Xavi y los monos del Big Data
El entrenador del Barça se siente condenado por algo tan complicado de gestionar como el azar. Pero, ¿cómo le juzgaríamos si finalmente lograse ganar la Champions League?
El otro día un amigo me dijo que su pareja y él se habían separado. Hacía años que buscaban un hijo mediante farragosos procesos de fertilidad, pero no llegó. Él cree que ese dato no tiene nada que ver con la ruptura, el problema venía de lejos, me prometió. Años de discusiones, fricciones y dolorosa distancia. Al mismo tiempo que apuntalaba su argumento, no tuvo más remedio que aceptar que si su mujer se hubiera quedado embarazada, todavía seguirían juntos. La vida es así de imprecisa y se escribe desde la perspectiva de los resultados, me dijo. Si la bola roza la red, pero pasa al otro lado ...
El otro día un amigo me dijo que su pareja y él se habían separado. Hacía años que buscaban un hijo mediante farragosos procesos de fertilidad, pero no llegó. Él cree que ese dato no tiene nada que ver con la ruptura, el problema venía de lejos, me prometió. Años de discusiones, fricciones y dolorosa distancia. Al mismo tiempo que apuntalaba su argumento, no tuvo más remedio que aceptar que si su mujer se hubiera quedado embarazada, todavía seguirían juntos. La vida es así de imprecisa y se escribe desde la perspectiva de los resultados, me dijo. Si la bola roza la red, pero pasa al otro lado de la pista, el partido continúa. Mientras me lo contaba, pensé en el Barça de Xavi y en lo que sucedería si ahora que el equipo ha encadenado una gran racha ganase la Liga y la Champions. ¿Cómo deberíamos juzgarlo? ¿Qué haríamos con él? ¿Qué peso tendrían entonces los robustos argumentos escritos estos días para condenarlo y los memes con los que nos reímos? Ese pensamiento, claro, no se lo conté entonces a mi amigo.
El director general de Manchester City, Ferran Soriano, que también lo fue del Barça en su etapa de esplendor, publicó un libro que se llamaba La pelota no entra por azar. Obviamente, se trataba de un manual de gestión deportiva que venía a decir que los éxitos en esta materia siempre tienen que ver con lo que sucede primero en los despachos. El triunfo en el campo exige que no haya cabos sueltos cuando suena el silbido inicial. Solo faltaría que un CEO dijera otra cosa, claro. Y es cierto que repetir el éxito al frente del City después de lograrlo en el Barça le avalan completamente. Pero la teoría me recordó aquella otra según la cual si uno o varios primates aporreasen las teclas de una máquina de escribir de forma infinita, podrían llegar a escribir las obras completas de William Shakespeare.
El teorema del mono infinito —así se llama— inspiró también un capítulo de la cuarta temporada de los Simpsons. Homer visitaba al viejo y despótico Sr. Burns en su mansión y descubría que una de las habitaciones tenía a mil simios encadenados que habían logrado ya combinar las palabras exactas para el arranque de Historia de dos ciudades, de Dickens. Aquel episodio sirvió en 2011 a un programador informático de Montana para diseñar un sistema capaz de generar segmentos de texto aleatorios hasta completar las obras del dramaturgo británico. Monos, aunque fuesen virtuales, tecleando al son del algoritmo. Y esa podría ser la clave, porque Xavi dijo el otro día que el Big Data que maneja le dijo que el Barça podría ser líder. Claro, ¿pero con cuántas combinaciones? ¿Cuántas horas aporreando un teclado?
El Big Data es un poco eso. Puede decir lo que uno quiere que diga. Pero la clasificación es muy tozuda, especialmente en un deporte que se juega con los pies, una parte del cuerpo propicia a las imprecisiones. Por suerte para Xavi, las estadísticas no valen para nada en todo esto. Y puede que la bola no entre por azar, como diría Soriano. Pero sí pega contra el poste, sale desviada o se queda corta por ese motivo. De hecho, aproximadamente el 40% de los goles que se marcan tienen que ver con situaciones no planificadas ni fruto de preparación atlética o técnica. O sea, de chiripa. Como cuando Lukaku falló el gol delante de Ederson en la final de Champions contra el City el año pasado que habría podido cambiar el resultado final. O imaginemos que Messi no hubiera mandado al travesaño el penalti contra el Chelsea en la semifinal de 2012, quizá todavía seguiríamos juntos. Como mi amigo y su pareja.
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