El clásico de Bellingham: el Madrid gana al Barcelona en el descuento

La irrupción del jugador inglés, autor de dos goles, cambió a favor del Madrid un partido que había dominado durante más de una hora el Barça de Gavi

Jude Bellingham marcaba el sábado su segundo gol frente al FC Barcelona en Montjuïc.ALBERT GEA (REUTERS)

Jude Bellingham, un solista que a los 20 años actúa como un jugador orquesta, tal que fuera la reencarnación de Di Stéfano, arruinó en un momento la larga fiesta primaveral que se montó el Barça en Montjuïc con los Rolling Stones. Los azulgrana acabaron con la boca abierta y la lengua fuera después de la irrupción de la figura del Madrid ante el asombro de Mick Jagger y Ronnie Wood. El impacto de Bellingham fue sobrecogedor después de un laborioso e interesante ejercicio del ...

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Jude Bellingham, un solista que a los 20 años actúa como un jugador orquesta, tal que fuera la reencarnación de Di Stéfano, arruinó en un momento la larga fiesta primaveral que se montó el Barça en Montjuïc con los Rolling Stones. Los azulgrana acabaron con la boca abierta y la lengua fuera después de la irrupción de la figura del Madrid ante el asombro de Mick Jagger y Ronnie Wood. El impacto de Bellingham fue sobrecogedor después de un laborioso e interesante ejercicio del Barcelona capitaneado por Gavi. Nadie se acordó al final del Barça ni de los Rolling, sino que en el Olímpico se escuchó ―sin que sonara― el Hey Jude de los Beatles.

El Madrid, y por extensión el clásico, se resumió en Bellingham. El remonte y el liderato blanco, así como la crueldad que para los azulgrana supuso una derrota en el tiempo añadido, se explican por un jugador que ya suma 13 goles en 13 partidos, 10 en la Liga. El protagonismo de Bellingham convirtió en anécdota el previsible plan previsto por Ancelotti y el intervencionismo de Xavi. El madridista apostó simplemente por Mendy antes que por Camavinga, seguramente para que el equipo tuviera más simetría y orden defensivo, vulnerable como había sido por los costados en los últimos partidos, reducido en Sevilla. Juegue quien juegue, sin embargo, el Madrid acostumbra a conceder un gol en el arranque, también en Montjuïc. Gündogan quiso tirar una pared con Ferran, no acertó a cortar Tchouameni, tampoco estuvo fino Alaba con Rüdiger fuera de sitio y el alemán acabó por rematar a la red: 1-0

Gündogan es un buen llegador y pasador, indiscutible para Xavi, que anda ocupado, en cambio, con el mediocentro, un puesto que no acaba de funcionar en ausencia de De Jong. Así que el técnico optó por sacrificar a Oriol Romeu a cambio de ganar un tercer central que está muy en forma como Íñigo Martínez, mientras el disperso Cancelo abría el campo como un clásico 7. El clásico admite muchos gestos para generar expectativas hasta que la pelota se pone en juego; entonces no valen las bromas, mucho menos con los lesionados, que son muchos en el Barça —en el banquillo se quedaron Raphinha y Lewandowski.

La excelente dinámica de Gavi, Gündongan y Fermín en la medular validaron la apuesta de Xavi. El Barça era un equipo compacto, muy concentrado en defensa y tan selectivo como directo en las llegadas, como se demostró poco después del gol de Gündogan con un tiro al palo de Fermín después de una recuperación de Gavi. El volante gobernaba en la cancha mientras el Madrid se empachaba de balón y solo respiraba de vez en cuando por el lado de Vinicius, vigilado por Araujo, y más tarde por el de Carvajal, percutor ante Balde. El lateral era el único madridista que se imponía en sus duelos después del 1-0.

El Madrid, destensado y contemplativo, sin agresividad ni nervio, no encontraba la portería de Ter Stegen y tampoco sabía cómo cerrar la de Kepa. El Barça se mostraba más enérgico, fortalecido por Gavi y Fermín, y estirado por João Félix. La única preocupación azulgrana era la tarjeta que tomó Fermín. Gil Manzano imponía su arbitraje sin más apuro que la administración de tarjetas y un posible penalti de Tchouameni por agarrón a Araujo a la salida de un córner que acabó con una amarilla para Ferran Torres.

Al Barça, tierno y perezoso en los repliegues, le obsesionaba no perder el balón para no facilitar las contras del Madrid, de manera que se entregó a menudo a un ejercicio de contención que poco a poco propició el mando del Madrid. Las mejores ocasiones, sin embargo, seguían cayendo del bando azulgrana: Iñigo Martínez remató al poste y Kepa rechazó después el remate de Araujo, mientras Cancelo no acertó a embocar a portería en una acción mal defendida por Camavinga, sustituto de Mendy. El portugués empezó a encontrar campo y pelota en un equipo reforzado ofensivamente con la entrada de Lewandowski.

Ancelotti respondió sin más, jugador por jugador, Modric y Joselu por Kroos y Rodrygo. El Madrid, sin embargo, empezó a chutar y se encontró con un golazo de Bellingham. El madridista enganchó un rechazo fuera del área y venció a Ter Stegen, débil de manos, más vulnerable que en la pasada Liga. El gol confirmó el agotamiento del Barça personificado en Fermín. Los azulgrana perdieron la pelota y el control ante la impaciencia de la afición entregada: hubo una entrada récord de espectadores en Montjuïc (50.112). La grada suspiró cuando el árbitro no vio penalti en una entrada de Araujo a Camavinga.

La rueda de cambios pareció ayudar al Barça a equilibrar el partido, cada vez más abierto, sobre todo porque los azulgrana salieron de su cancha a cambio de propiciar las contras del Madrid. El seguidor azulgrana ya está acostumbrado en cualquier caso a que su equipo se venza en los últimos tramos de los partidos de Liga y Champions. La diferencia es que enfrente estaba el Madrid, mejorado con Modric y Camavinga, y sobre todo Bellingham. El inglés remachó en el tiempo añadido un centro de Carvajal tocado con fortuna por Modric para desespero del fatigado Barça, superado por un Madrid con más físico, más pegada, más madurez y más puntos —cuatro— con la venia de sir Bellingham.

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