El gol abandona al Girona
El equipo de Míchel cede el segundo puesto en la Liga tras caer en casa contra el Villarreal
El Girona no olvidará el minuto 99 del partido jugado el viernes pasado en Mendizorroza cuando ganaba por 1-2 al Alavés. Yan Couto quedó un rato tendido en la cancha, se perdieron un par de minutos, el árbitro le dio cuerda al reloj y en la última jugada empató Guridi. Aquel gol resultó fatídico para el plantel de Míchel porque concedió dos puntos y posibilitó después que el Barcelona le superara en el segundo puesto de la clasificación de la Liga. La desdicha continuó ayer cuando perdió un partido muy bien jugado contra el Villarreal. El marcador se ha vuelto mezquino con un equipo que se ha distinguido por ser el segundo más goleador en competencia con el campeón Madrid. No marcó esta vez Dovbyk (20 goles) ni Sorloth (19) en el duelo de pichichis sino que decidió el sorpredente de Traoré.
No es fácil defender al equipo de Marcelino y menos para un equipo tan atacante como el Girona. Las transiciones amarillas son muy rápidas y verticales por el dinamismo de sus delanteros y la pegada de Sorloth. Necesitaban los muchachos de Míchel asegurar la posesión de la pelota, acabar las jugadas y aumentar la tensión y las vigilancias en el área de Gazzaniga. El contraste de los contendientes aseguraba un partido interesante en Montilivi. Aunque tenían el balón y combinaban con paciencia, los blanquirrojos tardaron en alcanzar posiciones de remate ante Jorgensen. No acababa de entrar en juego Savinho, el jugador más agresivo y dañino del Girona, y tampoco despegaba Tsygankov. El equipo tardó en ajustar las marcas después de un par de llegadas de mucho mérito del Villarreal, una de Guedes muy clara a la que no llegó por poco Sorloth.
Ya sentado en la cancha, media hora después de iniciado el encuentro, el Girona creció sin parar, apoyado en unos buenos cambios de orientación que obligaron a bascular constantemente a la zaga zonal del Villarreal. Savinho empezó a encarar, diabólico con sus cambios de ritmo, y Tsygankov y Dovbyk remataron bien ante Jorgensen. La movilidad y la presión de los blanquirrojos obligó a retroceder al Villarreal para disgusto de Marcelino. Las faltas al borde del área de Jorgensen se sucedían porque ninguno de los laterales podía con Savinho. Gazzaniga, en cambio, se pudo relajar porque disminuyeron las contras del Villarreal. La tarea de contención de los defensas y los medios era tan interesante como la faena de los delanteros de Míchel. Aunque no había goles, el partido era bello e intenso, y también incierto por el veneno que llevan los equipos de Marcelino.
El técnico asturiano corrigió a su equipo durante el descanso y el Villarreal intentó recuperar el control del partido con una mejor presión y más rápido también en la circulación del cuero para rebajar la ofensiva del Girona. Aunque a veces se gustaban demasiado en los gestos técnicos, los blanquirrojos no paraban de acelerar el juego sin encontrar el pase definitivo y el remate terminal de Dovbyk. A pesar de la calidad individual de muchos jugadores de ambos equipos, no había ocasiones en un partido tácticamente muy interesante, disputado y abierto, hasta que llegó el gol de Traoré. Sorloth y Guedes se asociaron como pudieron en la punta izquierda, no atinaron en el rechazo los centrales del Girona y el balón quedó suelto para el remate cruzado de Traoré. Aunque jugaban bien, los blanquirrojos se encontraron con un gol en contra y con la portería rival cerrada ante el desespero de Montilivi.
El larguero devolvió un disparo de Tsygankov y, acto seguido, ni Eric, ni David López ni Savinho atinaron a cerrar una jugada de gol después de tres remates consecutivos ante el superado Jorgensen. Míchel tardó en activar la rueda de cambios porque su equipo jugaba de forma equilibrada y fluida, nada que reprochar, penalizados los blanquirrojos por el gol de Traoré. Aunque le dio mil vueltas al partido, indesmayable en el acoso al área de Jorgensen, el Girona no pudo con el maquiavélico Villarreal. La defensa desplegada por Marcelino agotó y desquició a los muchachos de Míchel, que acabaron por pedir un penalti en una jugada anulada previsamente por el árbitro cuando en el área contraria estaba hasta Gazzaniga.
Al Girona le faltó pausa y clarividencia en la jugada final para rematar un partido que maduró bien futbolísticamente ante un adversario tan puñetero como el Villarreal. El marcador penalizó a los blanquirrojos y sonrió al Barça en su pugna por el subcampeonato y la Supercopa. Los azulgrana cuentan con un colchón de un punto a la espera de su cita del jueves en Almería. El Girona no para de dar vueltas al minuto 99 de Mendizorroza. Allí supo que cambiaba su dicha en la Liga.
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