Triunfo caído por su propio peso del Madrid ante el Celta
El equipo de Ancelotti se lleva una victoria en la que le costó anotar frente a un rival inofensivo que se marcó dos veces en propia puerta y en la que Arda Güler estrenó su cuenta goleadora
La victoria del Real Madrid fue rarísima. Acumuló tiros y tiros y los goles se los terminó marcando el Celta. El estallido de Rüdiger después del 2-0 resumió la paradoja de la tarde del domingo en el Bernabéu: celebró con entusiasmo un gol que quedará en los registros como de Guaita en propia puerta. Pero el camino hasta ese punto había resultado un poco desesperante. El Madrid gobernó de manera total, tiró 24 veces, pero no terminaba de volcar el duelo a su favor. Rüdiger se vio en el centro de ese desconcierto. En la prim...
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La victoria del Real Madrid fue rarísima. Acumuló tiros y tiros y los goles se los terminó marcando el Celta. El estallido de Rüdiger después del 2-0 resumió la paradoja de la tarde del domingo en el Bernabéu: celebró con entusiasmo un gol que quedará en los registros como de Guaita en propia puerta. Pero el camino hasta ese punto había resultado un poco desesperante. El Madrid gobernó de manera total, tiró 24 veces, pero no terminaba de volcar el duelo a su favor. Rüdiger se vio en el centro de ese desconcierto. En la primera parte cabeceó un córner que detuvo Guaita sobre la línea y que Vinicius solo pudo convertir en gol al segundo rechace. En la segunda, remató otro al travesaño y solo un rebote en la espalda del portero lo llevó a la red.
También el 3-0 fue en propia puerta. Vinicius lanzó un delicado centro a la cabeza de Joselu, pero el balón le pasó unos dedos por encima, agitándole el cabello, y cuando ya caía Carlos Domínguez, que retrocedía, lo metió en la portería sin querer. Así ganó el Madrid, un poco por la fuerza de la inercia que creó, pero que terminó rematando el Celta. Y así se mantiene en cabeza con siete puntos de ventaja sobre el Girona y ocho sobre el Barça.
Salió así bien del valle de baja tensión que atravesaba desde que tumbó un mes atrás al equipo de Míchel en casa, también 4-0. Sin que el Celta le exigiera subir las pulsaciones. Rafa Benítez dispuso una defensa de cinco retrasando a Mingueza para ayudar a Manquillo con Vinicius por la derecha. Pero el brasileño no salió con su versión expansiva. Intentó una lambretta, sí, pero el equipo atacaba sobre todo por el otro costado. Sin Kroos en el campo, cuyo lugar ocupó Modric, Valverde empujaba de manera insistente por la derecha, donde Lucas Vázquez tenía una de sus tardes más incisivas, a menudo pisando el área de Guaita. Ellos dos, con Modric y algo de Rodrygo, insistían en hundir por allí a un Celta contemplativo.
Valverde dejaba otro despliegue exuberante al tiempo que medido y con claridad para encontrar las grietas por la derecha. El ataque lo dirigían él y Camavinga, que pese a que ejercía de pivote se dejaba ver por posiciones muy avanzadas. El Celta apretaba de manera tan leve que el francés se asomaba con alegría al área contraria. Cinco de los diez primeros diez tiros del equipo fueron suyos. Dominó el centro del campo en todos los registros y entre él y Valverde permitían a Modric flotar libre entre líneas.
Cuando el Celta tenía la pelota, era más a partir de las pérdidas del Madrid que de su propia intensidad para recuperarla. Casi siempre se encontraban muy lejos de Aspas y Larsen, en el que Rüdiger había fijado su atención de manera especial. Le dejó poco aire para respirar.
En ese escenario relajado, el Madrid rondó el gol, pero marcó a balón parado. Rüdiger cabeceó un córner de Modric y Guaita salvó con los pies. Vinicius cazó el rechace, pero el portero, ya vencido, alargó el brazo izquierdo y volvió a salvar. Pero la pelota regresó al brasileño, que no falló la segunda. Otra vez en modo cazagoles, su tercer tanto desde el área pequeña de los últimos cuatro que ha anotado.
El brasileño repitió diana desconectada del regate o la conducción, y también estallido de ira. En la segunda parte, derribó de un empujón a Mingueza casi en el mismo punto del campo en el que tiró a Orbán el martes contra el Leipzig. El jugador del Celta había corrido unos diez metros enganchado a la camiseta de Vinicius, que acababa de escaparse de otro enganchón. Cuando se hartó de arrastrar a Mingueza, se frenó y el árbitro pitó la falta, se desahogó empujándole.
Vinicius no era el único frustrado. Al Madrid se le empezaba a hacer bola un partido que no le había exigido demasiado, pero que no acababa por inclinar de su lado de manera definitiva. El más empantanado era Rodrygo, que atraviesa otro momento de bajón, el segundo ya de la temporada. Se movió bien en compañía de Vinicius, pero cuando fijaba la mira en la portería allí solo veía a Guaita. Tiraba de cerca, sin interferencias por medio, y el balón acababa en el regazo del portero. Lo hacía desde algo más lejos, y también, siempre al centro. Mantiene esa ligereza de pies que le permite culebrear como sobre patines, pero se ha desconectado del gol.
Brahim aguantó más sobre el campo que el brasileño, al que Ancelotti retiró para meter a Joselu. El Bernabéu despidió en pie al malagueño, que se fue un minuto antes que Modric. Con el croata el cariño de la grada se multiplicó. A nadie se despide en Chamartín como a Modric, siempre con la incertidumbre de si será la última vez, siempre con el empeño de que no olvide ninguna, como si todas fueran la última.
El croata se va y por fin empieza a llegar Arda Güler. El turco relevó a Vinicius en el minuto 89 y con eso tuvo suficiente para estrenar su cuenta goleadora. Fue el único tanto limpio del Madrid, ya en el añadido. Ceballos le filtró un balón al área, Güler recortó a Guaita hacia la derecha y marcó con su pierna menos hábil. Un fogonazo de ilusión en una tarde frustrante, pero de goleada.
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