Çalhanoglu, del fútbol folclore al fútbol real
La metamorfosis del mediapunta en pivote simboliza el espíritu de supervivencia del Milan, que le rechazó, y el Inter, que le fichó
Hakan Çalhanoglu, el mediocentro que la semana pasada dirigió al Inter hacia la victoria (0-2) en el derby de Milán en la ida de las semifinales de la Champions, era el Iván de la Peña de Renania del Norte. Diez años después este alemán de origen turco que creció como mediapunta es un interior respetado al frente de un equipo que tiene un pie en la final, con permiso del Milan, que esta noche (21:00 horas, Movistar) juega de visitante en un San Siro a reventar. Se esperan...
Hakan Çalhanoglu, el mediocentro que la semana pasada dirigió al Inter hacia la victoria (0-2) en el derby de Milán en la ida de las semifinales de la Champions, era el Iván de la Peña de Renania del Norte. Diez años después este alemán de origen turco que creció como mediapunta es un interior respetado al frente de un equipo que tiene un pie en la final, con permiso del Milan, que esta noche (21:00 horas, Movistar) juega de visitante en un San Siro a reventar. Se esperan más de 75.000 espectadores y una recaudación de 12 millones de euros. Récord en la historia del fútbol italiano.
“Hakan jugaba más para sí mismo que para el equipo”, recuerda Michael Reschke, el director deportivo del Bayer Leverkusen que en 2014 le fichó por siete millones del Hamburgo. Tenía 20 años, presumía de diez, y poco a poco se especializó en arriesgar la pérdida en pases inverosímiles. Tan difíciles que los envíos únicamente podían alcanzar al compañero elegido si los rivales estaban mal posicionados en el campo. La pelota atravesaba las líneas en uno de cada diez intentos. Pero a Çalhanoglu no le importaba. Decía que se sentía muy valiente porque asumía riesgos que nadie más asumía. En realidad, tal y como señaló un ojeador de la Premier, “solo retroalimentaba su vanidad”. Roger Schmidt, el entrenador, le daba la titularidad porque compensaba sus veleidades con un acierto descomunal a balón parado. El 30% de los goles del Bayer nacían ahí. Su pie derecho hacía estragos en faltas directas, centros laterales y córners.
Durante los tres años que permaneció al servicio del club de la fábrica de aspirinas, Çalhanoglu se convenció a sí mismo de que era uno de los diez mejores futbolistas de Europa. En 2017 el Bayer le puso en el mercado y él se preparó para irse al Manchester City. No tenía dudas de que, tarde o temprano, sería candidato al Balón de Oro. Pero los analistas que emitieron informes para los clubes ingleses, además de problemas de carácter, detectaron dos carencias físicas que hipotecaban sus aspiraciones en la elite: ni era un gran fondista para ocupar con solvencia el mediocampo en situaciones críticas, ni poseía cambio de ritmo para desbordar en los últimos metros.
Solo el Milan se ofreció a mejorarle el contrato que tenía en Leverkusen. El club lombardo, que recorría la parte más lúgubre de su depresión económica, no le llamó para ganar la Champions. Le reclutó para pelear por el cuarto puesto de la Serie A. A la cura de humildad se sumaron excelentes maestros tácticos. De la mano de Gennaro Gattuso y Stefano Pioli, el mediapunta aprendió a colocarse en el campo para ayudar en defensa, comenzó a jugar fácil y a saber elegir los pases decisivos, y ganó en continuidad. Cumplidos tres años en Milanello, en 2021, se quedó libre. Convencidos de que el equipo evolucionaría mejor sin Çalhanoglu que con él, los técnicos del Milan no le renovaron. En 2022 el Milan fue campeón de la Serie A sin Çalhanoglu.
“No creo”
El turco-alemán mejoró pero no lo suficiente. Libre de contrato y todo, apenas tuvo una oferta en el verano de 2021: se la hizo el Inter, que acababa de espantar a Antonio Conte con la venta de sus mejores futbolistas. La mudanza de Çalhanoglu provocó un sinfín de polémicas y disputas vecinales en la ciudad. “Él nunca se sintió querido en el Milan”, observó ayer un taxista, tifoso interista. Cuando le preguntaron a Pioli si el secreto de las últimas tres victorias del Inter en el derby había sido la presencia coyuntural de Çalhanoglu por delante de los centrales, en detrimento del gran Brozovic, el técnico, que fue su maestro, respondió firme: “No creo que sea esta la situación”.
Si en la frondosa Milanello reniegan de él, en los prados de Appiano Gentile, el cuartel del Inter, la reflexión de Simone Inzaghi es más optimista cuando le preguntan por la extraña metamorfosis que obró en el diez atolondrado, hoy convertido en pivote prudente. “Fue una intuición”, dijo el técnico. “Cuando perdimos por lesión a un jugador importantísimo para nosotros, como es Brozovic, pensé que Çalhanoglu podía ser la solución. Y el chico ha estado muy bien. Se ha sabido adaptar”.
Inzaghi no da pistas. Con Brozovic entre algodones por problemas musculares, su secreto es simple: organizar con maestría un sistema de tres centrales y dos laterales más defensivos que nunca. El blindaje que necesita Çalhanoglu para ocultar sus lagunas de pivote y exhibir lo mejor de su nuevo repertorio: el criterio para dar velocidad al juego sin perder la pelota en acciones ornamentales.
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