Alegría del Madrid en Braga rumbo al clásico
El Real se impone al animoso equipo portugués en un partido en el que vuelve a marcar Rodrygo y que, a cuatro días de visitar al Barça, deja la ligera inquietud de las molestias de Bellingham
El Real Madrid escapó del interior de la roca de granito donde se levanta el estadio de Braga con más incomodidades de las que sospechaba, después de masticar a un rival que ha alargado sus partidos de Champions siempre hasta la última raya del cronómetro. El equipo de Ancelotti amplió el pleno de victorias en su grupo de la Copa de Europa, y roza los octavos, pero sal...
El Real Madrid escapó del interior de la roca de granito donde se levanta el estadio de Braga con más incomodidades de las que sospechaba, después de masticar a un rival que ha alargado sus partidos de Champions siempre hasta la última raya del cronómetro. El equipo de Ancelotti amplió el pleno de victorias en su grupo de la Copa de Europa, y roza los octavos, pero salió de Portugal, ya con el clásico del sábado en la mirilla, con la inquietud de las molestias con las que dejó el campo Jude Bellingham, que también alargó su pleno de goles: tres en tres partidos. El Real se impuso por poco, cuando el panorama inicial llevaba a pensar que sucedería de otro modo.
No resultaba sencillo saber para quién era más trampa el plan del Braga, con una defensa muy adelantada, siempre pensando en lanzarse hacia la portería de Kepa. A simple vista, una temeridad. Iba a atacarles Vinicius, con una colección aterradora de carreras a campo abierto. Pero quizá también se trataba de un cebo para provocar la precipitación del Madrid, invitado constantemente a buscar premio en el galope del brasileño.
Buscó esa vía desde muy pronto, empezando por dos pases en diagonal de Rüdiger desde su pequeña loma de la retaguardia. Esos envíos no alcanzaron a Vini, pero anticipaban las intenciones del equipo, muy tentado con la invitación.
El Braga ya había sufrido así mucho la jornada anterior en su visita al Unión Berlín, que explotó ese terreno a la espalda de los defensas y llegó a colocarse 2-0. Aunque los portugueses terminaron remontando. Se trata de un equipo que no se permite apenas pausa en su búsqueda del marco rival. Empujan desde el medio el libio Al Musrati y Zalazar, hijo de aquel centrocampista célebre del brillante Albacete de Benito Floro. Y aceleran por fuera el sueco Jo Mendes por la derecha y el colombiano Cristian Borja por la izquierda. Sin mucho circunloquio. Hasta asustar a Kepa en su área, aliviado por los bloqueos de Bellingham y Rüdiger.
El Madrid aguantaba el entusiasmo del equipo de Artur Jorge esperando el pase definitivo, mientras Camavinga sostenía el centro del campo esta vez como mediocentro, acompañado por el energético Valverde y por Luka Modric, que trataba de amasar un poco las operaciones. Pero el partido iba de golpes directos, y mientras el croata reclamaba masticar el juego, Nacho volvió a buscar la carrera de Vinicius, que cazó la pelota con un metro de ventaja sobre Serdar. Pero se enredó en el avance hacia la portería, y el central recuperó el sitio. Desde que regresó de la lesión, el brasileño no termina de fluir como antes. Sin embargo, burló al defensa turco y puso el balón adonde llegaba Rodrygo con Niakaté. Después de dos meses y casi mil minutos, el brasileño volvió a marcar. Un alivio.
Aunque el partido tardó en transformarse. El panorama de un Madrid expectante y directo, y un Braga animoso se mantenía. Y mientras avanzaba, Vinicius se iba afinando y Serdar maduraba, exigido una y otra vez por el brasileño, machacón en los esfuerzos, pese a que no encontraba muchas salidas en su regate, antaño tan esclarecedor. Pero algo se anunciaba por ahí, porque el brasileño se encontraba cada vez más a menudo con Bellingham.
El paso por los vestuarios deparó una fase en la que el Madrid se entretuvo algo más en la elaboración. Gobernó entonces con la pelota, después de haberlo hecho a partir del control del espacio, contemplando desde atrás a la espera de que se abrieran páramos a la espalda de la defensa. De todas formas, cuando volvió a golpear, lo hizo de nuevo a la carrera. Valverde leyó el desmarque de Rodrygo, casi en línea, al milímetro, con un defensa. Su pase al otro lado a punto estuvo de escapársele a Vinicius. Pero aguantó y encontró a Bellingham en la frontal. Su tiro tuvo una precisión quirúrgica, y con esa precisión alargó su trayectoria de metrónomo letal: tres partidos de Champions con el Madrid, tres goles.
El tanto provocó algo inesperado: en lugar de bajar la cabeza, el Braga se revolvió. La respuesta, casi instantánea, la procuró Álvaro Djaló, un futbolista de 24 años nacido en Madrid, criado en Bilbao y con nacionalidad guineana, que emigró a Portugal ya de juvenil. Les quedaba vida, y Artur Jorge aún tenía armas en el banquillo: introdujo dos delanteros, Bruma y al español Abel Ruiz, nueve de la selección sub-21. Se desplegó un intercambio de golpes en el que un tiro muy cercano de Horta se estrelló en Kepa. Ancelotti no logró aplacar la rebelión ni echando mano de Mendy y Tchouameni, por Rodrygo y Fran García, algo inseguro en defensa. Pese a eso, Abel Ruiz y Vinicius rondaron de nuevo el gol. Del intercambio, el Madrid salió aún líder del grupo, pero con las dudas de Bellingham para el clásico.
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