Yulimar Rojas, un acto de superación en estado puro
La gran hazaña de la campeona olímpica, medalla de bronce en triple salto después de haberse pasado dos años sin saltar tras romperse el tendón de Aquiles
Desde su inclusión en los primeros Juegos Olímpicos modernos, celebrados en Atenas en 1896, el triple salto ha sido una de las disciplinas más singulares del atletismo. A medio camino entre la potencia y la precisión, esta prueba ofrece una de las imágenes más estéticas del deporte cuando se ejecuta con maestría: tres impulsos que, como notas musicales sostenidas, hacen parecer que el atleta desafía las leyes de la gravedad.
Pero tras esa aparente facilidad se esconde una de las especialidades más exigentes del atletismo....
Desde su inclusión en los primeros Juegos Olímpicos modernos, celebrados en Atenas en 1896, el triple salto ha sido una de las disciplinas más singulares del atletismo. A medio camino entre la potencia y la precisión, esta prueba ofrece una de las imágenes más estéticas del deporte cuando se ejecuta con maestría: tres impulsos que, como notas musicales sostenidas, hacen parecer que el atleta desafía las leyes de la gravedad.
Pero tras esa aparente facilidad se esconde una de las especialidades más exigentes del atletismo. El triple salto requiere una combinación extrema de velocidad, fuerza, equilibrio y resistencia estructural. En cada intento, el cuerpo del atleta es sometido a impactos de hasta 13 veces su peso corporal. Si se colocara una báscula en el punto de caída del primer salto, la aguja podría superar los 1.000 kilos.
El momento crítico: el primer apoyo
El instante más crítico se produce justo después del despegue inicial. El atleta cae sobre la misma pierna con la que ha batido en la tabla. En milésimas de segundo, debe absorber un impacto brutal sin perder control ni velocidad. El cuerpo se contrae instintivamente, generando una alineación entre tronco y pierna que le permite resistir ese momento de crisis. Si ese sistema falla, el intento está condenado al error. Una vez superado ese primer impacto, comienza la verdadera lucha contra la gravedad. El objetivo es revertir la trayectoria descendente y propulsarse hacia adelante y hacia arriba con la menor pérdida posible de energía. El modelo biomecánico ideal es similar al de una pelota de golf rebotando contra el suelo: mínima deformación, contacto fugaz y máxima altura. Esta respuesta explosiva es posible gracias a la capacidad elástica de músculos y tendones, así como al reflejo miotático, que se activa con estiramientos rápidos e intensos.
Estrategia: tres saltos, una sola velocidad
Administrar la velocidad de entrada a lo largo de los tres saltos es clave. Algunos atletas optan por un primer salto largo, que conlleva una pérdida considerable de velocidad y penaliza el tercero (como en el caso de Keturah Orji o Kenya Harrison, con siete metros en el tercer salto). Otros, como el mítico Jonathan Edwards, prefieren una estrategia más conservadora en los primeros dos tramos, reservando su explosión final para un tercer salto decisivo.
Técnica, paciencia y riesgo
El triple salto exige años de preparación técnica y física. Se trata de una disciplina de aprendizaje temprano, pero de madurez tardía. La paciencia y la prudencia son fundamentales para evitar lesiones, tan frecuentes como inevitables cuando se sobrepasan los límites. Aprender a saltar bien requiere cientos de repeticiones; pasarse de esa línea puede significar una lesión segura.
Yulimar Rojas: en busca de su pasado
En estos Campeonatos del Mundo, Yulimar Rojas, vigente campeona olímpica y plusmarquista mundial, ha llegado a Tokio tras una rotura del tendón de Aquiles y sin competir desde marzo del año anterior. Una lesión grave, y aún más si se trata de una saltadora.
Atrás quedan la intervención quirúrgica, las horas de fisioterapia con Miquel Ángel Cos en el CAR de Sant Cugat, la bota Walker, las carreras en la piscina sin apoyo, la musculación en máquinas, los silencios, la soledad, las lágrimas… Su rendimiento ha sido una incógnita hasta el último momento. Sin embargo, su talento inconmensurable le ha permitido subir al podio. Aunque fue una versión disminuida de la Yulimar de hace dos años —saltando un metro menos que su récord del mundo—, su presencia en la final ha sido un acto de superación en estado puro.
El miedo también salta
El triple salto, junto con la pértiga y el lanzamiento de jabalina, es una de las disciplinas donde el miedo a la lesión está más presente. El cuerpo necesita una concentración absoluta para ejecutar sin titubeos. Paradójicamente, cuando aparece la inhibición, el riesgo de lesión aumenta.
En este contexto, la motivación y la confianza se convierten en herramientas esenciales para cruzar esa delgada línea entre el rendimiento y el peligro.
Conclusión: volver a volar
El triple salto es mucho más que una prueba atlética. Es una coreografía de fuerza, precisión y coraje. En este campeonato, Yulimar ha sido capaz de volver a volar, de comenzar a dejar atrás las dudas y, una vez más, desafiando a la gravedad, retomar la confianza de encontrarse consigo misma.
Ramón Cid es entrenador de atletismo. Ha sido plusmarquista nacional de triple salto y director técnico de la federación española de atletismo.