Messi, ocho veces Cristiano y un poco Maradona
Dicen que la MLS no es fútbol de alta competición y que nadie se hace acreedor al máximo galardón individual del fútbol en apenas un mes. ¿Quién si no Leo?
Viendo a Messi esperar por su octavo Balón de Oro en el patio de butacas, me acordé de que el argentino calza un 43, pie grande para un cuerpo tirando a chico. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, usa el 41,5 con ese pecho suyo de gimnasta y una altura superior a la de Knickers, que era la vaca más alta del mundo allá por el año 2018, supongo que todavía seguirá viva: 1,87 mide el portugués según la Wikipedia y 1,80 el mastodonte bovino de Perth. Ambas...
Viendo a Messi esperar por su octavo Balón de Oro en el patio de butacas, me acordé de que el argentino calza un 43, pie grande para un cuerpo tirando a chico. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, usa el 41,5 con ese pecho suyo de gimnasta y una altura superior a la de Knickers, que era la vaca más alta del mundo allá por el año 2018, supongo que todavía seguirá viva: 1,87 mide el portugués según la Wikipedia y 1,80 el mastodonte bovino de Perth. Ambas comparaciones vienen al caso. Los argentinos lo miden casi todo en asados y a Messi le han comparado tantas veces con Ronaldo que ya no somos capaces de imaginar la justa medida del uno sin el otro. Es su campo de fútbol. O sus hospitales.
A Messi también lo comparaban con Maradona por lo evidente: es el único ser sobre la tierra que quiso ser Diego y lo fue. Un Diego centrado en el fútbol, alejado del boleo y las drogas, del alcohol y los amigos claudicantes que lo llenaban de todo cuanto pedía porque para eso era “el Diez”. Así lo llamaba el abogado Matías Morla cuando no se refería a él como “mi hermano de la vida”. Alguien contó en una ocasión que Morla no acudió al entierro de su propia madre por estar cuidando de los intereses de Diego.
Messi, que es Maradona sin todo cuanto hizo del ídolo un muñeco de trapo, también suma una familia que lo ha protegido del éxito en cuanto comenzó a dar muestras de ser cumplidor con los sueños. Por eso no ha necesitado llamar hermano a quien no lo es. Por eso pesa tanto la opinión de sus padres, sus hermanos, su mujer y puede, incluso, que la de sus hijos.
Maradona sufrió como un descuento la ausencia de Don Diego y Doña Tota. Se quedó solo pese a tener hermanos, hijos, nietos... Y se quiso morir tantas veces que uno piensa si no se empeñaría demasiado en volver a reunirse con ellos, tal era su fe. En Maradona, un podcast producido por Spotify y narrado por Jorge Valdano, se incide una y otra vez en la soledad absoluta del ídolo pese a estar todo el día rodeado de gente. También en su alcoholismo, la depresión y una cierta pasión autodestructiva por terminar cuanto antes. De todo eso se acuerda uno, por lo que sea, viendo a Messi esperar el Octavo. En eso y en el tamaño de sus pies, que será proporcional al de su leyenda en cuanto decida que el fútbol de alta competición ya forma parte de su propio pasado.
Hay quien dice que la MLS no es fútbol de alta competición, o de alto nivel. Y que nadie se hace acreedor al máximo galardón individual que entrega el fútbol en apenas un mes, por mucho que el Mundial sea cada cuatro años. Y por mucho que todos vivan y mueran por la posibilidad de levantar la Copa del Mundo, incluidos Messi, Cristiano Ronaldo y Maradona. “Mi sueño es jugar un Mundial”, contestó el Diego de 1970 cuando le preguntaron. “Y el segundo es salir campeón”. El fútbol es un deporte de madera al que uno pincha y no sangra, que intenta matar y no muere. Por el contrario, nos permite soñar. A ellos y a nosotros. A los protagonistas y a los penitentes. ¿Cómo no iba a merecer Messi su octavo Balón de Oro? ¿Qué merecemos entonces usted o yo?
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