Cooper Lutkenhaus, el adolescente que pidió permiso en el instituto para deslumbrar al mundo en Tokio
El corredor tejano es el atleta más joven en la historia en firmar un contrato con Nike
El 5 de septiembre, los alumnos de la Northwest High School, en Justin (Texas), formaron un pasillo para despedir a Cooper Lutkenhaus. Su compañero, un adolescente más, se marchaba rumbo a Tokio. Este chico se había ganado la plaza en Eugene después de dar una exhibición totalmente inesperada en los campeonatos nacionales de los que iba a salir la selección de Estados U...
El 5 de septiembre, los alumnos de la Northwest High School, en Justin (Texas), formaron un pasillo para despedir a Cooper Lutkenhaus. Su compañero, un adolescente más, se marchaba rumbo a Tokio. Este chico se había ganado la plaza en Eugene después de dar una exhibición totalmente inesperada en los campeonatos nacionales de los que iba a salir la selección de Estados Unidos para el Campeonato del Mundo. Lutkenhaus, de 16 años, siete meses y 16 días, corrió en la final y llegó a los últimos 200 metros en séptima posición. Ahí, con la insolencia propia de la juventud, pensó que no era menos que nadie y se lanzó a por una cacería para la historia. El tejano apretó los dientes y cruzó la meta en segunda posición con una marca asombrosa (1m 42,27s) que se acababa de convertir en el nuevo récord del mundo sub-18 por más de un segundo.
La víspera, después de las semifinales, su padre, George Lutkenhaus, entrenador de atletismo de la escuela secundaria, cogió a su hijo, antes aún de hacer esa gran marca, y le dijo: “¿Sabes qué, Cooper? Anoche cambió tu vida”. El chaval no lo entendía, pero unas horas después debió comprenderlo cuando derrotó en la final al plusmarquista estadounidense, Bryce Hoppel (tercero) y al campeón del mundo en pista cubierta, Josh Hoey (cuarto), y tuteó al excampeón del mundo Donavan Brazier, el vencedor. Su vida no volvió a ser igual. Nike olió a un niño prodigio y se lanzó a por él. Tres semanas después Cooper Lutkenhaus se había convertido en el atleta más joven de la historia en firmar un contrato con Nike. Luego fue al despacho del director del instituto -el curso había empezado el 13 de agosto- y le pidió permiso para faltar a clase un par de semanas porque tenía que correr en el Mundial de atletismo. Al final se produjo la despedida de sus compañeros con camisetas de ‘Run, Cooper, Run’ mientras su entrenador, Chris Capeau, le observaba con orgullo vestido con una camiseta donde ponía ‘De Texas a Tokio’.
Lutkenhaus aterrizó en Japón convertido, aún en edad juvenil, en el sexto corredor de 800m más rápido del mundo en 2025 y sabiendo que la afición espera grandes cosas de él. El estadounidense entrena cada día y luego estudia un rato para meter un poco de distancia con el atletismo, para que no se convierta en obsesión. A la noche, antes de meterse en la cama, le gusta visualizar la carrera -las series se disputan este martes (0.35, hora española)- y sentir mariposas en el estómago. Sus padres siempre habían sabido que sus tres hijos eran muy competitivos. George Jr, nadador, Andrew, un corredor más modesto (tiene 1m 49s en 800m), y Cooper querían sacar las mejores notas y ser los más rápidos. El pequeño de los Lutkenhaus, fan de los Dallas Cowboys, soñaba con ser algún día como el ‘running back’ Tony Dorsett. Luego llegó aquella carrera de Eugene y la gente comenzó a acordarse de Jim Ryun, el primer estudiante estadounidense en correr la milla en menos de cuatro minutos (1964), por su facilidad para correr relajado, y hasta de LeBron James por su precocidad. Cooper Lutkenhaus, que aún no pasa de las 30 millas (48 kilómetros) a la semana y que trabaja mucho con la elíptica, se despierta cada mañana en Tokio contando los días que quedan para salir a la pista del Estadio Nacional de Japón y correr por primera vez fuera de Estados Unidos en la misma competición que los mejores del mundo: el campeón olímpico, Emmanuel Wanyonyi, el canadiense Marco Arop, el argelino Djamel Sedjati, sus compatriotas y un español de Torrelavega, Moha Attaoiu.