Carlos Rodríguez: próxima estación, Tour de Francia

El ciclista de Almuñécar conduce a los 23 años al Ineos a la victoria en el Tour de Romandía

Carlos Rodríguez, este domingo en el podio del Tour de Romandía.JEAN-CHRISTOPHE BOTT (EFE)

Cuando estudiaba el bachillerato, en el instituto de Almuñécar, Carlos Rodríguez, como si tuviera un presentimiento de su destino como ciclista, eligió francés como segundo idioma, y después se apuntó a clases particulares. En los alrededores de Ginebra, en el corazón de la Suiza francesa, Rodríguez por primera vez quizás, sintió que todo cuadraba. Había ganado el Tour de Romandía, su primera gran carrera, a los 23 años. Necesitaba expresarse en francés, el gran idioma del ciclismo, la lengua del Tour de Francia, su sino.

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Cuando estudiaba el bachillerato, en el instituto de Almuñécar, Carlos Rodríguez, como si tuviera un presentimiento de su destino como ciclista, eligió francés como segundo idioma, y después se apuntó a clases particulares. En los alrededores de Ginebra, en el corazón de la Suiza francesa, Rodríguez por primera vez quizás, sintió que todo cuadraba. Había ganado el Tour de Romandía, su primera gran carrera, a los 23 años. Necesitaba expresarse en francés, el gran idioma del ciclismo, la lengua del Tour de Francia, su sino.

Todo lo que se habló en el Tour pasado de Carlos Rodríguez, todos los sueños y planes de futuro líder del Ineos, abstracciones, se hizo concreto el sábado, realidad que emociona, en la etapa reina del Tour de Romandía, en los Alpes no tan salvajes, tan urbanizados al norte del lago de Léman. El equipo británico, uno de los grandes del pelotón, puso a sus pies a todos sus corredores, el sabio Castroviejo, el ganador del Tour Egan Bernal, el prometedor Arensman… Y como si de un corredor veterano y muy experto se tratara, el granadino, de 23 años, el escalador tranquilo, los condujo con paciencia y paz de espíritu mientras acababan, uno a uno, puerto a puerto, kilómetro a kilómetro, con casi todos los ayudantes de Juan Ayuso en el gran UAE. Llegado el momento, camino de los sanatorios antituberculosos de Leysin soleado, y acelerado por Egan, Carlos Rodríguez, serio, introvertido, decidido, ejecuta a la perfección el último movimiento del plan. Acaba con la resistencia de Ayuso, líder desde la contrarreloj, y de todos los que pelean por la general y acaba el día vestido de amarillo. El triunfo metódico y claro de un ciclista con mente de ingeniero, y estudios. El domingo, al mediodía, el Ineos magnífico defiende de todos los ataques al joven tan introvertido de Almuñécar, tan callado, tan educado, que, tras una etapa ganada por Dorian Godon (Decathlon) en Vernier, en las afueras de Ginebra, se proclama bajo la tormenta y el diluvio helado campeón de la última carrera de una semana de la primavera ciclista. Se impone en la general con 7s sobre Aleksandr Vlasov y 9s sobre Florian Lipowitz, ambos del Bora, y quinto es Juan Ayuso, a 27s.

Después, habla en la sala de prensa y su magnífico francés, un poquito de acento no más, sorprende a los periodistas suizos, que no dudan en considerarlo inmediatamente uno de los suyos, pues ¿no ha sido en su carrera, tres semanas después de ser segundo en la Itzulia, donde ha alcanzado una magnífica madurez? “Estoy muy contento de conseguir por fin una clasificación general. Y, claro, estoy muy agradecido al equipo por todo el trabajo, por dejarse la piel por mí. Es una satisfacción que alegra y da sentido a todo ese trabajo que hay detrás. Esta victoria da confianza de que se pueden conseguir las cosas trabajando duro y nos da motivación para lo que está por venir”, proclama el vencedor; “ahora toca descansar un poco y a preparar el Tour lo mejor que se pueda. La próxima competición será el Dauphiné. Después, en el Tour, intentaré encontrarme mejor que el año pasado. No sé el resultado, cómo va a poder ser, pero bueno, espero salir de allí con la satisfacción de haberlo hecho lo mejor posible y de haberme dejado todo en cada etapa”.

Es el primer gran triunfo del Ineos en una carrera del WorldTour desde la Vuelta a Polonia de 2022. Es el tercer español ganador de la carrera suiza después de Paco Galdós en 1975 (semanas antes de quedar segundo en el Giro de Italia) y de Abraham Olano, campeón del mundo, en 1996.

Ocurrió así, podría decirse, para que se cumpliera lo que estaba escrito, lo que Dave Brailsford, el ejecutivo máximo del Ineos, leyó en la frente de Carlos Rodríguez el pasado Tour de Francia cuando decidió que él sería el líder de un equipo que en la década pasada había sido invencible en el Tour (Wiggins, 2012; Froome, 2013, 2015, 2016, 2017; Thomas, 2018; Egan, 2019) y que en la actual se había quedado al margen, con Froome destrozado tras una caída; Thomas, envejecido, y Egan Bernal en recuperación lenta tras un accidente terrible. A la oferta de Brailsford, Rodríguez responde sin dudar con un sí, rompe el precontrato que había firmado meses antes con el Movistar, que también veía en él su líder indudable, y dos días después de ganar una de las grandes etapas del Tour, en Morzine, después de atacar en el descenso del Joux Plane a Pogacar y Vingegaard que se neutralizan, y una semana antes de terminar quinto clasificado el Tour de su debut, firma con el Ineos un nuevo contrato de cuatro años, hasta diciembre de 2027. Tendrá entonces solo 26 años.

Asume así, como si fuera una ligera tarea que es una de las cargas más pesadas que puede procurar el ciclismo, liderar a un equipo cargado de historia y obligado a mantener su prestigio en unos tiempos de fenómenos llamados Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, Visma y UAE.

Entró en la casa Ineos a los 18 años, en 2020, dos meses antes de la pandemia, y mientras él crece y responde temprano a las expectativas –ganó una etapa en la Itzulia nada más cumplir 21 años, y cuatro meses después termina séptimo de su primera Vuelta—a su alrededor se organiza un equipo de trabajo, un núcleo muy español con su entrenador Xabier Artetxe, los directores Xabier Zandio e Imanol Erviti, el jefe de nutrición Aitor Viribay, mecánicos, masajistas, fisiólogos… Para ellos, el ciclista andaluz es un ejemplo. Después de una concentración en enero en el Teide, tuvo un inicio de año complicado por razones familiares (el fallecimiento temprano de su padre, a quien dedicó la etapa de la Itzulia) y sufrió el frío y el mal tiempo en O Gran Camiño y la París-Niza. Pese a ello, mantuvo la confianza y la fe en el sistema de entrenamiento del equipo, en su plan de nutrición, en el trabajo de todos, y la perseverancia y el trabajo le llevaron a dar la vuelta a la situación en el País Vasco y al triunfo en Romandía. Y todos, aunque no hablen francés tan bien como él, confían en él, a él se entregan y con él comparten el mismo objetivo. Próxima estación, Tour de Francia.

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