El Girona cae con el Milan y se despide de Europa

Incapaz de sacudirse de encima el apelativo de Cenicienta, sobrepasado por la Champions y los equipos con pedigrí, quizá no tanto en fútbol pero sí en resultados, el Girona también cayó ante el Milan en San Siro por la falta de gobierno y la carencia del remate oportuno, también por la incómoda presencia de Rafael Leão al otro lado de la red. Un garrotazo que le deja definitivamente fuera de Europa y que aúpa al equipo italiano, que ya toca con la mano el premio del top 8, el pase directo a la siguiente ronda de octavos. Una participación de lo más sólida que choca con su paso por la Serie A, enredado en el ecuador de la tabla, al punto de que Paulo Fonseca fue relegado del banquillo por Sergio Conseição.

Aunque comenzó torcido el duelo para el conjunto rossonero por la prematura lesión de Emerson y por un remate de Yangel Herrera que le hizo cosquillas al poste a la salida de un saque de esquina, pronto se definieron los roles. Si bien ambos conjuntos quisieron expresarse con el balón entre los pies, reacios al pelotazo desde la raíz, entusiasmados, sin embargo, en las asociaciones horizontales de un inicio y verticales al final, la diferencia era que mientras el Girona se encasquillaba en las zonas calientes, el Milan contaba con Leão, la mejor desbrozadora posible.

Es el extremo portugués una guindilla con la bola atada, un torbellino al que tanto le da desbordar por los pasillos interiores como por los exteriores, un bailarín de claqué con balón en las botas, cintura de plastilina y piernas como cohetes. En una de esas, provocó una falta que por poco no emboca Reijnders. Algo similar a lo que sucedió después con Leão como cañonero y con el portero del Girona, de nuevo, como protagonista. Flaquezas del equipo de Míchel, que no se salía con la suya, estéril en su idea de sacar el esférico desde atrás; penalidades que Musah y Morata no supieron castigar, tampoco un Theo Hernández que remató mordido y al larguero tras otra carrera de Leão de las que quitan el hipo. Aunque ninguna como la de Musah, zapatazo al galope desde fuera del área que solo el poste se atrevió a repeler. Era cuestión de tiempo que cayera el gol, por más que el Girona pretendiese reaccionar al contragolpe, ataques cortos de muchos metros y pocos toques, mal definidos por Van de Beek, Tsygankov y Herrera (o bien detenidos por Maignan). Así, Leão, quién si no, se inventó un par de recortes en el área y un zambombazo para batir a Gazzaniga, para poner los puntos sobre las íes.

Adelantó el Girona la presión en campo contrario en el segundo tiempo, comprometido con el ataque y asumiendo riesgos en defensa, espacios para los pases de Reijnders y Bennacer, para las carreras de Leão. Un ida y vuelta que elevó al Girona porque amasó más esférico y abordó al rival, por más que volvió a carecer de remate. Y cuando lo tuvo, un disparo sensacional de Bryan Gil a pie cambiado que vacunó al Milan, el VAR le negó la mayor. Otra vez el gafe en Europa, aunque al fin definitivo porque ya no se reanimó el equipo, sometido por un rival que cogió vuelo y velocidad con los cambios, cómodo con la defensa como buen italiano, feliz por las contras.

De poco le sirvió a Míchel cambiar todas las piezas ofensivas, desvigorizado ya el Girona, aceptada la despedida europea. De París a Milán, el Girona ha transitado entre las sombras y el pozo en esta Champions, paso arrítmico también contra PSV, Feyenoord y Liverpool, una experiencia de vida, en cualquier caso, tan didáctica como reconfortante por lo bien hecho del curso anterior. Pero sin triunfos ni goles fuera de casa, el Girona, descascarillado esta vez frente a los rossoneri, dice adiós a la competición antes de tiempo. Arrivederci.