El salto mental de Gonzalo Pérez de Vargas en el Barcelona de balonmano
El portero azulgrana, en cuartos de la Champions, destila desde hace dos años su mejor versión en los partidos claves
Fue en un paseo en solitario por Santander, antes de afrontar la final de la Copa Asobal de 2021, cuando su pensamiento al fin se tornó positivo. Resulta que leyó en Twitter una encuesta sobre quién sería el mejor jugador del torneo. “Me dije que yo”, cuenta con su voz rasgada Gonzalo Pérez de Vargas (Toledo; 32 años), portero del Barcelona que siempre destacaba sobremanera menos cuando tocaban partidos de gran calado. Ya no...
Fue en un paseo en solitario por Santander, antes de afrontar la final de la Copa Asobal de 2021, cuando su pensamiento al fin se tornó positivo. Resulta que leyó en Twitter una encuesta sobre quién sería el mejor jugador del torneo. “Me dije que yo”, cuenta con su voz rasgada Gonzalo Pérez de Vargas (Toledo; 32 años), portero del Barcelona que siempre destacaba sobremanera menos cuando tocaban partidos de gran calado. Ya no es así, capital en las dos últimas finales de la Champions, también un muro con España cuando el envite lo requiere. “Siento que soy uno de los mejores del mundo. Por los resultados con el equipo y la selección, y por una ecuación de consistencia de las temporadas que llevo aquí. Hasta hace dos veranos no era capaz de hacerlo bien cuando de verdad importaba. Ese salto me ha dado confianza”, aclara antes de recordar que lo más importante está por llegar y eso es el encuentro ante el GOG danés (la ida, a domicilio, hoy a las 20.45), eliminatoria previa para pisar la Final Four de Colonia.
El sambenito, seguramente, empezó en la Final Four de 2017. “Tenía 26 años, era titular y asumí que para ganar el portero tenía que parar mucho. Me puse mucho peso encima”, recuerda. Algo similar le ocurrió dos años después en el mismo escenario, de nuevo el equipo apeado en las semifinales por el Vardar y con Gonzalo sin ofrecer su nivel. “No era injusto que se dijera eso. Era algo objetivo porque era capaz de ofrecer un rendimiento muy bueno durante el año y al final, no…”, lamenta. Pero en 2021 ya llegó con ese pensamiento positivo que había forjado en Santander, secundado por los mensajes de su entorno, al fin con la capacidad de gestionar mejor las emociones para marcarse una Champions de arrea. “Me liberé, me saqué un peso de encima porque sabía que tenía el nivel. Gracias a eso he conseguido llegar a mi mejor versión”, resuelve. El camino ha sido largo y repleto de éxitos, capaz de festejar cuatro Champions y nueve Ligas, además de dos bronces mundiales y dos oros, otras tantas platas y un bronce europeos.
Gonzalo llegó a la portería de casualidad. Con unos amigos crearon un equipo y el padre de uno de ellos, Ricardo Sierra, que jugó en Segunda, preguntó quién quería atajar. Él levantó la mano porque ningún otro dio el paso. “Debía estar predestinado porque desde ese día no he salido de debajo de los tres palos”, explica, risueño. Tan bien se le daba, que el Barcelona lo fichó para cadetes, él un poco reacio por separarse de sus amigos, pero al final convencido por la oportunidad. “Aunque mis padres me pusieron la condición de que tenía que cursar una carrera a la vez”, desvela. Y se sacó Administración y Dirección de Empresas, estudios que espera mezclar con el balonmano cuando se retire. Pero para atornillarse en el primer equipo sudó lo suyo, cedido al Granollers y al Toulouse francés antes de ser asiduo en el Palau, ya en 2014. Siempre rindió, pero le faltaba dar el paso definitivo, sobre todo psicológico. “Ser portero es complicado porque estás expuesto y no te puedes esconder. Un jugador de pista puede no tirar si no tiene el día o esforzarse al máximo para aportar en otras facetas, pero el portero no. Ya puedes intentar atacar todos los balones, que si no sale, no sale. Así que con el tiempo y la experiencia aprendes a controlar los impulsos, el ritmo del partido y la sensación de que no te puede afectar encajar”, desliza a la vez que apunta que no necesitó ayuda externa para mejorar en ese apartado.
Ahora se centra en mantener el físico y en mejorar gestos técnicos, ocupar más portería y, sobre todo, entender al momento en qué ha fallado en cada gol, si es el caso, para corregirlo. Pero el vídeo solo es una ayuda porque prefiere ser intuitivo, consciente de que en la Final Four de 2020 tuvo sobreinformación. “En la pandemia, tras cuatro meses encerrados, hicimos muchos análisis con Xavi Pascual [extécnico azulgrana] y teníamos muchísimos datos. Por ejemplo, secuencias de penaltis de Hansen, que si tiraba el primero a un sitio y lo metía, en el 80% de las veces repetía… Me ponía a pensar y ya me lo había metido”, rememora. Pero de eso, como de todo, aprendió y mejoró. Así que esta noche en Dinamarca saldrá a la pista —siempre con el pie derecho y santiguándose— esperanzado en dar su mejor versión como ha hecho en los últimos dos años. “Sobre el papel somos favoritos, por ser el actual campeón y por el juego que hemos hecho este año”, conviene; “vamos con respeto, pero también con confianza”. La que tiene Gonzalo bajo los palos, la que se ha labrado.
Cocinillas, padre y daltónico
Los fogones siempre se le han dado bien a Gonzalo, que ahora, presume, está perfeccionando con su famoso rape al horno con boniato y guindilla. Sabe, en cualquier caso, que no le quedará mucho tiempo libre para cocinar o jugar al pádel, su otra pasión, porque pronto será padre -es un niño pero no desvela el nombre- junto a Itziar Llobet, jugadora del Barcelona de baloncesto. De los colores de la ropa del bebé, dice, se encargará la madre porque él es daltónico, algo que a veces le afecta en los entrenamientos porque no distingue bien los petos, pero no en los partidos porque ya pide que los colores no tengan los mismos tonos.
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