El milagro del Casademont Zaragoza en la Euroliga
“Una jugadora del Cukurova turco gana casi lo mismo que toda nuestra plantilla”, dice Vega Gimeno, la capitana de un equipo que en cuatro años ha pasado de la nada a llamar a las puertas de la Final Four
La escena, por la fuerza del momento, se ha vuelto icónica. Vega Gimeno, la capitana del Casademont Zaragoza, agarró un micrófono, se fue al centro de la cancha del pabellón Príncipe Felipe, y gritó: “¡Nos vamos al tercer partido! Gracias, gracias, gracias y 800.000 veces gracias. Nos vamos todos a Turquía la semana que viene a ganar esta eliminatoria”. El público, más de 5.600 espectadores ese miércoles, estalló de pura felicidad. Su equipo acababa de tumbar al todopoderoso Cukurova turco (57-56), el subcampeón de la E...
La escena, por la fuerza del momento, se ha vuelto icónica. Vega Gimeno, la capitana del Casademont Zaragoza, agarró un micrófono, se fue al centro de la cancha del pabellón Príncipe Felipe, y gritó: “¡Nos vamos al tercer partido! Gracias, gracias, gracias y 800.000 veces gracias. Nos vamos todos a Turquía la semana que viene a ganar esta eliminatoria”. El público, más de 5.600 espectadores ese miércoles, estalló de pura felicidad. Su equipo acababa de tumbar al todopoderoso Cukurova turco (57-56), el subcampeón de la Euroliga, en el segundo partido de la eliminatoria para entrar en la Final Four. Y sí, se iban al tercer partido, al desempate que se jugará este miércoles (17.30 horas) en el Servet Tazegül Arenac, un pabellón que lleva el nombre de una leyenda turca, un campeón olímpico y mundial de taekwondo, y que reunirá a no menos de 7.850 personas, las que acudieron al primer partido (79-62).
Todos en Zaragoza saben que es una utopía volver a sorprender al Cukurova. Pero ahí vuelve a emerger Vega Gimeno con una frase llena de sentido: “No hemos viajado hasta aquí para perder”. No le falta razón. El Casademont Zaragoza es un club de los más potentes de España, pero que no pasa de modesto en Europa. La plantilla y el equipo técnico de Carlos Cantero, su entrenador, no han viajado hasta Mersin, casi mil kilómetros al sur de Estambul, en un cómodo vuelo chárter. Su periplo del lunes se alargó durante 15 horas. A las siete y media de la mañana cogieron un autobús de Zaragoza a Barcelona, de ahí volaron a Estambul, donde se subieron a otro avión hasta la región de Mersin, y de ahí, otro autocar hasta la ciudad donde se va a celebrar uno de los partidos más importantes de su corta historia. Las jugadoras, que casi pierden las maletas en el enlace, no llegaron al hotel hasta las diez y media de la noche.
El Casademont Zaragoza es un invento reciente. El baloncesto femenino había echado raíces en la capital aragonesa a principios de siglo con el Mann Filter. Un equipo que tenía su casa en el pabellón Siglo XXI y que creció de la mano de figuras como Elena Tornikidou, Marina Ferragut o Lucila Pascua. Este club, que llegó a ser tercero en la Liga (temporada 2002-2003) y subcampeón de la Copa de la Reina (2004-2005), se fajó entre 2000 y 2013, cuando, estrangulado por las deudas, desapareció. Sus últimos años, con referentes como Cristina Ouviña, Lucila Pascua o María Pina.
El club, que ya tenía un equipo masculino en la ACB, decidió crear la sección femenina hace cuatro años. No parecía que fueran a poder arrebatarle los títulos al Perfumerías Avenida, el Spar Girona o el Valencia Basket, pero el año pasado acogieron la Copa de la Reina y su historia dio un vuelco radical. El Casademont Zaragoza, después de vencer al Valencia en las semifinales y al Avenida en la final, se proclamó campeón en un Príncipe Felipe atiborrado con 10.800 espectadores. Era la presentación de la Marea Roja. A partir de entonces no había partido importante del Zaragoza que no reuniera a 6.000 seguidores. Los aficionados al deporte en la ciudad, con el equipo de fútbol en Segunda, se volcaron, como recuerda Vega desde Turquía. “Ha ido poco a poco. Yo llevo tres años en el club y cada temporada ha ido creciendo. Al principio no venían a vernos más de 300 o 400 personas, pero ahora la media es de casi 6.000. Se ha hecho con mucho mimo y nosotras, después de cada partido, nos quedamos 30 o 40 minutos haciéndonos fotos y firmando autógrafos. Nos han inculcado esa filosofía: devolver el apoyo que nos dan. Ese cariño también lo notas por la calle, y eso nos ha dado un gran sentido de responsabilidad”.
La capitana sabe que sin victorias del equipo de Cantero, renovado hasta 2026, no existiría la Marea Roja, pero piensa que hay algo más. “Tenemos una forma de jugar muy dinámica y divertida. Estos últimos años han fichado a jugadoras con mucho carácter, que celebran las canastas, se giran hacia el público y conectan con la grada. Yo, después de tanto tiempo en el baloncesto, nunca había vivido algo así”, explica esta mujer de 33 años, hija de un jugador de balonmano y hermana de un portero profesional de fútbol sala, que dejó su Valencia natal a los 14 años para ingresar en la residencia Blume.
En uno de sus equipos, el Rivas Ecópolis, disputó en 2012 la final de la Euroliga de la que salió el último campeón de Europa español, el Ros Casares Valencia. Un año antes venció el Halcón Avenida Salamanca, y en 1992 y 1993, el Dorna Godella sumó dos títulos seguidos. No ha habido otro. El Casademont Zaragoza, liderado por su capitana, Mariona Ortiz y Leo Fiebich (MVP de la Liga Femenina) aún tiene opciones, aunque eso implica derrotar a un rival con jugadoras tan potentes como Marina Mabrey, Kahleah Cooper, Stephanie Mavunga o la española María Araujo. “Una jugadora de su equipo cobra lo mismo que casi toda nuestra plantilla, o casi. Lo nuestro tiene mucho mérito”, remata Vega.
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