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Mal le irá al madridista tranquilizarse con algo, lo que sea

El Madrid llevaba siete partidos de Liga moldeando un once muy concreto producto de lesiones y casualidades que funcionó bien. Se tocó en el peor momento, y se estropeó

El fútbol es un deporte complejo, repleto en el campo de jugadores cuyas combinaciones son ilimitadas, sometido a tácticas y algoritmos, cuyo resultado final depende de unas cuantas frases hechas. Frases simples dichas por hombres sencillos, algunos procedentes del campo, en donde se levantan las grandes verdades y las grandes mentiras de la vida. Por ejemplo: “la toco y me voy”, “quien perdona lo paga” o aquella aparente gilipollez de Vujadin Boskov que, dedicada a este deporte, se convierte automáticamente en genialidad: “fútbol es fútbol”. Es decir: nadie entiende nada, pero hay que explica...

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El fútbol es un deporte complejo, repleto en el campo de jugadores cuyas combinaciones son ilimitadas, sometido a tácticas y algoritmos, cuyo resultado final depende de unas cuantas frases hechas. Frases simples dichas por hombres sencillos, algunos procedentes del campo, en donde se levantan las grandes verdades y las grandes mentiras de la vida. Por ejemplo: “la toco y me voy”, “quien perdona lo paga” o aquella aparente gilipollez de Vujadin Boskov que, dedicada a este deporte, se convierte automáticamente en genialidad: “fútbol es fútbol”. Es decir: nadie entiende nada, pero hay que explicarlo con poesía.

Una de esas frases sagradas subidas al altar de lo obvio que funcionan como un reloj es: “Lo que funciona no se toca”. Los madridistas la conocemos bien desde los tiempos de Del Bosque y Makelele. De hecho, si nos ponemos, desde los tiempos de Antic y aquella Liga que íbamos liderando pero “sin espectáculo”. Con Del Bosque y Makelele pasó un poco lo mismo: se ganó la Liga y se perdió la Champions en Turín en un partido disputado y lleno de electricidad con Ronaldo lesionado, que aún así salió al campo a sembrar el terror juventino. Pero aquel Madrid jugaba bien y los galácticos tenían un guardaespaldas de lujo, Makelele, que en los momentos más optimistas del siguiente entrenador, Queiroz (guapo, mediático, moderno), se cambió por Guti (Makelele se había ido ya). Del Bosque y Makelele funcionaban y lo que funciona no se toca, pero se tocó. El resto es historia. Mónaco, concretamente.

El Madrid llevaba siete partidos de Liga moldeando un once muy concreto producto de lesiones y casualidades que funcionó moderadamente bien. Siete partidos y siete victorias, algunas más logradas que otras, todas necesarias para la adaptación no del once si no del nuevo equipo de Xabi Alonso. Es decir: que se llegase al test de estrés con los deberes hechos para que, si se estrellase el equipo, no se hundiese en la clasificación. No lo hará después del Metropolitano, pero la bofetada ha sido tan ruidosa que casi mejor haber perdido de un gol y bajar a media tabla.

Xabi tocó el ecosistema blanco, desplazó a Güler a una banda no desconocida pero no tan bien explotada, quitó a Mastantuono (que no es Kroos, que no es Modric, pero hace funcionar al equipo desde posiciones adelantadas; los pone al menos a correr todos, y la suelta pronto, y la toca y se va, y fútbol es fútbol y también es él) y metió, Xabi, a Bellingham.

Jude Bellingham es titular en cualquier equipo del mundo, también en el Madrid, pero no hay ningún jugador ahora mismo en el planeta que aparezca después de tres meses de baja y pueda ponerse a jugar de titular en un duelo de máxima exigencia a su máximo nivel. Lo hubo con Cristiano y Messi. Pero ya está. Ni siquiera lo hubo con Mbappé, a quien el propio Xabi dosificó en el Mundial de Clubes. Por qué Bellingham y por qué en el Metropolitano, en el primer duelo grande de la temporada, lo sabe Xabi mejor que cualquiera, pero aquí se cumple otra máxima del fútbol: cuánto más se sabe de fútbol es después del partido.

Así que: el Atlético barrió al Madrid, el Madrid se hundió como un flan incluso después de ponerse 1-2, el club más grande del mundo lleva dos años sin dar la talla contra su competencia directa, falta un organizador claro de juego y la vida sigue, sobre todo en septiembre, pero sigue un poco torcida: bajan las temperaturas, te meten una manita, la gente empieza con el coñazo de Eurovisión. Mal le irá al madridista tranquilizarse con algo, lo que sea. El pasado vale como arenga, pero nunca como consuelo: todo lo que hay en el fútbol es presente, y el presente es 5-2.

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