El martirio de Xavi como entrenador del Barcelona

La renuncia del técnico azulgrana resulta comprensible desde el punto de vista personal pero no profesional

Xavi Hernández, en segundo plano, cabizbajo, mientras Joan Laporta, presidente del club, dirige unas palabras a la plantilla. Foto: FCB (FCB) | Vídeo: EPV

Nadie discute la condición de barcelonista de Xavi, jugador y capitán de un equipo que alcanzó la cima del mundo con el juego y los títulos, protagonista en santuarios como el de Wembley. Aquel futbolista se convirtió en una celebridad después de sobrevivir a la adversidad y al cainismo propio del Barça. Xavi descartó incluso una ficha millonaria del Milan y se sobrepuso a la comparativa con Guardiola. No era un medio ...

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Nadie discute la condición de barcelonista de Xavi, jugador y capitán de un equipo que alcanzó la cima del mundo con el juego y los títulos, protagonista en santuarios como el de Wembley. Aquel futbolista se convirtió en una celebridad después de sobrevivir a la adversidad y al cainismo propio del Barça. Xavi descartó incluso una ficha millonaria del Milan y se sobrepuso a la comparativa con Guardiola. No era un medio centro, sino un volante a partir del que se articulaba el juego barcelonista y el de la selección de Luis y Del Bosque. Tenía además personalidad y carácter para mediar en conflictos tan difíciles como los que se planteaban de vez en cuando alrededor de Messi o en las relaciones con los internacionales del Madrid en tiempos de Mourinho. El mismo Míchel, el entrenador del Girona, afirmó ayer en Vigo: “Xavi es el Barça”.

Así que a nadie le extrañó que se convirtiera en el entrenador azulgrana en sustitución del destituido Koeman por más recelos que tuviera Laporta. Ningún aspirante conocía el club como Xavi. Acaso las dudas estaban en su aptitud como entrenador después de una estancia en Qatar. Tampoco ayudaba la heterogeneidad de la plantilla ni la crítica situación económica de una entidad con tendencia a improvisar y a tener que negociar cada ficha con la Liga. Las circunstancias eran complicadas para cualquier técnico y el barcelonismo agradeció la valentía y ambición de Xavi. La dificultad estaba precisamente en armar un equipo competitivo después de alcanzar la clasificación para la Champions. El reto era deportivo y no social o institucional porque se le suponía precisamente inmune al entorno y a la capacidad autodestructiva del Barça.

No se entiende, por tanto, que haga responsable a la crítica interna y externa, sobre todo periodística, de su anunciada salida el próximo 30 de junio, un año antes de que acabe su contrato renovado en 2023. La renuncia resulta comprensible desde el punto de vista personal y humano si es que la situación se había hecho insostenible desde las derrotas con el Madrid, el Girona y en dos partidos intrascendentes a efectos de clasificación de la Champions. Xavi aspira seguramente a ser tratado de manera diferente, y si se quiere más respetuosa, aunque sus intervenciones hayan contribuido a la espiral de tensión a la que se refirió el sábado en Montjuïc. Y puede que hasta consiga poner fin al martirio que solo Xavi —y sus amigos— ha advertido, denunciado y sufrido como entrenador del Barça.

No será fácil porque, a diferencia de su percepción, el debate es futbolístico y, como tal, su decisión es discutible por más liberadora que resulte para Xavi. No parece, en cambio, la mejor solución para el Barcelona. El entrenador pretende seguramente un último golpe de efecto después de muchos intentos fallidos para provocar la reacción de unos futbolistas que en muchos casos no parecen demasiado implicados ni preocupados por la situación del Barcelona. Habrá que ver cómo afrontan ahora cinco meses con un técnico que saben que no continuará la próxima temporada, cuando se espera que el equipo regrese al nuevo Camp Nou.

La intención sería que el adiós funcionara como un revulsivo, de manera que nada tendría que ver con las renuncias anunciadas también por Klopp o Giráldez, por no recordar las de Luis Enrique o Valero Rivera. El caso de Xavi es tan particular y poco convencional que Laporta afirmó que aceptaba la fórmula porque quien la planteaba es una leyenda del barcelonismo que actúa con dignidad y quiere al Barça.

La directiva gana tiempo para dar con un sustituto con la esperanza de que no tenga que intervenir antes de tiempo si falla el plan de Xavi y peligra la clasificación para la próxima edición de la Liga de Campeones. No hay muchos precedentes de un entrenador destituido después de anunciar su partida con independencia de la suerte de su equipo en la Liga y la Copa de Europa.

El marcador decidirá la suerte de Xavi en una temporada en que la aspiración era jugar mejor al fútbol después de ganar la última Liga. El técnico no es el único culpable de la situación del equipo, sino que también ha ayudado y mucho la improvisada política deportiva del club, ahora dirigida por Deco. La figura de Xavi se ha debilitado progresivamente en el club, razón de más para sospechar que el suyo es un adiós a la carta, decidido desde hace tiempo, desde que sospechó que la directiva difícilmente le mantendría en el cargo a partir del 30-J.

La noticia no ha sido tanto que Xavi no seguirá a partir de junio, sino el momento en que se ha sabido y que haya sido el propio entrenador el que se haya inmolado a medio plazo y no el mismo día, abrazado a la bandera azulgrana. El Xavi entrenador, victimista y sobrepasado por la situación, nada tiene que ver con el Xavi jugador, que dejó con la palabra en la boca a todos los críticos del Camp Nou. Montjuïc se está convirtiendo definitivamente en el monte del calvario para el Barcelona.

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