Unai Simón remedia a España

La Roja alcanza las semifinales de la Eurocopa gracias a su portero en la ruleta de los penaltis tras un partido en el que no supo gestionar un gol regalado por Suiza y jugar 48 minutos con uno más. Italia, próximo rival

Unai Simón detiene el penalti lanzado por el defensa suizo Schär.Kiko Huesca (EFE)

De un mal partido también sacó provecho España, ya en semifinales, el martes contra Italia. No le ahorró la congoja de los penaltis que Suiza le regalara un gol y luego tuviera que jugar 48 minutos con 10. Entre medias concedió otro gol de traca y se condenó sin dar con el fútbol en toda la jornada. Le faltó ritmo y le faltó nervio. Los helvéticos, con la heroica a cuestas, se quedaron en la orilla, frustrados por Unai Simón, un gigante desde su pifia ante los croatas, que detuvo dos lanzamientos en la ronda dec...

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De un mal partido también sacó provecho España, ya en semifinales, el martes contra Italia. No le ahorró la congoja de los penaltis que Suiza le regalara un gol y luego tuviera que jugar 48 minutos con 10. Entre medias concedió otro gol de traca y se condenó sin dar con el fútbol en toda la jornada. Le faltó ritmo y le faltó nervio. Los helvéticos, con la heroica a cuestas, se quedaron en la orilla, frustrados por Unai Simón, un gigante desde su pifia ante los croatas, que detuvo dos lanzamientos en la ronda decisiva, y la pica final de Oyarzabal. Unai valió por una semifinal. El fútbol puede ser de lo más reparador, lo ha sido para el meta vasco.

En una Eurocopa con tantos latidos, con tanto suspense, el España-Suiza fue una excepción hasta que víctimas y verdugos se confundieron en la loto de los penaltis. Antes, de no ser por tratarse de unos cuartos de final de un campeonato semejante, un peñazo solo sostenido por la intriga del desenlace. Por increíble que parezca, en el imponente estadio de San Petersburgo todo resultaba desangelado. Apenas suizos, apenas españoles, y la mayoría rusa solo encontró entretenimiento en la ola hasta que se decantó por el adversario español al verle como pulgarcito tras la expulsión de Freuler.

No hubo chispas, ni ganchos. La cosa era un sosaina trasteo español con la pelota sin picante alguno. Enfrente, una selección bien dispuesta para bloquear a los tres centrocampistas españoles, pero nada expansiva. Al descanso, las cuentas eran elocuentes. Un tiro a puerta. El de Jordi Alba, en dirección a las manos de Sommer, pero Zakaria metió la pata, desvió la pelota y esta le hizo una guasa a su portero. Ni un rematito de los helvéticos. Fútbol a granel. Sintomático: dos porteros mucho más intervencionistas con los pies que con los guantes.

Organizada para enchironar a Busquets, Pedri y Koke, Suiza llevó a rajatabla el plan. Shaqiri solía abrochar al capitán español. Freuler y Zakaria obligaban a los volantes españoles a moverse en dirección contraria. O sea, a jugar muy a menudo de espaldas, con la meta rival en el cogote. Como consecuencia, el equipo de Luis Enrique no fluía. Poca marcha, pocos decibelios. Todo rutinario. Tampoco encontraba España ventiladores por las orillas, donde Ferran y Sarabia apenas se aventuraron al uno contra uno. También se sujetaron Azpilicueta y Jordi Alba. Al margen del gol, una falta lanzada por Koke fue el único apretón para Sommer, el verdugo de Mbappé en los octavos, antes del intermedio.

Mejor abrochada en defensa, a la selección de Petkovic le costaba un mundo tratar con sus delanteros, ya fuera con el escurridizo Shaqiri o con Sefarovic, un ariete grúa. No daban con la tecla para sortear la adelantada defensa española, en la que Luis Enrique fijó de nuevo a los dos centrales zurdos.

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La atonía del equipo español se agudizó en el segundo acto. El seleccionador echó el lazo a Olmo por Sarabia y poco después envidó con Gerard Moreno por Morata. Nada surtió efecto. No intervino Petkovic, que ya había perdido por lesión a Embolo, pero su equipo dio un giro tras el descanso. Otra soltura, más vocación atacante. Un cabezazo de Zakaria y una incursión de Zuber cortada por Unai Simón pusieron en guardia a España. Se aventuraba el gol suizo y llegó. Otra chapuza española. Laporte fue al cruce, su despeje rebotó en Pau y el estrépito derivó en el empate de Shaqiri.

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España estaba tocada. A su rescate acudieron el suizo Freuler y el inglés Oliver. El primero entró en combustión y arrasó a toda mecha a Gerard Moreno y a la pelota que había por el medio. Con una tarjeta amarilla todos hubieran quedado en paz. Pero Oliver, el árbitro, tiró de roja y el VAR nada le corrigió. Son los tiempos, dicen. Era el minuto 77. Quedaba mucho trajín para los helvéticos.

El chasco suizo hizo respirar al conjunto de Luis Enrique, pero no acabó por cuadrar y el duelo se fue a la prórroga, el sueño suizo tras verse con 10. Llegó el refresco, con Marcos Llorente y Oyarzabal, y Petkovic se sintió obligado a fortalecer el dique y retirar a sus delanteros titulares. Suiza se jugaba las habichuelas sin Xhaka —sancionado desde octavos—, Shaqiri, Embolo y Seferovic, todos parte troncal del equipo.

Como era lógico, España, en superioridad, abrumó a su adversario en el tercer tiempo. A Suiza le quedaba la épica y, claro, Sommer, acribillado por Gerard Moreno, Oyarzabal, Olmo... Fueron varias las descargas españolas, pero nadie embocó. El mismo equipo que llevaba 10 goles en los dos partidos precedentes no pudo anotar uno ante un rival que estuvo 48 minutos con un jugador menos.

Guiños del fútbol, tan impredecible tantas veces. Sin más, cuestión de la ruleta de los penaltis. Se iluminó Unai, redimido con creces del error ante Croacia y reparador de los fallos de Busquets y Rodrigo, y Oyarzabal cantó el boleto para semifinales. Con luces y sombras, ahí va esta España, que sufre y golea. Una España, para bien o para mal, impredecible.

El seleccionador, Luis Enrique, durante el encuentro. En vídeo, declaraciones de Luis Enrique y de Unai Simón.Vídeo: AP / EPV

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