Gabriel Deck, cabeza fría y muñeca caliente: “Cuando pierdo, me enfado”
El alero del Real Madrid, sensacional ante el Murcia en cuartos de la Copa, aguarda a los momentos decisivos porque, dice, le motivan y le hacen crecer
A Tavares le costaba ganarle la partida a Todorovic, Musa no tenía su día y Yabusele no acababa de entrar en el encuentro. Campazzo, director de orquesta del Real Madrid, entendió que o se la jugaba él -fue el mejor del duelo- o los balones eran para Gabriel Deck (Añatuya, Argentina; 29 años), que se ganaba su espacio con el cuerpo y encontró la rampa a ...
A Tavares le costaba ganarle la partida a Todorovic, Musa no tenía su día y Yabusele no acababa de entrar en el encuentro. Campazzo, director de orquesta del Real Madrid, entendió que o se la jugaba él -fue el mejor del duelo- o los balones eran para Gabriel Deck (Añatuya, Argentina; 29 años), que se ganaba su espacio con el cuerpo y encontró la rampa a la canasta. Seis de siete tiros de dos, tres de tres tiros libres y 15 puntos, jugador sostén en un equipo que por momentos se enredó con el Murcia en cuartos de la Copa. El Tractor, como le apodó el extécnico madridista Pablo Laso porque hacía de todo, estaba en la pista. La Tortuga, como le llamó un amigo de crío porque en una habitación con aire acondicionado se tapó hasta la nariz, también. “Me gusta esa jugada en el poste bajo en la que peleo, me giro y tiro por el medio para después encestar. Pero hago de todo y también me gusta rebotear, defender y, sobre todo estar en los momentos importantes”, desvela para EL PAÍS el alero blanco, de mente fría y muñeca caliente. En semifinales, este sábado ante el Valencia (18.00), espera más de lo mismo.
Castigado el año pasado por las lesiones —de rodilla y en el músculo femoral—, Deck sobrellevó como pudo el estar alejado de la cancha. “Al principio lo pasé mal, pero con las semanas me mentalicé, me tranquilicé y me centré en volver lo más rápido posible. Ahora me siento muy bien, pero sí que eché de menos el día a día con el vestuario y competir”. Sobre todo competir. “Me motivan los desafíos porque me hacen crecer. La presión, los momentos en los que se deciden las cosas es la mejor parte del juego, esos finales de partidos apretados. Ahí es cuando saco lo mejor que tengo. O, al menos, trato de hacerlo”, añade, ganador como es. “Cuando pierdo, me enfado. A veces en casa estoy medio mal, pero tampoco me dura mucho porque con la cantidad de partidos y viajes que hacemos…”, reflexiona. Pero si le toca la pareja de baile más difícil, si es un final de partido estrecho o si tiene el día torcido, a Deck siempre se le ve impasible. “Así es mi personalidad”, zanja, lacónico.
Una personalidad marcada por una infancia áspera porque en casa el dinero escaseaba y no le quedó otra que ayudar a su padre en el campo para recoger alfalfa y a su madre como limpiadora de autobuses. “Había días difíciles, como cuando tocaba limpiar los colectivos que venían llenos de polvo y encima hacía mucho frío. Eso, de pequeño, me mosqueaba. Pero ahora estoy orgulloso porque me dio valores muy lindos para la vida. Por eso para mí ahora los problemas son menos problemas. Con salud y estando bien con mi familia, todo es un poco secundario”, desliza. Pero no hay día que no se acuerde de su infancia, de cómo le cambió la vida cuando a su padre se le ocurrió fabricar una canasta con un volante de tractor y unas maderas a modo de tablero. Desde entonces, motivado también por la competitividad de su hermano, se dedicó a la pelota naranja. “Sin esa canasta hubiese estudiado o estaría trabajando con mi familia. Aunque lo de estudiar sigue ahí porque le prometí a mi madre que un día acabaría la secundaria. Y lo cumpliré. Pero ahora con los viajes, el cansancio…”, razona.
Así que se marchó de casa en edad de cadete y ya no regresó, capaz de labrarse un futuro en la cancha. Eso le llevó al brillar en el San Lorenzo de Almagro y después, ya en 2018, en el Madrid. Una carrera de fondo porque tres años más tarde pisó la NBA, los Oklahoma City Thunder. “Me fui a la NBA porque tuve la oportunidad y quería conocer la competición. Pero no se dio bien, aunque sí que es una experiencia más que sumé”, acepta, feliz porque el Madrid le recuperó apenas seis meses después. “Ahora estoy muy bien en este club, respaldado”, apostilla. Y es uno de los puntales, reconocido por todos. “La fama es linda”, argumenta; “que te pidan fotos, que se sientan identificados con tu juego… Pero, también tiene la parte fea que es estar siempre bajo el ojo crítico. Yo tengo redes sociales, pero no las miro mucho, ya sé cuándo lo he hecho bien o mal”, aclara.
Sucede que con ese Madrid casi siempre sale cara, pues lidera la ACB y la Euroliga con puño firme. “Si hemos convertido ganar en una rutina es porque el club te exige estar en lo más alto, competir por cada título. Son condiciones que cada jugador sabe y estamos haciendo un gran trabajo. Creo que la clave es que este equipo no es egoísta. Es muy de compañero dentro y fuera de la pista, y eso se nota”, apunta al tiempo que no cree que les cueste digerir las pocas derrotas que se den. “En el deporte se pierde y se gana”, concluye. Pero en la Copa espera poder alzar el título, ese que se les resistió en la temporada anterior, caídos en semifinales ante el Unicaja. “Es un torneo muy lindo de pocos días que cualquiera puede ganar. Aunque para el Madrid es ganarla sí o sí, pero debemos enfocarnos en jugar bien porque si lo hacemos, tenemos mucha chance de sacar los partidos. Ojalá suceda”, completa. Y si hay momentos calientes, de esos en los que a muchos le tiembla la muñeca —no así en un Madrid con Llull, Tavares o Campazzo—, Deck también pide la pelota.
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