El pueblo de Mikel Landa ya es el pueblo de Unai Simón
El portero de la selección española, héroe tras los penaltis parados a Suiza, comenzó a jugar en Murgia, una pequeña localidad de unos mil habitantes y tradición ciclista
Diego Cueto entra en el bar La Fonda, en el pueblo de Izarra, en Álava, sede de una peña del Athletic, en las alturas de los montes de la sierra del Gorbea, y sin más preámbulos pide un chupito frío de Anís del Mono, y se pone a hablar de fútbol. Son las 12 del mediodía, en punto: “¡Vaya partido que hizo Unai Simón, se clasificaron por él!”, suelta este aficionado. Izarra está a ocho kilómetros de Murgia, precisamente el pueblo del héroe de la selección española al detener dos penaltis ...
Diego Cueto entra en el bar La Fonda, en el pueblo de Izarra, en Álava, sede de una peña del Athletic, en las alturas de los montes de la sierra del Gorbea, y sin más preámbulos pide un chupito frío de Anís del Mono, y se pone a hablar de fútbol. Son las 12 del mediodía, en punto: “¡Vaya partido que hizo Unai Simón, se clasificaron por él!”, suelta este aficionado. Izarra está a ocho kilómetros de Murgia, precisamente el pueblo del héroe de la selección española al detener dos penaltis contra Suiza en los cuartos de la Eurocopa (1-1 y 1-3). Allí empezó el portero a jugar al fútbol, en el campo de Zuia, en el equipo local, antes de recalar en el Aurrera de Vitoria. De allí lo captó el Athletic para Lezama y su equipo cadete.
Toda la actividad del pueblo está en los bares, nadie circula por la calle, ni pasan trenes por la estación, y menos pasarán cuando funcionen las vías del AVE. Hay rivalidad entre Izarra y Murgia, pero no tanta como para no reconocer el mérito del portero español. “Pues yo quiero que con la selección las falle todas, que las paradas las haga con el Athletic”, dice Andoni, desde el otro lado de la barra del bar, que es la sede de la peña del club rojiblanco, y que luce una camiseta con la efigie de Marcelo Bielsa. Pero está de broma: “Que todo le salga bien. Le conozco, he jugado al fútbol con su hermano toda la vida”, dice mientras atiende a los parroquianos. Interviene Cueto otra vez: “Estoy orgulloso de Unai, por él y por su familia. Después de lo que le criticaron por el fallo contra Croacia, le viene bien haber parado dos penaltis para callar bocas”.
El destino deportivo de Unai Simón, que comenzó en el campo de su pueblo y de momento ha culminado en una de las porterías del estadio Krestovski de San Petersburgo, lo marcó una decisión de la directiva del Athletic y que ejecutó el entrenador Eduardo Berizzo. El portero ya estaba en Elche en 2018, donde iba a jugar cedido en Segunda División, cuando su club decidió que Alex Remiro, el actual portero de la Real Sociedad, no jugaría más si no renovaba su contrato. Corrió el escalafón. Kepa Arrizabalaga se había marchado al Chelsea; Remiro, que apuntaba a titular, fue apartado, y el candidato a la portería, Iago Herrerín, se lesionó en la pretemporada. Unai rehizo las maletas en Elche, regresó a Bilbao y fue titular en la primera jornada de Liga. Dos meses antes era el cuarto en el escalafón; ascendió de golpe al número uno.
“Después del fallo ante Croacia, ha tapado bocas”, presume un vecino
Todo había comenzado 10 años antes, cuando fichó por el Athletic. Su padre acudía a cada partido en categoría cadete y juvenil con una cámara de vídeo con la que grababa los choques. Los lunes, en el primer entrenamiento de la semana, Unai llevaba un resumen editado con las acciones más relevantes, y le pedía a su entrenador, Gontzal Suances, que le señalara los errores que había cometido, y las cosas buenas que había hecho, para corregirlo o repetirlo. “Yo no había visto algo así”, confiesa Suances. “Era hace 10 años, nosotros ya analizábamos acciones de los partidos, pero Unai me pedía más detalles. Desde siempre es muy analítico, trata de interpretar todo el juego. El suyo y el del resto de los compañeros, y lo hace muy bien”.
Según el técnico que le dirigió en cadetes, juveniles y también en el Basconia, “el error que cometió contra Croacia no le pasó factura porque tiene mucha confianza en sí mismo”, y desmiente a quienes apuntan que tal vez no sea demasiado diestro jugando con el pie: “No es cierto. De los porteros a los que he entrenado, él y Remiro han sido los mejores en esa faceta. En el Athletic no juega tanto con los pies por las características del equipo, pero con la selección debe hacerlo y lo hace”. Según Gontzal Suances, “sabe que tiene que mejorar en el juego aéreo, pero le queda mucho margen”.
Entre Izarra y el pueblo de Unai Simón la carretera está momentáneamente cortada por una carrera ciclista. El fútbol y el ciclismo son, casi a partes iguales, los deportes más seguidos en el municipio de Zuia, donde se encuentra Murgia, el enclave que es la sede administrativa, a más de 600 metros sobre el nivel del mar, y los corredores ascienden 200 más hasta la meta, en el santuario de Nuestra Señora de Oro.
Abajo, en el pueblo, espera Mikel Landa, el ciclista del Bahrain, que se recupera de su caída en el Giro de Italia, y tiene que entregar los premios. Él también es de Murgia, hasta ahora su ciudadano más ilustre. ¿Le molesta que otro vecino ocupe el foco? “Qué va, me parece fenomenal que salga Unai, otro del pueblo, y de otro deporte para que se reparta la atención y que Zuia esté en la boca de la gente”, apunta. “No pude ver el partido, pero hoy ya he visto en todas las noticias que era el personaje destacado del día”. Mikel, de 31 años, y Unai, de 24, son de generaciones distintas. “A Unai le conozco poco, porque es unos cuantos años más joven que yo. A su hermano sí, me llevo muy bien con él”.
El repique de campanas
Murgia está llena de bilbaínos que suben Altube para disfrutar del fin de semana. Hace buen tiempo, luce el sol, pero no hace demasiado calor. Asier ha llegado por la autopista para comer en una de las terrazas de la plaza del Ayuntamiento. “¿Unai? Un fenómeno. Es verdad que ha tenido una temporada un poco rara, con algunos errores muy claros, pero creo que con el partido que hizo contra Suiza se olvidará todo. Desde luego, a muerte con Luis Enrique, que tiene las ideas muy claras y no se baja de ellas”.
Su padre le grababa en vídeo siendo cadete para analizar sus errores
Al otro lado de la plaza, en un pequeño campo de césped artificial, dos niños juegan con su padre, que hace de portero. Jon, de ocho años, es más tímido y responde con monosílabos, pero Javier, que juega con una camiseta del Real Madrid y el 4 de Sergio Ramos, no tiene problemas en enjuiciar a Unai: “Estuvo muy bien. Es un orgullo para el pueblo que fuera el mejor de la selección”.
Unai Simón es de Murgia, un pueblo de poco más de 1.000 habitantes, pero también de otro más pequeño, de solo 168, San Marcial del Vino, en Zamora, a 13 kilómetros de la capital, cuna de la familia paterna. Su padre salió de allí destinado al País Vasco, en los cuerpos de seguridad del Estado, y conoció a su madre, miembro de la Ertzaintza. Ambos, que estuvieron en San Petersburgo viendo a la selección, han tenido una gran influencia en la personalidad del portero. “Me alegro mucho por la familia de Unai”, dijo Luis Enrique. En el frontón de San Marcial, convertido en campo de fútbol, empezó a parar sus primeros balones, en aquellos interminables veranos de su infancia, arrojándose al suelo de cemento. En el pueblo, donde Unai tiene una peña, el viernes repicaron las campanas de la iglesia.
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