Pablo Torres, la cara espectacular del nuevo ciclismo español

El corredor madrileño, segundo en el Giro Next Gen y en el Tour del Porvenir, se estrena a los 18 años en el Mundial sub-23 este viernes

El ciclista Pablo Torres posa junto a su bici en el barrio de la Vicálvaro en Madrid.Andrea Comas

El 24 de agosto todos los aficionados al ciclismo quieren ser Pablo Torres, sentir lo que siente el ciclista, un chaval que aún no ha cumplido los 19 que asciende como en trance, puro flow, flotando en los Alpes, el colle delle Finestre, un camino descarnado, interminable y vertical. Delante de él, el misterio, los caminos de la montaña que se abren a su paso acelerado, detrás, nada; un poco más atrás, el pelotón desperdigado del Tour del Porvenir, que sufre mientras él g...

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El 24 de agosto todos los aficionados al ciclismo quieren ser Pablo Torres, sentir lo que siente el ciclista, un chaval que aún no ha cumplido los 19 que asciende como en trance, puro flow, flotando en los Alpes, el colle delle Finestre, un camino descarnado, interminable y vertical. Delante de él, el misterio, los caminos de la montaña que se abren a su paso acelerado, detrás, nada; un poco más atrás, el pelotón desperdigado del Tour del Porvenir, que sufre mientras él goza. “Disfruté, sí, disfruté. Cuando vi que me iba solo, me empecé a motivar. Yo creo que si no hubiera ido el primero no lo habría subido tan rápido, porque al final cuando vas ahí el primero te da más fuerza para ir disfrutando, y en los últimos kilómetros iba dándolo todo, pero yo no notaba el dolor de piernas. Iba como en una nube”, explica Torres un mes después, sentado en un banco del parque de la Vicalvarada, a cuatro pasos de su casa, en el barrio madrileño de Vicálvaro. “Era una subida muy larga [18,5 kilómetros al 9,16%, hasta 2.178 metros], de una hora de ascensión y se me pasó muy rápido. Se me hizo como 20 minutos, algo así”.

Torres había atacado a 13 kilómetros de la cima y ganó la etapa con casi cuatro minutos de ventaja sobre el segundo, pero se quedó a solo 12s del maillot amarillo de la gran carrera de los sub-23 de todo el mundo, lo que quizás no importe demasiado. Al día siguiente solo se hablaba de él, de que había batido el récord de la subida establecido por el venezolano José Rujano, una pulga verdadera, en el Giro de 2011, de la huella que había dejado en la imaginación de todos, que querían compararle con Mikel Landa o con Chris Froome, que las mismas Finestre habían ascendido volando en el Giro de Italia, pero él, que creció ciclísticamente viendo etapas del Tour y de la Vuelta, después de comer, junto a su abuelo, del Giro no sabe apenas nada. “Es en mayo. El mes de los exámenes”, dice Torres, que este curso empezó en la Universidad Politécnica madrileña a estudiar INEF, pero lo tuvo que dejar. “No se puede estudiar a distancia. La mayoría de las clases son presenciales y solo para ir a la Uni era una hora de ida y otra de vuelta. No me daba el día, que, normalmente, lo dedico prácticamente el 100% al ciclismo. Me levanto y ya estoy pensando en el ciclismo, en lo que tengo que desayunar, dependiendo del entrenamiento que me toque, luego salir a entrenar, llegar a comer y también comer dependiendo del entrenamiento que haya hecho… En la tarde sí que intento hacer alguna cosa un poco diferente. Sí que me gusta ver las carreras de ciclismo, así que también estoy muy puesto siempre con las carreras, pero también me gusta hacer otras cosas diferentes para despejar un poco la mente y no estar todo el día pensando en la bici”.

El ciclista Pablo Torres posa en su barrio en el parque de la Vicalvarada en Madrid, el 16 de septiembre.Andrea Comas

El cabeza de lista de la generación post zeta, la que más ilusiona —Iván Romeo, dos años mayor, ganó la contrarreloj del Mundial, a Torres se le espera el viernes como protagonista en la ruta y el alicantino Héctor Álvarez es de los favoritos el jueves en los júniors—, no quiere ser ni Landa ni Contador. “A Ayuso y a Carlos Rodríguez les admiro mucho, y ojalá pudiera llegar a ser como ellos o, si se puede, mejor, aunque es muy complicado, pero mi ciclista favorito es Pogacar. Siempre que veo que ataca de lejos o algo así, a mí me gusta no imitarlo pero sí intentar hacer lo que él hace porque me parece que hace cosas que son increíbles. Siempre que gana Pogacar estoy muy contento. De hecho, cuando gana ya es como que ha pasado algo bueno en el día”, dice Torres, ojos clarísimos, y sus manos, pequeñas, no le habrían gustado a Bahamontes, que decía que más que fémur largo un ciclista tiene que tener manos grandes. Torres, justamente, corre muy cerca de Pogacar, en el equipo de desarrollo del UAE, adonde llegó desde el Club Sanse, la gran cantera de ciclismo de San Sebastián de los Reyes, al norte de Madrid, recomendado por Ángel Buenache. “Empecé a hacer ciclismo hace seis años. Jugaba al fútbol, pero pesaba bastante más que ahora, más de 60 kilos a los 12 años, y, aparte de que no era muy bueno, tenía siempre problemas de rodilla, así que decidí empezar con la bici. Al principio me doblaban en todas las carreras que corría, no terminaba, pero poco a poco, sobre todo con la cuarentena, en la pandemia, que me pilló con 14 años, fui mejorando. En el confinamiento, como no había nada que hacer, pues todas las tardes hacía una hora de rodillo en casa mientras veía algún vídeo en el móvil o veía alguna carrera”.

Giacomo Notari, el técnico italiano que entrena a Torres en el UAE, lo define como un corredor de pruebas por etapas por su capacidad de recuperación —”cuando más fuerte está es en las últimas etapas de las carreras, y así fue tanto en el Giro Next Gen, que terminó también segundo, en el Tour del Porvenir y hasta en el Tour de Ruanda”, dice Notari—, y como escalador puro, de puertos largos. “Pero también, aunque no lo enseñe mucho, Torres tiene un punto de explosividad que le puede ir muy bien en un circuito tan duro como el de Zúrich”, dice Notari, admirado por el gran salto de calidad de su pupilo esta temporada. “Pese a su juventud se porta como un verdadero profesional pero, esto es lo importante, no se ha entrenado en exceso. Como júnior se entrenaba poco, como júnior, dos horas al día después del colegio, y este ha subido pero no pasa de 20-21 horas a la semana. Pero ya se ha concentrado en altura, en Sestriere y en Sierra Nevada. Hace vida de profesional pero con entrenamientos de joven”.

“Yo creo que los vatios que muevo no están mal también cuando los comparo con otros compañeros que son más pesados. Son menos pero yo creo que me cunden bastante el llano”, admite Torres. “Y, hablando de explosividad, tal vez en un esfuerzo muy corto la arrancada me cuesta en el sprint, pero si ya voy con un poco de velocidad y ha habido un esfuerzo anterior yo creo que puedo ser más explosivo. Puede que haya más ciclistas con mejores números, pero a partir de los 3-5 minutos yo creo que sí me puedo defender”.

Ningún español ha logrado ganar el Mundial sub-23. “Sería muy bueno ganarlo, yo, o cualquier otro del equipo [corredores ya del WorldTour como Igor Arrieta e Iván Romeo, formarán el quinteto junto a Torres, Iker Mintegi y Jaume Guardeño]”, dice Torres. “En todas las carreras sub-23 que he corrido he estado entre los mejores, pero todavía queda trabajar mucho más porque esta es una categoría que sirve para aprender. Los resultados que se consigan aquí tampoco dicen el ciclista que vas a llegar a ser si no te ayudan a aprender y a desarrollarte”.

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