Haaland desmonta al Nápoles con su gol 50 en 49 partidos

Erling Haaland acarició con la melena rubia un pase que Foden se inventó después de controlar un balón entre Buongiorno y Juan Jesús. Derecha-izquierda, control, toque, globito y remate sobre la estirada del portero, el serbio Jovic. Todo en un segundo, todo en pleno nido defensivo del Nápoles, apoteosis de la exactitud para poner el 1-0 y elevar la cuenta de Haaland a la estratosfera: 50 goles en 49 partidos en Champions. Mejor promedio que Cristiano (140 goles en 183 partidos) y Messi (129 goles en 163 partidos). Récord de eficacia en la competición continental. Un vendaval al frente de un Manchester City que subió otro escalón. Lo padeció el Nápoles, que jugó con un hombre menos desde el minuto 21.

“King Kevin”. El mensaje en la pancarta mural colgada en la curva del Etihad acompañó al retrato de Kevin de Bruyne, coronado, cubierto de armiño, empuñando el cetro de monarca del corazón de la hinchada. Probablemente el futbolista más importante de la historia del City, el belga se reencontró con su afición meses después de abandonar el club en el que permaneció diez temporadas. La afición le esperaba con ovaciones cuando emergió del túnel de vestuarios con la camiseta del Nápoles, el club más pujante de Italia, mirando con timidez a su alrededor, inexpresivo salvo por los cambios de color de su piel rubicunda.

La primera jornada de la Champions propició un reencuentro sentimental. Breve, en todo caso. Apenas duró 21 minutos el partido de De Bruyne. Lo que tardó Donnarumma en sacar de portería y provocar un duelo aéreo que Beukema le ganó a Haaland para que Foden se quedara con el rechace. El inglés lanzó automáticamente al noruego, y Haaland saltó como un resorte al espacio. Sintonía impulsiva, telepatía, coordinación de dos jugadores en crecida. Haaland exhibió su apetito por atacar los espacios y Di Lorenzo lo derribó frente al área. Expulsado el toscano —líder responsable, ejemplo de solidaridad—, dejó medio huérfano al Nápoles e invocó una intervención drástica del entrenador. Antonio Conte quitó a De Bruyne y metió a Olivera. Formó dos líneas de encofrado y dejó a Hojlund solo en punta.

El Nápoles convirtió su área en un matorral impenetrable. Rodri, Bernardo y Reinjders, el mediocampo designado por Guardiola para sentar las bases del nuevo equipo, debió trabajar con paciencia. Los tenaces visitantes, bien representados por el furioso Politano, no dieron un centímetro por perdido.

Hizo falta una conexión metafísica de Foden y Haaland para hacer el 1-0, del mismo modo que fue necesario un demarraje inverosímil para meter el 2-0. Fue todo obra de Doku, que recibió de Rodri, se giró ante Lobotka y Beukema, amagó a su izquierda, cambió de dirección y sin despegar el balón de su bota encaró al portero y le tiró un caño. Un latigazo al alcance de muy pocos en el mundo: 2-0.