Arsenal y Liverpool empatan en prudencia y el City es líder en solitario de la Premier

El equipo de Guardiola aprovecha el 2-2 de Londres, marcado por el temor de Arteta y la falta de ingenio de Slot, heredero de Klopp

Mikel Merino se adelanta a Konaté y remata de cabeza el 2-1 en el Etihad.Peter Cziborra (Action Images via Reuters)

El partido de la jornada dejó un aroma de melancólico declive en la Premier. Se enfrentaron el Arsenal y el Liverpool para establecer quién asumiría el papel de primer retador del Manchester City y el resultado fue decepcionante. Ninguno de los dos contendientes fue capaz de ofrecer esperanzas a sus seguidores. Ni compitieron bien ni supieron entretener. No solo perdieron dos puntos cada uno. Dejaron la poderosa impresión de que son dos equipos en vías de depresión. El Arsenal, porque sin Odegaard se comporta como una cuadrilla desorientada; y el Liverpool porque a medida que los futbolistas pierden la impronta de Klopp se muestran más prudentes e indecisos cuando rondan el área rival. La falta de convicción general contribuyó a elevar al City a lo alto de la clasificación, que ahora lidera con 23 puntos, uno más que el Liverpool, y cinco más que el Arsenal y el Villa.

Los pastelitos de carne que dispensan en el Emirates resultaron más tentadores para el público de Londres que lo que sucedía en el campo, a pesar de que los de casa se fueron al descanso con 2-1 arriba. La gente tardó un rato en regresar a sus asientos. Indicio de que la cultura del entretenimiento que impulsó Wenger está cuestionada. Tras dos años de emociones fuertes, Mikel Arteta ha resuelto volver a insistir en los planteamientos conservadores que caracterizaron sus primeras temporadas, entre 2018 y 2022. Todavía no restaura el 5-2-1-2 pero ha puesto a su equipo a jugar micropartidos de forma especulativa. A veces presiona con todo, solo a ratos, a veces presiona en bloque medio con la esperanza de provocar un error, veces ataca, a veces se encierra en su área sin complejos, como si pretendiera manejar a sus hombres mediante un interruptor. Su dogma ha cambiado. Ahora Arteta dice abiertamente que no pretende que su equipo tenga la pelota. “No me gusta la palabra control”, observa; “me gusta dominar y no dejar que el rival respire. Podemos hacer daño de muchas maneras”.

La pérdida de control del balón es ostensible. El Arsenal llegó al partido del domingo con una media del 45% de la posesión en lo que va de curso. El gol de Saka a los nueve minutos, aprovechando un balón bombeado de White que saltó líneas, contribuyó a situar a los jugadores del Arsenal en ese plano mental en el que se convencieron de que debían calcular los riesgos con cuidado antes de moverse en según qué zonas del ataque. Los goles de Van Dijk, de cabeza en un córner, y de Merino, a la salida de una falta lateral lanzada por Rice, agitaron el marcador al tiempo que revelaban un estancamiento. La pelota parada tenía más vida que la pelota jugada con los pies. De parte del Liverpool, la respuesta fue parecida.

Arnold Slot, el nuevo entrenador del Liverpool, ha cambiado la placa base de la máquina que heredó. El equipo que una vez atacaba eufórico se ha convertido en un prudente pelotón de funcionarios de correos. El sistema opera a la perfección. Cada vecino recibe su correspondencia con puntualidad. Slot se ufanaba de no haber perdido fuera de casa en lo que va de campeonato y antes de visitar el Emirates solo había encajado tres goles en ocho partidos. Pero la imaginación disminuye por arrobas. Nada es inesperado en este Liverpool.

“Tipo Mourinho”

El 2-1 inclinó al Arsenal hacia su portería. Pertrechados alrededor de Raya, los diez jugadores de campo se instalaron en el área para defender la ventaja ante un Liverpool incapaz de ingeniar un modo de entrar al remate que no fuera a través de un centro a la olla. Slot mostró la misma falta de ingenio cuando desde el banquillo ordenó la salida de Díaz, Robertson y MacAllister para meter a Szobozslai, Gapko y Tsimikas. Sin el colombiano y sin el argentino los avances perdieron el primer punto de referencia en la salida y el poco ritmo que tenían en los últimos metros. Al ver que el Liverpool se quedaba tieso, Arteta saltó a la banda y comenzó a hacer aspavientos a sus jugadores para que aprovecharan la coyuntura, presionaran y dieran el golpe de gracia. Fue inútil. A fuerza de especular, pasada la hora de partido Rice y sus compañeros habían perdido adrenalina.

El Arsenal solo se envalentonó para caer en su propia trampa. Suele ocurrirle a los equipos distraídos entre registros contradictorios. Una pérdida en las inmediaciones del área del Liverpool devolvió el balón a Alexander-Arnold, que con un pase largo y medido a la espalda del central y el lateral habilitó al correcaminos Núñez. El centro del uruguayo, que pilló a toda la defensa local en retroceso desesperado, fue interceptado por Salah, que lo envió a la red. Con el 2-2 definitivo, el egipcio superó a Robbie Fowler con 164 goles en la Premier.

La imagen que dejó el partido en la retina de la hinchada fue la del retroceso. “Mikel Arteta se está metamorfoseando en un entrenador tipo Mourinho”, observó Jamie Carragher, comentarista de referencia de Sky.


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