Un campeón chino deprimido y un portento indio se enfrentan por el título mundial de ajedrez
Ding, con graves problemas para dormir desde que logró el trono, debe volver a ser él mismo para vencer a Gukesh, de 18 años, el aspirante más joven de la historia
Nunca un campeón había dado una imagen tan pobre. El extenuante esfuerzo que Liren Ding, de 32 años, tuvo que hacer para ser campeón del mundo en mayo de 2023, poco después de romper con su novia, derivó en serios problemas de salud. Pero el chino, entonces vencedor del ruso Ian Niepómniashi en un desempate electrizante, se ve capaz de lograr otra hazaña: frenar el empuje del prodigioso indio Dommaraju Gukesh, de 18 años. El duelo de Singapur, al mejor de catorce partidas desde este lunes, enfrenta por primera vez a dos asiáticos, con 2,4 millones de euros en premios.
“Hace año y medio estaba muy nervioso porque era mi primer Campeonato del Mundo [en Astaná, Kazajistán]. Pero ahora me siento en paz, con un montón de energía. Es mi primera vez en Singapur, un país acogedor en el que he recibido muchos regalos y una bienvenida muy cálida por una multitud de niños hoy mismo”, manifestó Ding este sábado durante la conferencia de prensa inaugural. Su voz sonaba firme, como la de una persona segura de sí misma.
Pero surgen dudas más que razonables sobre si no era una pose artificial cuando se compara ese supuesto nirvana con lo que el autor de estas líneas, a dos metros de Ding durante más de tres horas, vio el 15 de septiembre durante el encuentro España – China de la Olimpiada de Ajedrez en Budapest. El campeón del mundo tosía con frecuencia, las manos le temblaban y también emitía unos débiles sonidos -mezcla de pequeños eructos y toses reprimidas- claramente audibles en el silencio sepulcral de la sala de juego. La interpretación más benigna de esos síntomas sería que fuesen efectos secundarios de la medicación que empezó a tomar hace más de un año por sus graves problemas para dormir.
Aunque así fuera, y Ding estuviese ya curado desde el punto de vista médico, puede darse por casi seguro que su autoconfianza está muy baja: durante año y medio ha jugado poco y mal (ha descendido al puesto 23º del mundo), muy por debajo de su inmenso talento. Y de la enorme fuerza que exhibía en diciembre de 2019 durante el torneo Clásico de Londres, cuando el noruego Magnus Carlsen, entonces campeón y hoy todavía número uno indiscutible, dijo a EL PAÍS: “De todos los posibles retadores que puedo tener, Ding es claramente a quien más temo”.
Pero la pandemia fue terrible para el asiático, una persona muy sensible y culta -habla con mucha solvencia sobre filosofía, literatura, cine, deportes…- que debió sufrir largas cuarentenas en China y Rusia (antes y después del Torneo de Candidatos de 2020 en Yekaterimburgo), la imposibilidad de viajar y unos horarios pésimos (de madrugada en China) para disputar torneos de élite por internet. Aún así, fue capaz de terminar 2º en el Torneo de Candidatos de Madrid 2022 a pesar de que empezó con una derrota y siete empates, y, gracias a la renuncia de Carlsen al trono, disputó y ganó el duelo contra Niepómniashi, cuyo punto más débil siempre ha sido el control de sus emociones, sobre todo tras una derrota.
Por el contrario, Gukesh no sólo asombra por su maravilloso juego, sino más todavía por su temple ante el tablero por muy grande que sea la tensión y a pesar de su edad. Aunque en conversaciones privadas muestra cierta cultura general y un claro interés por temas muy concretos -por ejemplo, la preparación psicológica de Rafa Nadal y la influencia en ella de su tío Toni, muy aficionado al ajedrez-, el portento indio recuerda a veces a un robot programado para un solo fin: ser campeón del mundo de ajedrez. Sus declaraciones suelen ser un compendio de frases hechas, políticamente correctas: “Por supuesto que estoy algo nervioso, pero me siento bien. Sólo quiero dar lo mejor de mí mismo y ver qué pasa. Es un honor y un privilegio representar a mi país en un Mundial. Tengo claro que me enfrento a Ding, uno de los mejores durante el último decenio. Y también que debo dar mi mejor versión en cada partida”, dijo durante la misma conferencia de prensa.
Sin embargo, es su primer duelo por el título y tiene encima la presión de un país con unos 1.400 millones de habitantes donde el ajedrez es una pasión nacional (hay cinco indios entre los veinte primeros del escalafón, Gukesh es ahora el 5º) gracias a la enorme fama del pentacampeón del mundo Viswanathan Anand; además el balance entre Gukesh y Ding hasta ahora en la modalidad clásica del ajedrez registra una victoria del chino y un empate. Como no hay motivos para dudar de que Gukesh es, a pesar de todo, un ser humano, cabe esperar que en algún momento dude o tiemble. Pero la suerte decidió este sábado que conduzca las piezas blancas en el primer asalto (es como tener el saque en el tenis), lo que limita bastante las probabilidades de que Ding arranque con una victoria balsámica y energizante que dispare su autoestima.
En potencia, este duelo puede ser atractivo para unos 3.500 millones de personas si se suman todos los chinos, indios y personas interesadas en el ajedrez en el mundo entero (unos 600 millones, según la empresa de encuestas YouGov). El presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), que engloba a 201 países, desde 2018 es el ruso Arkady Dvorkóvich, quien antes fue primer ministro adjunto con el presidente Dimitri Medvédev, asesor económico de Vladímir Putin y director del Mundial de Fútbol de Rusia en 2018. En un contexto internacional donde el mero hecho de ser ruso es un lastre para conseguir patrocinios, Dvorkóvich (contrario a la invasión de Ucrania) alardeó este sábado de haber conseguido que Google sea uno de los auspiciantes del Mundial de Singapur, lo que puede generar un flujo enorme del ajedrez en las redes sociales.
Pero tal explosión sólo ocurrirá si Ding demuestra buena forma y el duelo está presidido por la emoción. Sus manifestaciones de este sábado son muy distintas a lo que dijo hace sólo tres semanas: “Tengo miedo de perder malamente”. Si ese cambio de talante es real o una pose puede ser la clave para que el campeón vuelva a ser él mismo.