España, a semifinales con sonrojo tras caer ante Italia

La selección pasa a la siguiente ronda de la Liga de las Naciones a pesar del desaguisado de entrar con 10 jugadoras en la segunda parte, error que le costó la compostura y el duelo (2-3)

Esther González, rodeada por tres rivales italianas en el duelo de Pasarón.Lavandeira (EFE)

El atildado y magnético fútbol de España riñe con toda lógica, pues aunque las jugadoras vencen casi todo lo que disputan, no ganan para disgustos por lo que acaece desde fuera del tapete.

Coronadas en el Mundial, su proeza se vio empañada por el beso no consentido del expresidente de la federación Luis Rubiales, al fin dimitido ante el acoso social y coherente. Y aunque las jugadoras pelearon con denuedo y éxito por sus derechos, al punto de que se negaron a ponerse de nuevo la camiseta hasta que no se cumplieran los cambios prometidos, todavía hay cosas que no pueden controlar. Como que en la anterior ventana la delegación no enviara la lista correcta a la UEFA para el último choque —Paredes se quedó sin jugar su partido 100, por ejemplo, ayer sí cumplido—; o como que en Pasarón saliera en la segunda parte con 10 y así estuviera unos minutos. Eso le costó el empate y la compostura, a la postre la derrota. Primer traspié de Tomé en el banquillo, y gatillazo menor porque Suiza venció a Suecia con anterioridad y eso bastaba para llegar a las semifinales de la Copa de las Naciones. Último escalón para lograr el pase a los Juegos —territorio inédito para la selección—, toda vez que le alcanzaría con pisar la final.

Sorprendió la propuesta osada de Italia, que pretendió jugar el esférico desde la raíz al tiempo que trató de presionar arriba, siempre con las líneas bien apretujadas y con la defensa tremendamente adelantada. Muchos metros a su espalda y puro barbecho para Salma Speedy Gonzales Paralluelo. La apuesta, sin embargo, le salió rana de inicio al equipo azzurro porque le faltaba pie para conjugar la bola desde atrás; también armonía en el ejercicio defensivo para cerrar los pasillos a una España que juega al abordaje y que con el balón entre las botas no tiene parangón. Otra cosa es lo que sucede desde fuera.

Resulta que el toco y me voy, el pase por bandera, ya es algo intrínseco en la selección, que tiene en Abelleira a la brújula y en Aitana al diapasón. Y tanto daba que no estuviera la diferencial Alexia —con incordiosas molestias en la rodilla que se operó hace un curso—, pues Jenni retrasó unos pasos su demarcación para actuar de enlace y trampolín, posición que le sentó de rechupete al equipo durante el Mundial. No fue distinto en Pasarón porque Salma fijaba a las centrales y estiraba en la medida de lo posible al equipo, jauja para que Jenni recibiera y se girara, para que La Roja se expresara en campo ajeno. Así llegó el tanto de Athenea, que recibió en el vértice del área y se marcó un delicioso baile de salón. Cintura que insinuó lo contrario de lo que hicieron los pies, regate y derechazo, gol para el deleite. Todo estaba en orden, España presionando y generando —disparo de Jenni que repelió la maraña de piernas rivales; chut desviado de Aitana; y gol anulado por fuera de juego a Mariona—, equipo sin límites. Al menos en el césped. Pero en los despachos o el banquillo es otro cantar.

Ocurrió que justo antes de empezar el segundo tiempo, España notificó dos cambios, ya conforme con el pase a semifinales, relevos para oxigenar las piernas. Uno el de Athenea por Lucía García, que salió a la carrera, sorprendida porque no le habían dicho nada. Y el otro el de Aitana por... nadie. 11 contra 10, situación dantesca e irreal, pifia morrocotuda. Se le reclamó presteza a Esther González, que no se había ejercitado en el descanso, pero cuando pisó el césped, en el minuto 49, Italia ya había festejado su gol, su empate, en el 46. Falló Cata en el pase y Giacinti hizo diana.

Pero el desconcierto ya era total, desnortadas las jugadoras y envalentonada Italia, que celebró otros dos tantos en menos de 20 minutos —uno a la contra y otro a la salida de un saque de esquina—, para luego recular las líneas y perder el tiempo. Digerida la cantada, en cualquier caso, España recobró el balón y el ímpetu, también las ocasiones. Como ese disparo lejano de Abelleira al larguero o ese remate cruzado y de cabeza de Alexandri. El tanto, sin embargo, lo hizo Esther tras un pase filtrado de Abelleira. Pero llegó tarde porque Italia se llevó la alegría y España, por un día, perdió el partido y los papeles.

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