El Milan apea al Nápoles y jugará su primera semifinal tras 16 años
El conjunto ‘rossonero’ hace valer su defensa y empata en el estadio Diego Armando Maradona
El gran Milan europeo divisa un oasis en su travesía del desierto: 16 años después volverá a jugar unas semifinales de la Champions, altura a la que no se le veía desde que en 2007 acabó por alzar su séptima Copa de Europa. Los años pasan y tras aquel hito su músculo financiero se debilitó y sólo ha logrado acceder en ocho oportunidades a la máxima liza continental. Si la lupa se pone después de 2014, su bagaje apenas se reduce a dos participaciones. El desplome también es doméstico: en lo que va de siglo, el histórico cuadro ...
El gran Milan europeo divisa un oasis en su travesía del desierto: 16 años después volverá a jugar unas semifinales de la Champions, altura a la que no se le veía desde que en 2007 acabó por alzar su séptima Copa de Europa. Los años pasan y tras aquel hito su músculo financiero se debilitó y sólo ha logrado acceder en ocho oportunidades a la máxima liza continental. Si la lupa se pone después de 2014, su bagaje apenas se reduce a dos participaciones. El desplome también es doméstico: en lo que va de siglo, el histórico cuadro rojinegro sólo suma tres scudetti, el último de ellos el año pasado. Ni siquiera ese reciente éxito animaba a aguardarle en la élite. Y, sin embargo, ahí está de nuevo entre los cuatro mejores equipos de una Champions que no hace tanto sentía como una competición totémica.
Atrás queda el Nápoles, que partía favorito en el emparejamiento, desdichado porque fue incapaz de aprovechar sus mejores momentos en la eliminatoria, penó cuando se volvió vulnerable y acabó prisionero de los nervios y la desesperación cuando debió exponer algo más que vigor para culminar la remontada.
El Milan empató en la vuelta en el Diego Armando Maradona con argumentos similares a los que le valieron para cobrar mínima ventaja en el partido de ida: rigor defensivo, sacrificio en las ayudas y velocidad en campo abierto. En San Siro fue Brahim Díaz el que fabricó el gol de la victoria con una conducción que ningún rival detuvo antes de dejar a Bennacer ante Meret. Frente al Vesubio quien entró en erupción fue Rafael Leão para regalarle la redención a Giroud, que andaba mustio tras fallar un penalti y, poco después, un mano a mano ante el portero.
Que durante la primera parte el Milan, aplicado en defenderse, llegase hasta en tres clarísimas ocasiones a la portería del Nápoles alerta sobre el tipo de partido que jugó. Se plegó y firmó un ejercicio defensivo impecable mientras el Nápoles se entregaba a la tremenda, de inicio a acumular centros al área y saques de esquina; después a aguardar a que Kvaratskhelia prendiese la luz en algún uno contra uno. Pero Kvaradona encontró a su Gentile, a Davide Calabria, un secante que no le compró un amago.
El Nápoles se atascó porque el inicio burbujeante, rotundo en la activación tras pérdida para negarle la pelota al Milan, desembocó en estupor en cuanto el equipo rojinegro se asomó en campo contrario. Llegaron las malas decisiones, un penalti innecesario de Mario Rui que acabó en susto para los locales porque Giroud, que no había fallado ninguno de los 25 lanzamientos anteriores desde los once metros, se topó con Meret. Se ofuscó el Nápoles porque el partido se paró entre lesiones y atenciones y el equipo se sintió incapaz de volver a esa velocidad de crucero en la que se siente cómodo. Y el Milan seguía ahí.
El gol llegó poco antes del descanso. El arrebato local se diluyó entre la lluvia que acompañó el desplome del equipo. Kvaratskhelia se agotó entre porfías, siempre con la puerta que flanqueaba Calabria cerrada con siete llaves. Osimhen, que había apurado la recuperación de una lesión muscular para darle colmillo al equipo, acabó embotado entre los fortísimos centrales milanistas. Los minutos pasaron sin que el Nápoles pudiese activar la emoción de su gente hasta que, con diez minutos y la prolongación por jugar y dos goles por marcar para forzar la prórroga, el lateral Di Lorenzo forzó un penalti por mano de Tomori. Kvaratskhelia tomó la pelota, pero el pánico le superó en la ejecución ante Maignan, un acreditado parapenaltis.
El viejo San Paolo ya hacía tiempo que era un silencioso clamor. Se agitó con un gol de cabeza de Osimhen en la penúltima jugada del partido. Demasiado tarde. El Nápoles, excelente durante tantos meses, no estuvo a la altura en el momento más ilusionante de la historia del club, si se considera la grandeza de lo que estaba en juego. Jamás había estado en unos cuartos de final de Champions y abordaba un cuadro que parecía asequible para llevarle a las puertas de la orejona. Ahí estará el Milan, con todo el peso de su camiseta, su escudo y su historia, con un equipo solidario y canchero lejos de pasados brillos. Un hueso, en todo caso.
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