El primer chino en la cima de la Champions

Steven Zhang, presidente del Inter, alterna su condición de pionero con la angustiosa necesidad de vender una empresa endeudada

Steven Zhang, presidente del Inter de Milán, antes de la semifinal disputada en San Siro el 16 de mayo.Mattia Ozbot - Inter (Inter via Getty Images)

Pocas veces el palco de San Siro se agitó tanto como cuando Lautaro Martínez hizo el gol que puso el último clavo al ataúd del Milan en la semifinal de la Champions, el pasado 16 de mayo. Los peinados cardados, los rizos permanentados, las pieles bronceadas, las zapatillas de Gucci, los trajes de Loro Piana, se revolvieron entre voces, juramentos y declaraciones de afecto desbordado entre la montonera jubilosa del Inter. En el ojo d...

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Pocas veces el palco de San Siro se agitó tanto como cuando Lautaro Martínez hizo el gol que puso el último clavo al ataúd del Milan en la semifinal de la Champions, el pasado 16 de mayo. Los peinados cardados, los rizos permanentados, las pieles bronceadas, las zapatillas de Gucci, los trajes de Loro Piana, se revolvieron entre voces, juramentos y declaraciones de afecto desbordado entre la montonera jubilosa del Inter. En el ojo del huracán destacó inmóvil una sombra pálida. El rostro impertérrito de Steven Zhang, el presidente más joven de la historia del club más señorial de la ciudad, muchacho nacido en Nanjing hace 31 años, reflejaba algo parecido a la angustia.

El pase del Inter a su sexta final de la Copa de Europa —le espera el Manchester City el próximo sábado en Estambul— encendió la plaza del Duomo de banderas negriazules, tricolores y cruzadas. Durante toda la noche, Milán fue un concierto de notas de claxon. Lautaro, alias Toro, no se había quitado las botas cuando le invitaron a un show televisivo: “Esta noche la recordaremos toda la vida, los jugadores y los hinchas...”. Lautaro hablaba mientras por detrás de su cresta mohicana se asomó ingrávido el presidente. Junto al futbolista curtido bajo el sol, el semblante de Zhang recordó a un niño. Le pidieron que dijera algo y rompiendo con su protocolo de silencio se autopromocionó en inglés: “Hemos llevado al club al top”, declaró; “es mi séptimo año aquí. Tenía 24 años cuando llegué y había jugadores que nunca habían jugado en Champions”.

Steven Zhang se convertirá este sábado en el primer chino que protagoniza una final de la Champions. Lo hará como propietario de un club que apenas da muestras de querer conservar. Según fuentes de empresas americanas con información directa sobre la operación, Zhang lleva meses ofreciendo —sin éxito— el 70% de las acciones del Inter en Estados Unidos. Le ha puesto un precio que ronda los 270 millones de euros. Aproximadamente lo mismo que pagó su padre, Jindong Zhang, por adquirirlo en 2016. No obstante, el Inter ha negado durante los últimos meses que el club esté en venta.

Jindong era uno de los hombres fuertes de China cuando compró el Inter en 2016. Presidente de Suning, primer fabricante de electrodomésticos del país, además oficiaba de miembro del Comité Nacional de la Conferencia Político Consultiva del Partido Comunista. Su afán por invertir en el fútbol solo respondió a una orientación política. Por entonces —ya no tanto— el presidente Xi Jinping señalaba que China debía desarrollar una industria estratégica en torno al fútbol.

La evidencia de que las sociedades anónimas del fútbol rara vez son rentables en la cuenca del Mediterráneo espantó a los patrocinadores chinos al cabo de un año en Milán. La crisis inmobiliaria y financiera, profundizada por la pandemia, aceleró el desencanto. Con más de 60 millones de casas nuevas sin vender en China, las lavadoras de Suning perdieron mercado. La compañía quebró. El Gobierno la rescató pero Jindong fue purgado y permaneció en paradero desconocido. Al frente del Inter quedó su hijo Steven, a quien el fútbol nunca le había interesado.

Condenado

Graduado como economista en la Universidad de Pensilvania, antes de trasladarse a Milán fue analista de Morgan Stanley. Una vez en Lombardía, destacó por su afición a los coches caros y las fiestas, cuanto más esotéricas, mejor. Bajo su dirección, los ingresos se estancaron y la deuda del Inter superó los 300 millones de euros, a un ritmo que, de mantenerse, situaría el pasivo en 800 millones para 2027. Salvo la Juventus, ningún club en Italia registró peores balances. Steven se refinanció pidiendo dinero al fondo Oak Tree y a una serie de bancos chinos que le impusieron un interés anual de hasta un 12%, lo que supone 45 millones al año. Él mismo se endeudó personalmente en China, en donde sus propiedades están embargadas. Los acreedores consiguieron que un tribunal de Hong Kong lo condenara a pagar 250 millones, según La Repubblica. La justicia italiana cursó la orden. Steven asegura no tener propiedades en el país. Dice ser solo un gestor de Suning.

Los ingresos más significativos del Inter derivan de su política deportiva. Exactamente la parcela en la que Suning no interviene. El equipo actual es obra de Giuseppe Marotta, que vendió a Achraf por 70 millones y contrató a Dzeko, Çalhanoglu y Mkhitaryan sin pagar traspaso, además de hacerse con Lukaku a préstamo después de venderlo al Chelsea por 120 millones de euros en 2021. Pura filigrana en el arte de la compraventa. Puro oxígeno para Steven Zhang, a quien la fortuna ha depositado en Estambul, pionero chino al frente de un club finalista de la Champions.

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