Lidl-Trek y DSM, los dos equipos que son trampolín en busca de la paridad en el ciclismo
Dos estructuras del World Tour igualan el sueldo mínimo de las mujeres al de los hombres, cuando todavía queda un buen trecho hasta profesionalizar el deporte para ellas
Cabello recogido con horquillas, espalda erguida sobre el velocípedo y una sonrisa ante el pasmo generalizado, también una mueca de orgullo mezclada con reivindicación ante las ataduras de la época victoriana. Fueron las primeras mujeres sobre dos ruedas, allá a mediados del siglo XIX, rechazadas por la sociedad, incluso por la medicina, que argumentaba que aquello era perjudicial para su salud. Pero, decididas, no dejaron de pedalear para explicar que la bicicleta era un instrumento hacia la libertad. Lo mismo ocurrió al otro lado del charco, donde la célebre sufragista Elizabeth Cady Staton escribió: “La bicicleta es una herramienta que motiva a las mujeres a ganar fuerza y a asumir mayores roles en la sociedad”. De eso hace más de 150 años y, por más que la sociedad ha evolucionado inexorablemente hacia la igualdad, el ciclismo practicado por mujeres está lejos de la paridad.
Aunque el ciclismo profesional masculino cuenta con una larga tradición, la Unión Ciclista Internacional (UCI) no introdujo el ranking mundial femenino hasta 1994 y no creó hasta 2016 el World Tour Femenino. Una tardanza explicada en números como desveló la organización The Cyclists Alliance: en 2023, el 25% de las corredoras profesionales no percibían ningún salario y el 78% del pelotón, incluidas las de élite, tenían un segundo trabajo. Alarma roja que la UCI trata de recomponer, ya que impuso el salario mínimo para las corredoras World Tour –los equipos de segunda división no tienen esta obligación– desde 2020, que fue de 15.000 euros. En 2021 pasó a 20.000; en 2022 a 27.500; en 2023 a 32.100; y, en este curso está en 35.000. El año que viene será 38.000, cifra que está por debajo de los 44.150 de los hombres.
Diferencia a la que se revela algún equipo, como es el caso del Lidl-Trek y el DSM, que anunciaron que tanto hombres como mujeres cobrarían el mismo salario mínimo. “Medidas como cerrar la brecha salarial son cruciales para seguir profesionalizando el deporte junto con su crecimiento comercial, proporcionando a las atletas los mismos recursos que a sus homólogos masculinos para que se ganen la vida genuina y cómodamente haciendo lo que más aman”, señala Marloes Poelman, jefa de Finanzas y Operaciones del DSM. Así lo ve Josu Larrazabal, director del Lidl-Trek. “El ciclismo femenino necesita apoyo y estabilidad, por lo que igualar los salarios mínimos es importante para que se pueda desarrollar y aumente el nivel mínimo”. Por eso en Lidl -equipo que ha ganado este año el Giro y quedó tercero en la Vuelta con Elisa Longo Borghini- también tratan de ampliar las prestaciones, pues la UCI dice que, en caso de embarazo, deben cobrar el salario íntegro seis meses. “Nosotros mantenemos la ficha hasta que se reincorpore. Se trata de crear un entorno seguro para la ciclista”, resalta Larrazabal.
Hay muchas más mujeres con salario mínimo que hombres del mismo modo que las mejores corredoras cobran alrededor de medio millón y los chicos están por los cuatro millones, amén de un Pogacar que los dobla en salario. “El masculino viene de un mercado hecho en corredores World Tour, con experiencia y primer nivel, profesionales. En mujeres, muchas vienen de juveniles porque el ciclismo no está tan avanzado. No hay una pirámide tan amplia”, aclara Larrazabal. Tampoco hay tantas carreras ni seguimiento. La audiencia del Tour alcanza más de 950.000 espectadores de media en cada etapa y la France Femmes avec Zwift -el Tour femenino- se queda en poco menos de 160.000. “El ciclismo femenino está creciendo rápidamente como se ve en las audiencias. Aunque todavía queda un largo camino por recorrer para que las carreras de élite se profesionalicen y alcancen una verdadera igualdad. Pero vamos en la dirección correcta”, asegura Poelman. “Sí, se está creciendo y hay carreras que se están promocionando. Las clásicas de pavés, las tres grandes…”, cuenta Larrazabal, al tiempo que acepta: “aunque no están al mismo nivel; eso requerirá tiempo y es un camino iniciado que esperemos sea de no retorno”.
Contraste que también se nota en la dotación de los premios, puesto que en el Tour, por ejemplo, las mujeres cobran un 10% de lo que lo hacen los hombres. Aunque recientemente el Tour de Flandes anunció la equiparación de los premios entre hombres y mujeres: 50.000 euros para ambas categorías. Otro paso más. “Pero se pueden tomar otras medidas importantes mejorando los estándares de seguridad, el modelo económico que sustenta este deporte profesional, la cobertura televisiva, el alojamiento para el personal del equipo y las instalaciones en las carreras, así como modernizar el calendario para que las pruebas masculinas y femeninas coincidan y se complementen mejor”, indica Poelman. Eso y, claro, que los equipos apuesten verdaderamente por la mujer. “Que todos los grandes tengamos una división femenina es bueno, pero lo que hay que hacer es dotarla con la misma estructura que la masculina. Hay equipos en los que las chicas llevan el mismo maillot, pero son gestiones y estructuras diferentes”, desvela Larrazabal.
Desde Lidl-Trek, sin embargo, también creen que se debe subir otro escalón que corre por cuenta de las mujeres: “Se requiere un cambio de mentalidad por parte de las corredoras. El camino hacia la igualdad no es solo pagar lo mismo, sino de forma proactiva incrementar el nivel de todo. Si a uno le pagan para dedicarse a la bici, ser consecuente. Hay que trabajar más”. Algo que aceptan desde el pelotón, como explicó no hace mucho una de las mejores ciclistas del momento, Lotte Kopecky: “Es bueno que el premio en metálico sea el mismo. Pero hacemos menos kilómetros, creo que todavía tenemos que trabajar tan duro como los hombres”. En 2025 estará todo un poco más equiparado. Sobre todo, en el Lidl-Trek y el DSM.
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