Triunfo agónico del Atlético ante el Almería tras un desplome alarmante

Los de Simeone encauzaron rápido el partido con goles de Morata y Correa, pero permitieron que el equipo de Gaizka Garitano reviviera e hiciera méritos para empatar

Morata es felicitado por sus compañeros tras marcar el primer gol del Atlético al Almería (2-1).SUSANA VERA (REUTERS)

Lo que parecía que iba a ser un paseo con siesta placentera se convirtió en un suplicio para el Atlético. Su desplome tras los goles de Morata y Correa antes de la primera media hora de juego fue alarmante y puso en solfa una victoria que terminó por ser agónica. El Almería, que había hecho gala de su condición de colista en los primeros minutos del partido, se convirtió en un equipo amenazante que le perdió el respeto a los rojiblancos. Terminó el equipo de Simeone atrincherado en su área, con el reloj y el corazón en ...

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Lo que parecía que iba a ser un paseo con siesta placentera se convirtió en un suplicio para el Atlético. Su desplome tras los goles de Morata y Correa antes de la primera media hora de juego fue alarmante y puso en solfa una victoria que terminó por ser agónica. El Almería, que había hecho gala de su condición de colista en los primeros minutos del partido, se convirtió en un equipo amenazante que le perdió el respeto a los rojiblancos. Terminó el equipo de Simeone atrincherado en su área, con el reloj y el corazón en la boca y Oblak como salvador. El tanto de Baptistao y la retahíla infinita de balones perdidos desató la histeria en el Metropolitano. El ataque de orgullo del Almería puso contra las cuerdas a los futbolistas de Simeone, hechos un flan ante la posibilidad de no concretar un triunfo que encarrilaron muy pronto. Los errores en las entregas exasperaron a una hinchada que terminó por pitar cada pérdida de los suyos. En la banda, Simeone imploraba a sus jugadores por una calma en los pases que no apareció. El Almería hizo méritos para empatar tras su desastroso inicio de partido.

No había aguantado un cuarto de hora el equipo de Gaizka Garitano el empuje de los futbolistas rojiblancos, azuzados por resolver por la vía rápida con el ojo puesto en el duelo del miércoles contra el Lazio, con el que se jugarán el liderato de su grupo en la Champions que permite evitar a los grandes favoritos. Salió el Atlético muy enchufado. La alineación que armó Simeone destilaba la algarabía de la fórmula casera de jugar con Griezmann de interior y Correa y Morata de puntas. Parece muy convencido el preparador argentino de que, ante su público, la superioridad de su plantel sobre la mayoría de los rivales de la competición le da para ese lujo de colocar a Griezmann como tercer centrocampista para dar paso a un delantero más. Fuera de casa, Simeone aún no se ha atrevido con esa propuesta.

Más allá de que el Atlético debe afrontar un partido cada tres días hasta que cierre el año el 23 de diciembre en el partido aplazado con el Sevilla, el once también tenía cierto aire de castigos y toque de atención a Nahuel Molina, Giménez, Hermoso y Riquelme por sus errores en el Camp Nou. Llorente, Savic y Azpilicueta y Lino ocuparon sus puestos. Solo Witsel sobrevivió a esa criba en la línea defensiva que no hizo mella en la decisión con la que el Atlético fue a por el partido. Antes de que se cumplieran los primeros cinco minutos, Griezmann ya había batido a Maximiano, aunque el VAR anuló el tanto.

El francés fue el gran exponente del empeño de su equipo por liquidar el encuentro cuanto antes desde la presión sobre la salida de la pelota del Almería. Dos recuperaciones suyas en dos zonas distintas propiciaron los dos primeros goles del Atlético y desmontaron la defensa de cinco que planteó Garitano. El primer robo fue pegado a la banda izquierda, desde donde habilitó a Morata en la frontal del área. Desde allí, Morata firmó una doble maniobra majestuosa. Primero le rompió la cintura a Chumi y después sentó a Maximiano cambiándose la pelota de pierna para definir casi sin ángulo. Cuatro partidos llevaba sin marcar Morata, que vuelve a sentir la competencia del recuperado Memphis. Ya en el curso pasado y en el inicio de este pareció que al atacante madrileño le espolea sobremanera la pelea por el puesto con el neerlandés.

El segundo robo de balón de Griezmann fue en los alrededores de la medialuna del área rival. Esta vez abrió para la carrera de Llorente y el centro de este lo empujó sin oposición Correa. Un tanto para el alivio anímico del argentino, que salió tocado del Camp Nou después de fallar una clara ocasión que pudo significar el empate.

Con esos dos goles de ventaja antes de cumplirse la primera media hora, al Atlético le entró la modorra. Bajó las revoluciones y dejó de ser un equipo punzante. Permitió que el Almería se creciera antes del descanso con varias aproximaciones a la meta de Oblak que envalentonaron y revivieron a los futbolistas de Garitano.

Esa crecida del Almería y el sesteo de los rojiblancos se mantuvo en el arranque del segundo acto. Más vida para un equipo que parecía muerto y se vio imbuido de ese arreón orgulloso, premiado con un gol que puso de los nervios a los futbolistas de Simeone. Baptistao aprovechó un rechace de Oblak para marcar y el Atlético pasó del sueño placentero a la pesadilla. Un conjunto convertido en una máquina de perder balones, atenazado por los nervios y el miedo a tirar un partido que tenían encauzado. Oblak tuvo que hacer un par de intervenciones de mérito y Simeone tuvo que volver a reclamar el apoyo de la grada para sostener una victoria agónica.

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