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Barça BAR
87
Partizan PAR
80
1234T
BAR 25 29 19 14 87
PAR 32 9 26 13 80
FINALIZADO

Punter se divierte a costa del Partizan y para alivio del Barcelona

El escolta regresa a lo grande tras un mes lesionado, sofoca al rival (87-80) y reanima a los azulgrana en Europa

Anderson festeja un alley-oop tras pase de Punter ante el Partizan.Enric Fontcuberta (EFE)

Hacía un mes que no se vestía de corto, que su hombro izquierdo le exigía reposo. Se mordía las uñas, impaciente porque su hora del recreo no llegaba nunca. O, al menos, a él se lo parecía como también a su Barça, que penaba sin remisión por el parqué. Pero Kevin Punter volvió para decir la suya, para explicar que su baloncesto sigue intacto, que con él todo es posible. Un grito de guerra en el que ya se refugia el Barcelona, equipo indefinido, tan enérgico en ocasiones como anémico en otras. Le falta solidez, una hoja de ruta clara que no sea la de entregar el balón a los versos libres -Punter y Parker-, también fiabilidad y jerarquía para someter a los rivales de pe a pa, incluso para imponerse en los momentos calientes. Eso ha dado, salpimentada con numerosas y capitales bajas, con una temporada irrisoria para el equipo, abrumado en la Liga —donde va séptimo y todavía no tiene clara su presencia en los playoffs ACB— y en la Copa, apeado a las primeras de cambio. Se escuda en la Euroliga, donde es sexto, de momento billete para el play-off. Pero con Punter inspirado, nada es una quimera.

Dos minutos después de comenzar el encuentro, Joan Peñarroya solicitó un tiempo muerto a la vez que levantaba los hombros como señal de impotencia, gesto consternado y torcido. Su equipo, en una versión que ya es habitual, salió a la pista a verlas venir, fiado a su muñeca y poco más. Sin brío ni intensidad, con una defensa que hacía aguas como suele cuando se mide con equipos resultones, incluso con jugadores de pedigrí. Bofetada a bofetada, 3-13, diez puntos por debajo para abrir boca. Pero de poco o nada servían sus arengas como que Satoransky reventara el aro o que Metu se marcara un baile para encestar a la media vuelta. El canadiense Mike descosía al Barça con sus tres triples para alegría de la improvisada caldera serbia que se dio en el Palau, pabellón que da vía libre a las aficiones rivales mientras paguen, como ya ocurriera con los conjuntos griegos Olympiacos y Panathinaikos. Hasta que entró Kevin Punter.

“Ha sido horrible, absolutamente horrible estar sin baloncesto. Muy aburrido”, resolvía Punter antes del encuentro. No resulta difícil imaginarle repantingado en el sofá, con la camiseta interior blanca que siempre lleva, devorando series de Netflix o mirando a las musarañas, quizá deslizando en el móvil fotos de su querida pelota naranja. Lo suyo es brincar en la cancha. Y así lo explicó nada más recibir la bola. Uno, dos y tres triples de carrerilla, un festival desde el extrarradio al que se sumó Brizuela para tratar de replicar a Mike y a Brown, que también contó tres dianas periféricas. Mucha salsa de tres y poco Barça, 25-32 en el primer capítulo.

Pero había más Punter. Bola al lateral, salto y lanzamiento en suspensión, otro triple y el Palau entregado a su bestia, que agitaba la mano para simbolizar la machada, para soliviantar a su hinchada y así alimentar los sueños azulgranas. Faltaba un robo y una bandeja, un alley-oop con Anderson —que repitió vuelo sin hélices a pase de Hernangómez—, y el quinto chof (de seis intentonas) de Punter de tres. Suficiente para sofocar el griterío serbio, también para que el Barça tomara la delantera. Un jugador bastó para reanimar al equipo azulgrana, denostado sobre el parqué por deméritos propios, después impulsado también por Metu y su baloncesto de frac y bombín. 54-41 al entreacto; del Barça más grisáceo al Barça de Punter.

El parón no enfrió las muñecas, triples por doquier -Satoransky, Metu y Abrines para el Barça; Ntilikina, Marinkovic y Davies para el Partizan-, pulso de francotiradores. Pero el toma y daca, además de la tara permanente del rebote defensivo, acabó por atragantársele a los azulgrana, que perdieron voltios con las rotaciones, del mismo modo que el rival, sustentado por el tino de Davies y por una defensa mucho más aguerrida, señalaba que la heráldica serbia no permite bajar la cabeza antes de tiempo. Los 16 puntos de ventaja se redujeron a dos, al final 73-67 tras un último sprint del Barça con el episodio final por disputarse.

Sucedió entonces que los nervios encogieron los brazos, que los jugadores se discutieron de mala manera con el aro, dos minutos y medios sin canastas que paladear. En los dos y medio siguientes, solo una bandeja de Satoransky y un triple de Brown. Ya no había fluidez, claridad de ideas ni juego con contacto, un baloncesto de lo más desafinado. Desastre al que se rebeló el Partizan, dirigido por Jones y punteado por Mike, partido de nuevo entre estrecheces. Pidió el turno y la pelota Punter, ya en pista, tiros libres infalibles para elevar su cuenta a 25 puntos, y Parker como aderezo. Un nuevo chute de adrenalina para los azulgrana, tan frágiles en lo anímico como efervescentes cuando su jugador franquicia actuó como tal. Y eso ya fue suficiente para batir al Partizan —castigado también por su falta de acierto en la línea de los tiros libres—, para que el Barça festejara el triunfo que le arrima al play-off de la Euroliga. Quedan cinco jornadas, tres de ellas en casa, y mucho Punter por ver.

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