La Olimpiada de Ajedrez empieza en Budapest con 175 selecciones y 24 ausentes sin visados

Afganistán, donde el ajedrez está prohibido, Palestina y el equipo de refugiados, entre otros, mantienen su lucha burocrática para jugar

Un momento del encuentro Emiratos Árabes Unidos - Estados Unidos de la primera ronda de la Olimpiada FemeninaMichal Walusza/FIDE (Walusza Fotografia)

El ajedrez es mucho más popular ahora que antes de la pandemia y de la serie Gambito de Dama (Netflix). Momento ideal para batir el récord de participantes en la edición 45 de la Olimpiada, en Budapest. Quizá aún se consiga, pero con el sufrimiento de muchos, cuyos visados fueron rechazados por el Gobierno húngaro. Entre quienes no llegaron a la primera ronda este miércoles, el equipo especial de refugiados de guerra, Afganistán (donde los talibanes prohíben el ajedrez) y Palestina. De los 201 países (o territorios) miembros de la Federación Internacional (FIDE), han empezado 175 y faltan 23 de los inscritos, además de los expatriados.

El problema de las ausencias es delicado por dos motivos adicionales a los obvios: la FIDE, cuyo lema es Gens una sumus (somos una familia) celebra este año su centenario. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, para quienes los emigrantes son “veneno” y “no necesarios”, afirmó el viernes: “La emigración desintegrará la Unión Europea”. Las reiteradas peticiones de EL PAÍS para lograr testimonios oficiales del Gobierno húngaro y de la FIDE fueron peloteadas de cargo a cargo hasta que el presidente de la FIDE, el ruso Arkady Dvorkóvich, y el de la Federación Húngara, Zoltan Polyanszky, coincidieron al afirmar que están haciendo “todos los esfuerzos posibles para que varios de los equipos inscritos puedan llegar en las próximas 48 horas”. Dvorkóvich añadió: “Me consta que los palestinos ya están viajando; los refugiados están en Nairobi (Kenia) y creo que podremos traerlos”.

La Embajada de Austria (que lleva los asuntos de Hungría en Senegal) explicó a la federación de ese país que el Gobierno húngaro no había logrado comprobar que los ajedrecistas inscritos fueran jugadores de verdad. El gran maestro de origen español, residente en Dakar, Félix Izeta, replica: “Eso es absurdo, porque todos ellos se han clasificado jugando el Campeonato de Senegal”. Más chirriante aún es el caso de los afganos, trasladados desde hace un mes a Irán a la espera de un visado que no llega: difícilmente se puede comprobar que disputan torneos si en su país están prohibidos.

La marca de participación se batió hace dos años en Chennai (India) con 187 equipos en la competición absoluta (algunas selecciones suelen incluir mujeres) y 162 en la femenina. Las Olimpiadas de Ajedrez son una competición durísima para quienes aspiran a medallas (España puede estar cerca si rinde al máximo porque es el 13º cabeza de serie; y las mujeres el 9º). Pero también una gran fiesta para muchos de los participantes (cada equipo consta de cuatro titulares, un suplente y un capitán). Si se añaden directivos, árbitros, periodistas, técnicos y acompañantes, son cerca de 3.000 personas de casi 200 países reunidas durante dos semanas en el mismo lugar.

Ese era el sentimiento colectivo que prevalecía el martes, cuando la húngara Judit Polgar, única mujer en la historia que ha estado entre los diez mejores del mundo, hizo el último relevo con la antorcha para encender el pebetero. Las pesadillas de los visados y el enojo por los precios abusivos en hoteles y comidas estaban, de momento, en segundo plano.


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