Un derbi inflamable

Día grande para el fútbol de Madrid. Empecemos el análisis desde atrás. Rival viene de río, porque el enemigo vivía en la otra orilla. Atlético y Real Madrid son duros rivales y tienen hoy una prueba de fuego. Un derbi siempre lo es, pero hay veces, como hoy, que el fuego arde un poco más fuerte y en partidos de es...

Día grande para el fútbol de Madrid. Empecemos el análisis desde atrás. Rival viene de río, porque el enemigo vivía en la otra orilla. Atlético y Real Madrid son duros rivales y tienen hoy una prueba de fuego. Un derbi siempre lo es, pero hay veces, como hoy, que el fuego arde un poco más fuerte y en partidos de este calibre una chispa puede borrar, como por arte de magia, miles de años de cultura.

Es entonces cuando aflora lo que está escondido en el subsuelo del ser y que la cultura ha suavizado, pero no anulado. Cuando la pasión toma el mando, conviene levantar la guardia. Porque, señoras y señores, llega entonces una especialidad del fútbol: mostrar a hombres primitivos jugando con un balón y a gente enloquecida jaleándolos. Para que eso ocurra es imprescindible la presencia “del otro”, rival que deriva en enemigo y al que hay que demonizar. Así es el fútbol: en un parque revela el alma lúdica de niños que corren alegres tras la pelota; en los estadios convierte en primitivas a personas en apariencia civilizadas. Los derbis suelen ser campos abonados para esta regresión emocional. Así es que nos espera un partido inflamable.

Para ambos el partido es una cuestión de honor, y eso trasciende el funcionamiento de los equipos. Son choques que convierten la disputa de cada balón en un reto en sí mismo. Finalmente, todo lo que ocurra impactará en el ánimo y en la reputación de dos proyectos deportivos que necesitan validarse cuanto antes.

El Real Madrid llega con un aura de dominio, pero es hoy cuando saldrá a escena para afrontar otro desafío: probar el punto de cocción del equipo de Xabi ante una gran exigencia. Prueba emocional y futbolística. El Madrid ha mostrado progresos colectivos en cada partido y, cuando el mecanismo se trababa, recurría a un poder superior: se llama Mbappé y empezó la temporada como un tiro. Otros recursos individuales de gran nivel empiezan a mostrar su categoría, y esa brillantez es imprescindible para que, a la eficacia del bloque, se le sume la luz de los grandes talentos. Hasta ahora los rivales no castigaron la irregularidad del equipo, que observa el mundo con confianza desde la cima de la tabla clasificatoria. Pero este Atlético rabioso y necesitado representa otro nivel de amenaza.

El Atlético, en cambio, está lejos de las expectativas creadas. Hasta ahora se le ha visto como un equipo sufriente al que cada punto le cuesta sangre y sudor (aún no es tiempo de lágrimas). Su Mbappé es Julián Alvarez, que se mortifica cada vez que Simeone sustituye la infantería por la fuerza aérea, representada en la figura de Sorloth. La portería está en buenas manos, hay defensas de categoría, Barrios juega como los ángeles, Almada y Nico son brillantes, Julián es otro nivel y se espera con esperanza a Álex Baena… Pero los malos resultados han erosionado la confianza y provocaron la peor enfermedad del fútbol: las dudas. El Real Madrid le ofrece ahora una oportunidad de redención que va mucho más allá de los puntos.

Y mientras tanto, el Barça mira con cierto aire de superioridad clasificatoria al Atlético y aguarda, agazapado en el segundo puesto, el tropiezo del Madrid. De los tres grandes, es al que el balón le corre más fluido (Pedri hace girar al equipo como una peonza) y arriba los delanteros se reparten los goles aun en ausencia de Lamine (14 tantos en cuatro partidos sin él). Pueden ser los grandes beneficiarios del resultado de esta tarde, pero también ellos tendrán que cruzar el río y encontrarse con rivales grandes que esperarán en la otra orilla.