Pletórica Italia
La selección de Mancini inaugura el torneo en Roma con una goleada después de un muy buen partido frente a una inocua Turquía
La Eurocopa empezó de forma tan contenida en la grada como agradecida en la cancha del Olímpico de Roma con una victoria indiscutible de Italia. La moderación se impone todavía en los escenarios más pasionales por los efectos de la pandemia —el estadio se abrió a 23.309 espectadores— y la virtualidad mezcla aún con la presencialidad: Andrea Bocelli cantó el Nessun Dorma en la ceremonia inaugural para después dar paso a los videoclips d...
La Eurocopa empezó de forma tan contenida en la grada como agradecida en la cancha del Olímpico de Roma con una victoria indiscutible de Italia. La moderación se impone todavía en los escenarios más pasionales por los efectos de la pandemia —el estadio se abrió a 23.309 espectadores— y la virtualidad mezcla aún con la presencialidad: Andrea Bocelli cantó el Nessun Dorma en la ceremonia inaugural para después dar paso a los videoclips de Martin Garrix, Bono y The Edge. El fútbol, sin embargo, se mantiene muy vivo y ofrece buenos partidos como el de la jovial Italia.
La anfitriona del Grupo A dejó sin palabras a Turquía en un momento en que políticamente las relaciones entre los dos países son precisamente muy delicadas por la pugna dialéctica que sostienen Mario Draghi y Recep Erdogan. No hubo discusión posible con la pelota en juego porque con y sin balón Italia abrumó a Turquía.
A favor de marcador, Italia es ahora mismo una selección alegre y dinámica, capaz de jugar de forma despreocupada después de encadenar 28 partidos sin perder y nueve sin tomar un gol, muy superior también a Turquía. Aunque defiende con centrales ilustres de la talla de Bonucci y Chiellini y ataca con delanteros habilidosos como Berardi, Immobile e Insigne, la llave del equipo está en la línea de centrocampistas y especialmente en jugadores como Jorginho y Barella, un futbolista que acostumbra a ser igual de solvente en el Inter de Conte que en el equipo de Mancini.
Las lesiones de Pellegrini y Verratti, además de la ya conocida de Sensi, no rebajaron la intensidad de la Azzurra. Italia fue a por el partido desde el inicio, agresiva en la presión en cancha ajena y muy conectada por el juego entre líneas del escurridizo Insigne y las entradas permanentes del lateral zurdo Spinazzola. Nada tiene que ver con la selección que se quedó fuera de la Copa del Mundo de 2018. La depresión ha dado paso al optimismo después de una propuesta que nada tiene que ver con el viejo catenaccio ni con el conservadurismo que históricamente se le ha atribuido a Italia.
A Turquía no le quedó más remedio que juntar líneas, achicar espacios y defenderse alrededor de Çakir. Tampoco le importó demasiado porque es un equipo que se agarra a los partidos a partir del gobierno de las áreas, habitualmente fuerte en la suya y oportunista en la contraria por el olfato goleador de Burak Yilmaz, que a sus 35 años se convirtió en la estrella del Lille. Turquía es un equipo competitivo, como se ha visto en la fase de clasificación, y también trabajado y organizado por el venerado Senol Günes, el técnico que llevó a la selección al tercer puesto en el Mundial de 2002.
Italia perseveró tanto en busca del gol que incluso Chiellini se arrimaba a menudo en ataque como si fuera un interior más, dispuesto a filtrar el pase definitivo o a rematar las jugadas de estrategia forzadas por la ofensiva del plantel de Mancini. Turquía, sin embargo, apenas concedía espacios y los remates italianos no cogían la portería o en caso contrario salían centrados y blandos para suerte de Çakir. Italia se desesperó tanto que reclamó hasta tres penaltis por manos que no fueron consideradas punibles por el árbitro holandés Makkelie.
Un error decisivo
Los centrales y volantes turcos cerraban muy bien por dentro y a Italia le costaba correr por fuera, falto el equipo de profundidad y puntería, expuesto por otra parte a la contra del rival, reforzada con la entrada en escena de Under. El gol anunciado por la insistencia y dominio locales llegó, sin embargo, cuando más vulnerable parecía Italia por su afán de victoria: Berardi atacó por la derecha, quebró y sentó a Meras y su centro fue empujado a la red por el cuerpo de Demiral. El zaguero giró el cuerpo malamente hacia su portería y puso el 0-1. El gol serenó y animó a los italianos y obligó a abrirse a Turquía.
El partido ganó viveza y, a campo abierto, el anfitrión es mucho mejor equipo que el turco por más que intervenga Günes. El ritmo de los muchachos de Mancini desbordó a los turcos y las llegadas se sucedieron tanto como los remates para desespero de Çakir. Los errores individuales desdibujaron a una selección que perdió el encanto colectivo que se le suponía desde que se clasificó para la fase final de la Eurocopa.
Berardi se volvió a colar, ya más descolgado y sin marca, Spinazzola continuó atacando y de su rechazo quedó un remate limpio para Immobile: 0-2.
El 0-3, propiciado por un error del meta turco en la salida de balón, lo marcó Insigne para completar la buena actuación coral italiana y la excelente aportación de los delanteros de Mancini.
La goleada acabó por desquiciar a Turquía. No solo no consiguió acabar una jugada, perdida desde que tomó el gol, sino que embarulló el juego en un intento de que su suplicio acabara cuanto antes sin tomar un cuarto gol en un partido que se suponía más cerrado por más favorita que resultara Italia.
El marcador refuerza las aspiraciones de la Azzurra, dominadora del juego de principio a fin, con y sin ventaja en el marcador, poderosa en lo físico, fuerte también en lo táctico y fresca futbolísticamente, una noticia especialmente interesante en el actual panorama de Europa. Aunque la historia asegura que le va mejor cuando no es favorita y peor si se siente candidata al título, Italia llegó en buena hora y buen momento a la Eurocopa.
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