España y Alemania, equipos multifórmula
La selección jugó de tres maneras a lo largo del partido. Los alemanes, de dos. Ambos equipos se adaptaron a las necesidades del momento, en un pulso glorioso que ganaron los nuestros
Valdano contaba que visitó a Guardiola en vísperas de la eliminatoria City-Real Madrid, y este le explicó que después de estudiar muchos partidos de los blancos para desentrañar su método llegó a la conclusión de que no era posible. No lo había, porque el Madrid variaba y se adaptaba a las circunstancias del partido.
Lo recordé este viernes viendo el Alemania-España, ...
Valdano contaba que visitó a Guardiola en vísperas de la eliminatoria City-Real Madrid, y este le explicó que después de estudiar muchos partidos de los blancos para desentrañar su método llegó a la conclusión de que no era posible. No lo había, porque el Madrid variaba y se adaptaba a las circunstancias del partido.
Lo recordé este viernes viendo el Alemania-España, un partidazo por muchos conceptos, también por ese: la capacidad de adaptación de ambos equipos a lo que el partido, con sus azares, sus fatigas y sus lesiones iba exigiendo. Por parte de España, vimos un equipo que supo atacar, eso lo dábamos por descontado partiendo de la base de sus dos excelentes extremos, pero que también supo batirse atrás cuando Alemania apretó. Nos echamos las manos a la cabeza, yo también, cuando De la Fuente retiró a Lamine primero y pronto a Nico, porque los teníamos como la esencia de esta nueva selección, cuyo modelo bautizó Álex Grijelmo como el tiqui-taca con pitones. Personalmente entendí mejor la de Lamine, que estaba teniendo desatenciones defensivas e incluso incurrió en una imprudencia en zona peligrosa, que la de Nico. Pero el equipo se reconfiguró de forma que pudo capear mejor el temporal, y al menos retrasar el gol hasta el límite del tiempo reglamentario.
Por su parte, Alemania salió con un ataque formado por una nubecilla de mediapuntas, sin delantero de referencia, en busca de combinaciones acertadas en torno a Gündogan, con Havertz, realmente un mediapunta, en tareas de falso nueve; los argentinos dicen nueve y medio, porque promedia dos funciones, la de punta y la de lo que allí llaman enganche. A los clásicos, entre los que me cuento, se nos hace extraño ver a Alemania jugar de esta manera, legado sin duda de nuestro tiqui-taca glorioso. Y se nos hacía más extraño sabiendo que existe Füllkrug, un delantero irruente y rematador, muy de la vieja escuela.
Bueno, pues cuando se vio por detrás en el marcador, Nagelsmann abjuró sin mala conciencia de esa fórmula de ataque tan digamos espiritual, hizo comparecer al tanque y pronto le acompañó de Thomas Müller. Balones a la olla. Füllkrug hundió nuestra defensa y en uno de tantos balones altos Wirtz cazó una devolución de Kimmich y empató sobre la bocina.
Desastre, pensé. Ahora estamos con un equipo hecho para contener, sin capacidad para estirar el campo, abocados a media hora de bombardeo. Nos van a machacar.
Pero el equipo supo adaptarse a la nueva necesidad, se movió poco a poco hacia arriba, casi siempre a través de Olmo, un jugador excelente que tuvo que comparecer pronto, por la lesión de Pedri, y que puede jugar en cualquiera de los tres puestos de la delantera o en la media punta. Ocupando precisamente la posición de Nico, estiró al equipo por su lado y por esa vía llegó el gol definitivo, marcado por Merino, el hombre que precisamente había entrado avanzada la segunda parte por Nico para amarrar. Y amarró, sí, pero cuando hizo falta apareció en el área para resolver el partido con un cabezazo que le lleva directo al santoral. Para esos momentos ya estaba Joselu en el ataque y España jugaba en la práctica un 4-2-4, con Ferran, Joselu, Oyarzabal y Olmo arriba. Y entre ellos apareció Merino para sentenciar.
España jugó de tres maneras a lo largo del partido. Alemania, de dos. Ambas selecciones se adaptaron a las necesidades del momento, en un pulso glorioso que ganaron los nuestros.
Unido a la reflexión de Guardiola sobre el Madrid de Ancelotti se concluye que esta Eurocopa, este tiempo, marca esa dirección para el fútbol: entrenadores que manejan varias recetas y jugadores dúctiles a servicio de ellas. El entrenador obseso de una planilla y un modelo con los que desembarca bajo el brazo donde va, es ya una limitación.
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