Los límites del reto multidisciplinar de Mathieu Van der Poel
El ciclista neerlandés, falto de rodaje y con lagunas técnicas, busca de forma obsesiva ganar el Mundial de mountain bike para unir el título a los de carretera, ciclocross y gravel
En un ciclismo obsesionado hasta la histeria con el rendimiento, Mathieu van der Poel es una feliz anomalía… en vías de extinción. Su querencia multidisciplinar y su capacidad para rodar sobre todo tipo de bicicleta y siempre de manera excelente le ha conducido hasta un reto ...
En un ciclismo obsesionado hasta la histeria con el rendimiento, Mathieu van der Poel es una feliz anomalía… en vías de extinción. Su querencia multidisciplinar y su capacidad para rodar sobre todo tipo de bicicleta y siempre de manera excelente le ha conducido hasta un reto que se le empieza a atragantar. El neerlandés quiere sumar el título de campeón del mundo de mountain bike, sencillamente porque ya ganó en su día los de carretera, ciclocross y gravel. Este domingo, todas las miradas se centran en él, escrutan sus posibilidades de volver a vestir el maillot arcoíris, mientras muchos señalan su querencia como una obsesión cuyo desenlace parece incierto.
De hecho, prácticamente todas las últimas comparecencias de Van der Poel en los circuitos de cross country olímpico (XCO) han terminado de forma abrupta. En los Juegos de Tokio celebrados en 2021, fue el único en no enterarse de que allí donde había una rampa de madera, la organización decidió que un salto sería más espectacular: el neerlandés salió volando y aterrizó de mala manera. Abandono. En los mundiales de Glasgow de 2023, una semana después de llevarse el título en carretera, Van der Poel patinó en la primera vuelta y cayó sobre una rodilla. Abandono. En su primera prueba de la presente temporada, a finales de mayo en el circuito de Nove Mesto (República Checa) se llevó puesto a David Valero, ansioso como estaba por ganar posiciones. Poco después, sufrió una segunda caída volando por encima del manillar. Abandono. A finales de agosto, durante su último ensayo en la prueba de la Copa del Mundo de Les Gets (Francia), Van der Poel logró terminar la prueba… en sexto lugar.
Allí donde él se vio “corto de potencia”, los analistas le vieron torpe. Después de lograr una enorme remontada, a la hora de la verdad los tramos técnicos le penalizaron. Donde sus rivales pasaban sin dudar, él perdía tiempo. El veredicto final resultó evidente: le faltan horas de bici de montaña. Van der Poel es uno de los corredores más hábiles, ya sea en carretera o en ciclocross, la disciplina que marcó sus orígenes. Al btt se incorporó más tarde, y ésta especialidad ha sufrido enormes transformaciones estos últimos años. Para tener cabida en el formato televisivo, las pruebas son más cortas y espectaculares, con descensos sumamente técnicos, saltos, zonas de roca, raíces, peraltes… y la élite del XCO no solo se mueve con soltura en la dificultad sino que observa un nivel físico descomunal: Tom Pidcock, estrella del asfalto, solo pudo ser tercero en el último Mundial.
Además, su discreto puesto en el ránking mundial le lleva hasta filas retrasadas en la salida, lo que le obliga a un sobreesfuerzo para remontar. Sus rivales, conscientes de ésta ventaja, salen en desbandada. Entre ellos figura un equipo español liderado por David Valero, David Campos, Jofre Cullell y Alberto Barroso. Con todo, Van der Poel, que se había acostumbrado a llegar a los circuitos a ultimísima hora, parece haber aprendido una lección básica: conocer y familiarizarse con los trazados es una obligación. Por ello, ha estado una semana en la localidad suiza de Crans Montana preparando a conciencia un Mundial que observa un recorrido sumamente técnico en el que cuenta enormemente la soltura sobre la bicicleta.
En realidad, el tiempo corre en contra del neerlandés, de 30 años, cada vez más exigido por sus obligaciones en la carretera, esas que le han llevado a ser uno de los pocos capaces de batir a Tadej Pogacar. Con el paso de las temporadas, Van der Poel ha empezado a prescindir incluso del ciclocross, donde acumula siete títulos mundiales: si cada invierno corría una treintena de pruebas sobre el barro y la arena, ahora apenas llega a una decena. Lo mismo se puede decir de su gran rival, Wout van Aert y del tercero en discordia, Tom Pidcock. Éste último no estará en el Mundial de btt porque decide en la presente Vuelta si es o no un corredor válido para aspirar a ganar una prueba de tres semanas. Si su respuesta es afirmativa, sus días en el mountain bike se reducirán a su mínima expresión.
El alter ego femenino de Van der Poel es Puck Pieterse, también neerlandesa, de su mismo equipo e igualmente pluridisciplinar: capaz de ganar pruebas de la Copa del Mundo de ciclocross, de adjudicarse en 2024 el arcoíris en btt o de ganar una etapa del Tour, la ciclista del Fénix-Deceuninck parece acusar en 2025 tanta dispersión: poco ciclocross, resultados modestos en la ruta y serias dificultades para imponerse con la bici de montaña. De hecho, no son mayoría los que le dan como favorita hoy en el Valais suizo, donde las aspiraciones españolas de Estíbaliz Sagardoy y Nuria Bosch son modestas.
Los y las ciclistas capaces de brillar en disciplinas tan dispares suponen un lujo para el espectador, pero la exigencia resulta tan importante que amenaza con quemar a sus protagonistas. La francesa Pauline Ferrand-Prévot, que combinó varias temporadas carretera, Btt y hasta ciclocross tuvo que decantarse por el Btt para ser, de lejos, la mejor. De regreso este año a la carretera, su apuesta a una sola carta le ha vuelto a salir impecable: Tour y París-Roubaix en su mejor temporada sobre el asfalto. Hoy en día, ni siquiera los más grandes pueden jugar eternamente a dos bandas. Si, finalmente, Van der Poel se lleva el arcoíris, lo peor que podrá pasar es que no se le vuelva a ver sobre una bici de montaña.