El Barcelona es adictivo con Hansi Flick
A pesar del carisma de Lamine, se trata de un equipo más que de un plantel con tendencia a la individualización, a diferencia del año 2003, cuando la luz de Ronaldinho sacó al barcelonismo del confesionario en el que le había metido Joan Gaspart
El barcelonismo ha pasado de preguntar por el resultado de su equipo —Qué ha fet el Barça?— a organizar la agenda en función de los días de partido —Com quedem per veure el Barça?—. Vázquez Montalbán llamaba por teléfono a la redacción cuando estaba de viaje para saber sobre la suerte del último encuentro del FC Barcelona. “El resultado del Barça es mi cordón umbilical con la vida, el síntoma que todavía conservo cierta tensión energética”, sostenía Manolo. Aquella necesidad vital de entonces se había convertido en una curiosidad interesada para no quedar en fuera de juego en las...
El barcelonismo ha pasado de preguntar por el resultado de su equipo —Qué ha fet el Barça?— a organizar la agenda en función de los días de partido —Com quedem per veure el Barça?—. Vázquez Montalbán llamaba por teléfono a la redacción cuando estaba de viaje para saber sobre la suerte del último encuentro del FC Barcelona. “El resultado del Barça es mi cordón umbilical con la vida, el síntoma que todavía conservo cierta tensión energética”, sostenía Manolo. Aquella necesidad vital de entonces se había convertido en una curiosidad interesada para no quedar en fuera de juego en las muchas conversaciones que se daban en la ciudad y en el país después de una jornada de Liga o de Copa de Europa. Hasta que Hansi Flick llegó el pasado verano al banquillo y la gent blaugrana se enganchó al Barça.
El Barcelona vuelve a ser un asunto de máxima importancia, capaz de congregar a la familia, a los amigos y a los vecinos, y por supuesto a los jóvenes y a los mayores, la comunidad entera pendiente de un equipo que, después de conquistar la Supercopa, compite por la Champions, la Liga y la Copa, a pesar de que el club está tan hipotecado que ya no se fichan jugadores, sino que se inscriben de manera provisional con medidas cautelares fuera de hora que provocan la ira de la Liga. El mérito del equipo es extraordinario si se tiene en cuenta que, a excepción de Olmo, juega con los mismos futbolistas que la pasada temporada no conquistaron ningún título y disputa los partidos en Montjuïc por las obras del Camp Nou. Los espectadores han pasado de 90.000 a 45.000 y hay unos 60.000 socios en excedencia desde 2023.
Asegurada la presencialidad en el Estadio Olímpico por la suma de la venta de entradas con los abonos, la audiencia ha aumentado sensiblemente porque ningún seguidor barcelonista se quiere perder los partidos de su equipo porque resultan divertidos y hasta excitantes, por un juego dinámico y vertical concebido para acabar las jugadas y porque nunca se interrumpe si no media el VAR. La continuidad es manifiesta desde el inicio hasta el final para suerte de un público juvenil al que a menudo se acusaba de desatención, desconexión o desconcentración por la caída de la tensión de los partidos en comparación con espectáculos entretenidos y participativos como la Kings League. No hay mejor adicción para los más jóvenes que los pases de Cubarsí a sus 18 años o los regates del juvenil Lamine Yamal.
A pesar del carisma de Lamine, se trata de un equipo, de un colectivo más que de un plantel con tendencia a la individualización, a diferencia del año 2003, cuando la luz de Ronaldinho sacó al barcelonismo del confesionario en el que le había metido Joan Gaspart. El líder es Flick, un entrenador alemán que entrena sin necesidad de invocar a Johan Cruyff o a Pep Guardiola. No precisa ser un mesías culé, sino que se remite a La Masia para que no se dude de su identificación con el estilo del Barça, un club en el que los entrenadores han tenido históricamente mucha más importancia que en el Madrid. El técnico ha conseguido que su idea de juego siempre optimista sea compartida por el cuerpo técnico, más los preparadores físicos, y la plantilla hasta formar una desacomplejada y admirada familia que acabó por fin con el duelo post Messi.
La sensación es que ya no hay marcha atrás y se inicia una aventura que precisa también del acompañamiento orgulloso de la afición para que los futbolistas mantengan su mentalidad ganadora, fluya su energía, sigan arriesgando y atacando sin miedo ni afán de moralizar sino de seducir a sus adversarios como ha pasado con el Atlético. Así se explica que el barcelonismo se desviva por la fecha del partido aplazado contra Osasuna y sufra por el próximo virus FIFA. Los culés no quieren que nadie ni nada interrumpa el atac i gol —como se disponía en el patio cuando éramos niños— de su equipo: 132 goles. El Barça es adictivo con Flick.