Verstappen y Alonso chapotean como nadie

El holandés iguala en Zaandvort el récord de nueve triunfos consecutivos, y el asturiano vuelve al podio más de dos meses después

Max Verstappen y Fernando Alonso, durante el GP de los Países Bajos de este domingo. Foto: REMKO DE WAAL (EFE) | Vídeo: EPV

Por más fácil que pueda parecer visto por televisión, hacer lo que hace Max Verstappen cada domingo de carreras es complicadísimo. Si bien es cierto que Red Bull ha proyectado en el RB19 el coche casi perfecto, un prototipo visto por la mayoría como el más dominante de la historia del certamen, los números de Sergio Pérez, su compañero en la escudería del búfalo rojo, no tienen nada que ver. Tan es así que poco importa que el mexicano figure el segundo en la tabla de puntos, po...

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Por más fácil que pueda parecer visto por televisión, hacer lo que hace Max Verstappen cada domingo de carreras es complicadísimo. Si bien es cierto que Red Bull ha proyectado en el RB19 el coche casi perfecto, un prototipo visto por la mayoría como el más dominante de la historia del certamen, los números de Sergio Pérez, su compañero en la escudería del búfalo rojo, no tienen nada que ver. Tan es así que poco importa que el mexicano figure el segundo en la tabla de puntos, porque el runrún que circula por el paddock acerca de la posibilidad de que Checo se vea forzado a cambiar de aires incluso a final de la presente temporada retumba cada vez con más fuerza a medida que el calendario va descontando paradas. No hay nada que hacer con Verstappen; ni los sábados —8 pole de 13—, ni los domingos —11 victorias—. Cuesta mucho recordar la última vez que el holandés cometió un error. Ni en un fin de semana de los planos ni tampoco en esos que se enroscan, normalmente por el agua, como fue este último, en Zaandvort (Países Bajos), convertido en un frenético correcalles que incluso llegó a neutralizarse durante tres cuartos de hora.

Delante de una legión de fieles que lo veneraron desde que salió a la pista el viernes, el actual campeón fue cogiendo cuerpo de menos a más hasta terminar donde casi siempre: en el escalón más alto del podio. Allí lo acompañó Fernando Alonso, que volvió al cajón dos meses y medio después (Canadá), en otra muestra del mordiente que todavía tiene el asturiano a sus 42 años. El piloto de Aston Martin se construyó sus opciones en tres momentos. De entrada, en una de esas arrancadas de las suyas, en la que les tiró el coche a Alex Albon y a George Russell para ganar dos plazas y colocarse el tercero. Más tarde, a 20 giros para el final, al corregir el fallo de Aston Martin en su tercera parada, en la que perdió cinco segundos más de la cuenta por un problema con la pistola de la rueda delantera izquierda. En esa mala operación, el bicampeón del mundo con Renault (2005 y 2006) perdió la posición con Carlos Sainz (terminó el quinto), quien, sin embargo, no pudo con la fuerza de su compatriota. Y para rematarlo, el ovetense se mantuvo en pista al final, cuando cayeron los chuzos de punta que obligaron a parar la prueba. Pierre Gasly finalizó el tercero como consecuencia de la sanción de cinco segundos impuesta a Pérez.

Alonso y Verstappen celebran su victoria durante el GP de los Países Bajos de este domingo. Remko de Waal (EFE)

La aparición de la lluvia cinco minutos antes de salir disparó las pulsaciones y alteró los planes de la mayoría, calzados todos los bólidos con gomas lisas. Red Bull optó por utilizar a Checo como conejillo y lo llamó al garaje para colocarle las gomas rayadas. La maniobra le salió redonda al piloto de Guadalajara, que pasó a liderar la prueba cuando el resto del pelotón le copió la estrategia y se metió en el taller tras comprobar que el chaparrón no amainaba.

Pocos alicientes funcionan mejor llegado el momento de picar a Verstappen que el ver a su vecino al frente del grupo, como quedó cristalinamente probado en seis vueltas, de la sexta a la decimosegunda. En ese escaso margen, el indiscutible líder del Mundial se puso a rodar dos segundos más rápido que el chico de Jalisco para terminar superándolo en el garaje y recuperar la batuta. A partir de ese instante la carrera se reseteó y las cosas volvieron a su pulso natural. El ídolo local se dio a la fuga sin que el otro Red Bull pudiera echarle el gancho, mientras que la mayoría de los técnicos, desde los muros, echaba la vista al cielo para tratar de adivinar si los nubarrones que amenazaban con romperse terminaban haciéndolo y volvían a liarla. No es que la cosa se complicara, sino que se convirtió en una misión casi imposible para los corredores, que comenzaron a resbalar como si rodaran sobre hielo hasta el extremo de que los comisarios optaron por neutralizar la carrera a siete giros de la conclusión.

Pocos relatos mejor que este para ensalzar las figuras de Verstappen y Alonso. El primero igualó el récord absoluto de victorias consecutivas que Sebastian Vettel ostentaba en solitario desde 2013. El segundo dejó claro que no descansará hasta celebrar su famoso triunfo número 33.

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