El gran descalabro del rugby australiano
Los Wallabies caen con estrépito ante Gales (40-6) y afrontan su primera eliminación en una fase de grupos del Mundial
La afición australiana se marcha del funeral de su rugby mientras la galesa canta feliz este domingo en Lyon una de sus grandes victorias. No hubo resurrección de los Wallabies siete días después de perder su primer partido ante Fiyi en 69 años. Un doble campeón del mundo que ha jugado al menos los cuartos de final en los nueve mundiales previos tiene todas las papeletas para su primera eliminación en fase de grupos. Con el estrépito de una derrota abultada y el caos interno de las f...
La afición australiana se marcha del funeral de su rugby mientras la galesa canta feliz este domingo en Lyon una de sus grandes victorias. No hubo resurrección de los Wallabies siete días después de perder su primer partido ante Fiyi en 69 años. Un doble campeón del mundo que ha jugado al menos los cuartos de final en los nueve mundiales previos tiene todas las papeletas para su primera eliminación en fase de grupos. Con el estrépito de una derrota abultada y el caos interno de las familias malavenidas.
Como ocurriera ante Fiyi, Australia fue una colección de errores desde que el capitán galés, Jac Morgan, abriera la primera brecha, que terminó con el ensayo de Gareth Davies, uno de sus viejos rockeros. Fue el peor comienzo para un equipo sentado en el diván. Con el marcador en contra, subió la ansiedad y aumentó el riesgo, la manía de hacer más de la cuenta. Lo sabía Gales, feliz de presionar cada lance. Incluso cuando los australianos amenazaban, llegaba el error. Sirva como ejemplo el saque de touch de David Porecki, uno de los sacadores de banda más fiables del mundo. Con su equipo a ocho metros en ensayo, mandó el oval a manos de Morgan y en un suspiro los galeses sumaban tres puntos más.
Poco importó que Gales perdiera a su apertura, Dan Biggar, antes del cuarto de hora inicial. Su relevo, Gareth Anscombe, acostumbrado a apagar juegos, mejoró si cabe las prestaciones, castigando con el pie la infinita cascada de faltas de los australianos. El dominio del XV del Dragón al descanso chocaba con la posesión australiana: pasada la media hora, Gales sumaba 101 placajes por 25 de los Wallabies, la prueba de su dominio desperdiciado.
Con todo, el marcador aún tenía vuelta atrás. Hasta que Gales se plantó en 22 rival, durmió el juego con su delantera y pegó el bofetón definitivo en una patada chip de Anscombe, con la creatividad por castigo, que cazó raudo Nick Tompkins, más rápido que toda la zaga australiana, necesitada de estimulantes, rumbo al ensayo que rompió sin remedio el partido (26-6). El banquillo no renovó a los Wallabies, víctimas de su ansiedad, del error constante. Lo único que tenía que hacer Gales es mantener el orden y canjear los fallos. Y Anscombe tenía el pie entonado, ya fuera a balón parado o rompiendo el juego corrido con un drop. El XV del Dragón no necesitó rozar el sobresaliente para redondear una paliza suprema.
Australia vio en Eddie Jones, contratado por cinco años en enero, una solución a largo plazo que no ha pasado de parche. El amplio bagaje de un seleccionador que ya conocía a los Wallabies o Sudáfrica, sorprendió con Japón en el Mundial de 2015 o había llevado a Inglaterra a la final de 2019 para canalizar a la generación más joven de los últimos 30 años en el rugby australiano. Pero el carácter de Jones, despedido tras dos años en caída libre con el XV de la Rosa, ha quemado a un grupo que ya venía frustrado. Su verborrea ha provocado pitadas monumentales de sus propios aficionados.
Lo cierto es que los líderes de la mejor Australia reciente, la que llegó a la final de 2015 con Michael Cheika como seleccionador, eran dos delanteros luchadores y carismáticos como Michael Hooper y David Pocock. Jones prescindió del primero y de otro talento –a veces problemático– como Quade Cooper. Las nuevas hornadas, con perfiles físicos por doquier, no han creado líderes. Por eso los Wallabies viven uno de los peores momentos de su historia, tras más de dos décadas sin oler la Bledisloe Cup –el torneo que disputan anualmente a doble partido con Nueva Zelanda– y ocho años sin ganar el Rugby Championship, el gran torneo de selecciones del hemisferio sur. A falta de despedir el Mundial ante Portugal, solo han ganado un partido en lo que va de año, su estreno mundialista ante Georgia.
La que sí ha resucitado es Gales, después de un año de grande venido a menos. Tras llevarse el Seis Naciones en 2021, apenas ganó tres partidos en 2022 –incluyendo derrotas dolorosas como la sufrida en Cardiff contra Georgia–, una dinámica que le costó el puesto a su seleccionador, Wayne Pivac. La respuesta fue poner el equipo en manos de Warren Gatland, el técnico que había logrado cuatro Seis Naciones en doce años y dos semifinales mundialistas. Tras salvar los muebles contra Fiyi –ganaba por 18 puntos a Fiyi a falta de 11 minutos y solo un error de manos de los oceánicos evitó la catástrofe–, asegura su clasificación para cuartos y allana el primer puesto del grupo de cara a medirse en cuartos con Argentina o Japón.
Allí, salvo milagro mayúsculo, no estará Australia. A Fiyi le bastan cinco puntos en dos partidos en teoría asequibles antes Portugal y Georgia para conseguir el pase. Le bastaría con derrotar el sábado con punto bonus a los georgianos para certificar el segundo billete de su historia entre los ocho mejores del mundo. Una aristocracia que despide a los Wallabies más plebeyos.
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