El Madrid se queda a un suspiro en un confuso final del árbitro
Vinicius, que soportó la presión de Mestalla en su regreso, despierta con dos goles a un equipo que comenzó al paso ante un rival intenso y rozó la victoria en el último instante
El partido se anunciaba volcánico por el regreso de Vinicius a Mestalla, pero después de una noche tensa pero sin sangre, la erupción la terminó provocando la extraña manera que tuvo el árbitro de terminar el partido. Quedaba un último córner, que iba a ser lo último, pero no lo fue. Brahim recogió el despeje, se giró para centrar, y entonces, quizá con el balón ya volando, sonó el silbato, Bellingham cabeceó lo que habría supuesto el 2-3 y Gil Manzano casi se ve en el centro de una tangana. Hasta entonces había sido el encuentro de Vinicius, pero no por lo que se esperaba. El brasileño, super...
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El partido se anunciaba volcánico por el regreso de Vinicius a Mestalla, pero después de una noche tensa pero sin sangre, la erupción la terminó provocando la extraña manera que tuvo el árbitro de terminar el partido. Quedaba un último córner, que iba a ser lo último, pero no lo fue. Brahim recogió el despeje, se giró para centrar, y entonces, quizá con el balón ya volando, sonó el silbato, Bellingham cabeceó lo que habría supuesto el 2-3 y Gil Manzano casi se ve en el centro de una tangana. Hasta entonces había sido el encuentro de Vinicius, pero no por lo que se esperaba. El brasileño, superó la presión ambiental con dos goles, pero distintos de lo habitual. Fueron dos remates de área pequeña en una noche en la que no consiguió burlar a Foulquier. Pero no fue suficiente para que el Madrid remontara la buena función que desplegó un Valencia muy intenso.
El Real había salido a adormecer el partido, a bajar las pulsaciones de un choque que llevaba casi diez meses calentándose, meciendo la pelota de un lado a otro en la lejanía. Pero el Valencia no había ido a lo mismo, sino a encaramarse a la excitación, y cabalgándola, descarrilar el control del rival. En los primeros 30 segundos, ya habían tirado a la hierba con faltas a Rodrygo y a Vinicius.
Baraja envió a su gente a apretar muy arriba, a buscar provocar fallos en ese control suave del Madrid. Kroos, Valverde y Camavinga secuestraron la pelota al comienzo, como esperando que se cansara no solo el rival, sino la grada que colgó a Vinicius el cascabel de los silbidos. El brasileño entró al campo con las pulsaciones bajas. Apenas recibía el balón, se deshacía de él. Parecía dispuesto a poco, pero con poco era la única amenaza. Puso a Bellingham en el área con un pase con el exterior y la primera vez que se lanzó a la carrera, más de 20 minutos después del principio, Foulquier lo derribó cuando se encontraba a un palmo de pisar el área.
El resto del Madrid era esa circulación espesa con la que dejaba pasar el tiempo. El Valencia no cataba mucho el balón, pero aguardaba el instante con avidez. Javi Guerra cazó un mal pase, se libró de Camavinga con un buen regate y desató el caos. Encontró a Foulquier en la derecha, que avanzó hasta la línea de fondo perseguido por Vinicius. El brasileño robó, pero la perdió enseguida y el francés consiguió sacar un centro al otro lado. Le cayó a Fran Pérez, que tiró mal, pero Hugo Duro, con unos reflejos extraordinarios, convirtió el mal disparo en un buen pase y cabeceó a la red.
El gol desconcertó tanto al Madrid que Carvajal se equivocó en un pase sencillo. Yaremchuk recogió el regalo, esquivó a su compatriota Lunin y dejó al Real sonado con el segundo. Se había presentado en Mestalla como si lo hiciera a llevar la paz mundial y se encontró con dos sopapos de los que tardó en despertarse. Tenían el balón, pero el dominio del centro del campo había caído en manos de Javi Guerra y Pepelu, dos ya no tan recién llegados que ha adquirido una jerarquía formidable.
Al equipo de Ancelotti lo comenzó a espabilar Carvajal, que había cometido el error del 2-0 y se redimió con un pase raso al área que superó a Mamardashvili y a cuyo encuentro acudió Vinicius para llegar al descanso más cerca en el marcador.
El Real dejó la diplomacia en el vestuario y el Valencia empezó a sentir la amenaza. Bellingham sentó un defensa con un recorte en el área y Mamardashvili sacó con el pie lo que ya parecía dentro. Baraja comprendió lo que se le venía encima y no quiso dejarlo crecer. Intervino e introdujo a Guillamón y Diego López, que apenas entró, dispuso de un remate a un metro de la línea. Pero era el turno de Lunin para el imposible: también espantó el gol con los pies y mantuvo al Madrid en la lucha.
Ancelotti entendió que había terminado el tiempo del cartesianismo de Kroos y optó por el desorden creativo de Modric, que entró acompañado de Brahim. El malagueño devora cada instante. Es un agitador indescifrable. Envió muy cerca del palo un tiro con el exterior y poco después puso la pelota flotando a la portería, Vinicius cazó la mariposa con la cabeza y volvió a anotar.
El Madrid buscó más y el Valencia seguía encendido. Intercambiaron golpes hasta que Gil Manzano desató el caos final.
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