Modric: “Les tuvimos contra las cuerdas”
El centrocampista croata lamenta las ocasiones falladas en la prórroga y admite que empezaron muy atrás
No paraba de reírse Davor Suker, el presidente de la federación croata, cuando se acercó a la zona española una hora antes del partido. Ahí andaban a sus cosas su homólogo Luis Rubiales, el director deportivo, José Francisco Molina, y Luis Enrique. Por lo que se vio, con menos ganas de cachondeo. La diplomacia, los despachos y las relaciones públicas componen la vida actual del exgoleador del Sevilla y Real Madrid. Cuando se vio fuera de los campos, el banquillo le pareció ...
No paraba de reírse Davor Suker, el presidente de la federación croata, cuando se acercó a la zona española una hora antes del partido. Ahí andaban a sus cosas su homólogo Luis Rubiales, el director deportivo, José Francisco Molina, y Luis Enrique. Por lo que se vio, con menos ganas de cachondeo. La diplomacia, los despachos y las relaciones públicas componen la vida actual del exgoleador del Sevilla y Real Madrid. Cuando se vio fuera de los campos, el banquillo le pareció una “zona militar” y él no quería guerras, sino sonreír.
En lo que vino después cupo de todo y para todos. Sonrisas y lágrimas. Pero lo que no cambió fue que a Croacia hubo que ganarle muchas veces. Con el gesto desenfadado de Suker o con la mirada afilada de Modric, esta selección no regala victorias, ni en su versión más discreta. En el Mundial de 2018, donde salió subcampeona, alcanzó la final colgada de la agonía. En octavos contra Dinamarca y en cuartos ante Rusia pasó por penaltis. Y en las semifinales frente a Inglaterra lo hizo en la prórroga. Esta vez, España también ayudó bastante conspirando contra sí misma.
Arengaba el jefe de todos, Luka Modric, a los suyos al principio del tiempo extra. Sentían que volaban tras igualar en los cinco minutos finales un encuentro que todo el mundo les había dado por perdido. Y la prolongación arrancó con el madridista, que lo justo supera el 1,70 de altura, entrando como una caballería por el aire a Pedri, que tampoco es un pívot. Fue falta clara, pero la acción reflejó la crecida croata y el afligimiento español.
El madridista, muy retrasado en el campo, como casi todo su equipo durante gran parte de la tarde, había adelantado la posición para consumir los arrestos que le quedaban en hurgar en la moral de Unai Simón, que respondió bien tras la charlotada del primer gol. Arremetía Croacia en la prórroga, hasta que apareció Morata y alivió a España (y a él mismo). “Los tuvimos contra las cuerdas, pero no pudimos marcar con dos oportunidades claras. Luego el juego cambió y no tuvimos fuerzas para regresar”, se lamentó Modric.
Las continuas idas y vueltas del duelo se explican desde varios aspectos y personajes. Uno de ellos, la ubicación del madridista, agazapado en su campo hasta que con el paso de los minutos fue escalando en el terreno de juego. Primero, cuando se vio perdido, porque no le quedó más remedio, y después, porque él y toda Croacia habían olido sangre. “Cuando salimos de nuestro campo, jugamos mejor y creamos más ocasiones, y de ahí vino el empate [3-3]. Mostramos calidad y carácter”, valoró el medio.
Posesión entregada
Al principio les bastó con esperar y ver qué les deparaba el viaje a Dinamarca. Y les cayó un gol como a quien le cae el Gordo de Navidad sin saber que tenía una participación del bar de la esquina. Uno de sus escuderos en el medio, Brozovic, era el jugador más cercano a Pedri cuando este le cedió la pelota a Unai Simón. Se desentendió del balón en cuanto el canario se la pasó al portero y se giró a su izquierda para comentar algo rutinario. Lo siguiente que vio fue el esférico dentro de la portería.
Sonrisas croatas, como las de Suker al principio. No habían necesitado casi ni ejecutar el plan: España se había automutilado. Poco había tenido que hacer hasta entonces Modric. Como el que se sube a un balcón y empieza a dirigir a los suyos, el madridista de 35 años seguía el encuentro desde su atalaya. Controlando todas las salidas de balón o escapando de algunas emboscadas. Todo lo iba arreglando con sutiliza y minimalismo. No necesitaba más. Su selección, ajena a la pelota, tampoco le pedía más. España ganó claramente la posesión (67%-33%). “Tomamos la delantera con un gol de fortuna. Luego ellos fueron mejores, al menos durante 60 minutos. Estuvimos demasiado metidos en nuestro campo y les dejamos jugar”, advirtió el merengue.
Cuando se vieron por detrás, al medio blanco no le quedó otra que salir de la cueva. De una incursión suya por la derecha hasta la línea de fondo nació el 2-3 de Orsic, un tormento para España en ese tramo. Y ya se quedó arriba, recordando sus años mozos.
Arrancó la prórroga arrollando a Pedri y la terminó frustrado, como toda Croacia, tratándose de explicarse cómo un esfuerzo tan grande se había arruinado en tres minutos. Cuando empezó la segunda parte del tiempo extra, a Modric ya no le quedaban fuerzas para otra arenga. Se marchó con la cabeza baja en el minuto 114. Tal vez fue su última Eurocopa.
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