Omar El Hilali, el religioso del balón y del Espanyol

El lateral derecho del equipo blanquiazul, que antepone la fe al fútbol, vive en casa de sus padres y rechazó al Barça en dos ocasiones, se mide este sábado al Madrid

Omar El Hilali, jugador del R.C.D. Espanyol, posa en la instalaciones de la ciudad deportiva del club.Kike Rincón

Son las ocho de la tarde y el chico está tomándose uno de esos tés verdes que tanto le gustan con sus amigos de toda la vida por el Parque de Los Laureles, en Hospitalet de Llobregat.

- “¿Dónde estás?”, le pregunta su madre por teléfono.

- “En un rato voy para casa”, responde el chaval, sorprendido porque le llama antes que a su hermano pequeño. Media hora después, vuelve a sonar el móvil y se da la misma cantinela, aunque ahora con un tono más de impaciencia.

Puede ser una conversación de cualquiera que todavía vive en casa de los padres. Y eso es lo que le ocurre a Omar ...

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Son las ocho de la tarde y el chico está tomándose uno de esos tés verdes que tanto le gustan con sus amigos de toda la vida por el Parque de Los Laureles, en Hospitalet de Llobregat.

- “¿Dónde estás?”, le pregunta su madre por teléfono.

- “En un rato voy para casa”, responde el chaval, sorprendido porque le llama antes que a su hermano pequeño. Media hora después, vuelve a sonar el móvil y se da la misma cantinela, aunque ahora con un tono más de impaciencia.

Puede ser una conversación de cualquiera que todavía vive en casa de los padres. Y eso es lo que le ocurre a Omar El Hilali (Hospitalet; 21 años), jugador capital para el Espanyol de Manolo González, pues es el tercero que más minutos cuenta en el curso (1.786) tras Král (1.866) y el portero Joan García (1.890). “También me echan broncas si dejo las cosas tiradas por ahí”, sisea, pícaro; “pero estas cosas me hacen no perder el norte”. Porque El Hilali vive con sus padres y sus dos hermanos pequeños -los tres mayores ya se marcharon- porque quiere, porque le gusta. Lo mismo que ver cada mañana los cuadros o regalos que le hacen los aficionados, decoraciones en las paredes de su cuarto. “Nunca tiro nada porque sé que han gastado tiempo en mí”, reflexiona el futbolista, que este sábado se medirá con Vinicius, Mbappé, Bellingham y compañía.

En casa, Omar cumple las reglas y también disfruta del cuscús que hace su madre, Tama, cada viernes. Aunque no toma mucho el tajine de kefta o pollo porque entiende que tienen demasiado aceite. “Además, suelo comer en el club y por la noche ceno ligero”, explica. Después, charla con su padre, que logró reunir a la familia en Barcelona. Aunque no fue fácil. Idris se marchó de Bni Ahmed (Marruecos) porque la situación era precaria. Necesitaba trabajo y, por eso, cuando le extendieron el visado para unos meses -de no volver a tiempo a casa ya no podría entrar más a no ser que consiguiera los papeles en otro país-, sabía que se la jugaría a todo o nada, ilegal por España. “Pasó por Tortosa, recogiendo naranjas y después logró entrar en la construcción, ya por Barcelona. Consiguió dinero, papeles y juntarnos”, señala El Hilali, que decidió retirarle hace un par de años. “Todo lo que le doy es poco”, aclara. El balón lo ha hecho posible.

Omar se apuntó en benjamines en el L’Hospitalet Atlètic y en alevines se marchó al Santa Eulalia, otro equipo de barrio. Fue entonces cuando se midió con el Espanyol en un torneo y le hizo dos goles, cuando Jordi Lardín -exdirector deportivo blanquiazul- le dijo que le harían un seguimiento de cerca. Algo que no se creyó mucho El Hilali, sorprendido un par de cursos después cuando su hermano, mientras estaba en el instituto, le envió un mensaje para decirle que le querían. Esa misma tarde firmó por el Espanyol al tiempo que rechazó al Barça. “No miraba el dinero si no la oportunidad de progresar”, cuenta. Y eso mismo repitió cuando pasó de Cadetes a Juveniles, cuando descartó al Barça y al Manchester United. “Siempre quise jugar en el primer equipo del Espa”, resuelve. Algo que consiguió con 17 años, llamado por Vicente Moreno. Pero fue algo efímero como también ocurrió en los cursos siguientes, pues alternaba el filial con el primer equipo, pero no acababa de asentarse. “Después del tercer año, valoré irme cedido. Pero quería devolver al Espanyol lo que me había dado por mucho tiempo. Yo no olvido una cosa así”, admite. Y se salió con la suya, primero con Luis García y ahora con Manolo González, en tela de juicio porque el equipo no sale del fango. “Es el entrenador ideal para el club”, sentencia El Hilali, que también tiene el sueño junto a sus padres de representar a Marruecos, toda vez que ha estado en todas las inferiores -con la sub-21 venció la Copa África-, siempre negando la llamada de España.

Ahora se mide con el Madrid. “Es un partido en el que debemos aprender a sufrir juntos para tratar de controlar a los más determinantes, que no son pocos. En la ida me tocó Rodrygo, Mbappé y en la segunda parte Vinicius”, acepta, al tiempo que explica que son los más difíciles que le han tocado defender junto a Nico Williams. Ya se verá qué ocurre, pero todo el Espanyol le alentará como también gran parte de Hospitalet, donde pasa las tardes junto a su familia y amigos, en el parque, en el bar de toda la vida de la Avinguda Carrilet y en el campo del Gornal donde ahora despunta su hermano pequeño. Pero también pasa mucho rato estudiando a los rivales a los que se va a medir –”es mi trabajo”, desliza- o rezando en casa y en la mezquita. “Para mí la religión va antes que el fútbol”, sentencia; “rezo varias veces al día y seguro que algún error que otro cometo porque es imposible ser perfecto, pero lo intento”, añade, a la vez que explica que lo que más le cuesta es el Ramadán. “Cuando llevas tiempo haciéndolo, el cuerpo ya no tiene reservas y a veces llego al límite, pero este año empieza a finales de febrero y en marzo hay 10 días de parón de selección”.

Convencido de que el año que viene empezará a estudiar Educación Infantil, Omar no tiene prisa por marchar de casa ni salir del Espanyol, consciente también de que antes debería marcar un gol porque lleva cuatro años sin ver la portería rival y las chanzas en el vestuario ya se dan. No será contra el Madrid. O quizá sí. Insha’Allah, dicen en casa.

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