Caída y abandono de Tao Geoghegan Hart, el tercer clasificado en el Giro de Italia
Victoria del alemán Pascal Ackermann en el sprint de Tortona después de una etapa marcada por un accidente que también afectó al líder, Geraint Thomas, y al segundo en la general, Primoz Roglic
El anticiclón está aún lejano, advierte el meteorólogo de un Giro tan triste como el tiempo, gris lluvia, un sol escondido bajo nubes oscuras sobre el Tirreno agitado, que, antes de llegar a las montañas, avanza a paso de golpes y desgracias. Caídas y Covid.
Una carrera de eliminación, resumen quienes convierten los hechos en conceptos y hablan tanto de la cantidad de abandonos por la Covid –ocho retirados más ayer, cuatro de ellos del Soudal, el e...
El anticiclón está aún lejano, advierte el meteorólogo de un Giro tan triste como el tiempo, gris lluvia, un sol escondido bajo nubes oscuras sobre el Tirreno agitado, que, antes de llegar a las montañas, avanza a paso de golpes y desgracias. Caídas y Covid.
Una carrera de eliminación, resumen quienes convierten los hechos en conceptos y hablan tanto de la cantidad de abandonos por la Covid –ocho retirados más ayer, cuatro de ellos del Soudal, el equipo de Evenepoel, que sigue con solo tres ciclistas—como de Tao Geoghegan Hart, caído, inmóvil, de costado sobre el asfalto mojado, las rodillas dobladas, y recuerda su posición a la Joseba Beloki, su cuerpo tras la caída del vasco delante de Lance Armstrong en un Tour hace 20 años. Tao no se levanta. Su Giro termina en ambulancia (y la primera exploración en un hospital parece evidenciar una fractura del fémur izquierdo), el Giro del inglés que marchaba tercero, a solo 5s de su compañero y maglia rosa, Geraint Thomas, y muchos pensaban que era el mejor del Ineos, mejor en la montaña que Thomas, e igual en la contrarreloj. Tres días después del abandono de Remco Evenepoel, la corsa rosa, tan pálida, pierde a otro de sus favoritos a 70 kilómetros de Tortona, Piamonte, la patria de los dos únicos italianos a los que se puede llamar campionissimo, Girardengo, Coppi, donde gana al sprint el alemán Pascal Ackermann por delante de Jonathan Milan y Mark Cavendish.
La lluvia que inunda las regiones de la península por las que acaba de pasar el Giro cae suave en la costa de Liguria, hacia la que desciende el pelotón por la Colla di Boasi. Solo hace unos minutos que ha empezado a llover. El agua se mezcla con la suciedad, con el aceite de viejos camiones, con el polvo del asfalto nuevo, y lo hace, explica Thomas, de rosa, con 2s sobre Primoz Roglic y 23s sobre Joao Almeida, “extremadamente resbaladizo”. En una curva a izquierdas, frena torpe y cae delante de él justamente el italiano Alessandro Covi. “Un patinazo y un buen golpe”, lamenta el ciclista italiano, compañero de Almeida, que lucha por el podio. “Son cosas que pasan”. A Thomas no le da tiempo a frenar. Tropieza con su cuerpo y su bicicleta y también se va al suelo. “No sé qué ha pasado. Se cayó uno delante de mí y afortunadamente yo caí encima de él. Pero mis compañeros Tao y Sivakov se han hecho daño. Y también Roglic se cayó allí”, explica el líder del Giro, uno que abandonó por caída en sus dos últimas participaciones en la carrera italiana. “Desde el punto de vista personal he estado afortunado, he aterrizado en blando. He hablado con Roglic. He visto que tenía un buen corte en una pierna, en el muslo, y que lo tenía inflamado. Espero que pueda seguir”.
Los que le siguen en el pelotón clavan los frenos y se van al suelo. Cae media docena de corredores, la mayoría Ineos, siempre cerca de su jefe en la cabeza, y también Roglic. No todos se levantan rápido. Thomas, más veloz que ninguno, parte de nuevo a toda velocidad. Roglic coge la bicicleta de su compañero Bouwman y acelera tras la rosa. Tao se queda en el suelo. Y también el escalador francés pirenaico Pavel Sivakov, el tercer hombre en importancia del equipo que lo tenía todo, salvo a Roglic, para ganar el Giro.
“Tao estaba en una posición óptima, marchaba fortísimo”, lamenta en la meta Thomas, el galés que abandonó su país a los 20 años porque no aguantaba el tiempo y, más filósofo que resignado, contempla el cielo italiano estos días tan lejos de su tópico, tan cerca del tiempo británico, y los 16 kilómetros de playas privadas que recorren en la salida de Camaiore convertidos en una plantación de sombrillas plegadas, un bosque desolado. “Tao ha perdido una gran oportunidad de ganar el Giro de nuevo [el londinense de Hackney ya ganó el Giro de 2020]. Ha sido un golpe muy duro para todo el equipo. Espero que se recupere y vuelva rápido”.
A Sivakov, herido, su equipo le deja solo, descolgado, lento. Solo le acompañan un coche del Ineos y una moto de comisarios, que advierte al conductor del equipo que ni se le ocurra echarle una mano a su corredor, que sufre. Les adelanta rápido una ambulancia camino de otra caída un par de kilómetros delante. El navarro del Movistar Óscar Rodríguez ha perdido el control de su bici a más de 70 por hora, se desvía hasta la cuneta donde su cuerpo choca con una señal de tráfico que continúa temblando segundos después, cuando el ciclista aterriza contra la esquina de una casa construida sobre la carretera. Rodríguez comenzaba entonces a trabajar para acabar con la fuga, la faena más importante de su equipo. El día estaba escrito para la primera victoria de su jefe, Fernando Gaviria, que en la misma Tortona logró su cuarta victoria en su gran Giro, el de 2017. Pese a todo, el equipo triunfa. La fuga es extinguida. Gaviria, no. Gaviria se cae a dos kilómetros.
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