madrid (“estuvo muy cerca el Madrid de meter el primero”), justo cuando la repetición, sin misericordia, mostraba el balón pasando a medio kilómetro del palo. Desde la posición en la que disparó Mbappé, por cierto, marcó Bam Bam Zamorano uno de sus goles más icónicos con el Madrid. Fue en un Clásico de enero en el Bernabéu, recuperación de Míchel en la banda ante un torpe Chapi Ferrer, cambio de juego con estilazo, aquellos cambios de juego exagerando el pie con los que Míchel le ponía un chalequito al balón para que no se constipase en las alturas, y recibe Zamorano en el pico del área. Mira a Koeman el chileno, se abre un poco y larga un fogonazo que pone a temblar la escuadra. Ni arco, ni curva: chupinazo y a correr.

Hay que escribir de las jugadas de 1993, sí, no queda otra. Quizá la más descriptiva del partido en Vallecas ocurrió cuando Chavarría, lateral rayista que hizo un partidazo (o eso, o soltaron a varios Chavarrías por el campo), se resbaló con la pelota. Estaba rodeado de tres madridistas que se quedaron observándolo, caballerosos. Uno casi le da la mano para levantarlo, otro le limpia el césped de las medias y un tercero le indica el camino a portería, no te vayas a perder. A menudo los partidos complicados en campos como Vallecas, donde el Madrid lleva años pinchando, se resuelven ganando una estadística poco glamurosa por la que no dan el Balón de Oro: los balones divididos.

El Madrid tiene un problema que no va a poder resolver en toda la temporada, salvo fichaje alocado en enero, que es la protección, distribución y encendido de luces en el centro del campo. A Camavinga no se le dio carrete suficiente ahí, no se sabe años después por dónde va a salir. Tchouameni es extraordinario con un socio complementario a su vera. Valverde recibe mejor que da. Ceballos es, de los citados, el que mejor se lleva con la pelota, la posesión y la claridad. Porque luego está Güler.

Hablemos de Güler. Hacia el final del partido hizo un caño brillante en el centro del campo pero ya no pudo con la jugada siguiente, encimado por el rival. Güler, ahora mismo, no puede abarcar lo que abarcaba Modric, pese a tener físicos aparentemente parecidos. Por zancada, por fuerza y por presencia. Güler levantando la cabeza hoy en el Madrid es la luz más clara, pero pedirle que la levante en menos de dos minutos en un lado y otro del campo, es imposible. Ya en el descuento se echó a una banda, cerca del área, y firmó la mejor jugada del partido. Ahí, próximo a portería, los rivales tienen más miedo a hacerle falta, a meterle la pierna o el cuerpo, y Güler desata el caos. En el círculo del mediocampo, muchas veces es atropellado. Tiene calidad para ser cualquier cosa, es pura fascinación, pero el Madrid no tiene tiempo, ni tutores en la posición, para jugar a probarlo sin consecuencias.

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