La Superliga del Barça es la Liga Europa
El encanto sin parangón del fútbol es que se den casos como los de este Barça, el Atlético o la Juventus, o los del Sheriff, el Shakhtar, el Maccabi Haifa... Ese es el fútbol de la gente
Barça y Juventus, dos de los tres promotores de la clasista Superliga embrionaria, evidencian cada vez más sus motivos de ensueño. Económicos, desde luego, pero también deportivos, porque precisan ganarse en una cancillería un estatus que hoy no merecen cuando todo se limita al fútbol, a ese fútbol puro que, en ocasiones, se rebela contra la nomenclatura y su vedettismo. Los dos clubes necesitan blindar en palacio lo que ahora no son capaces de garantizarse en el campo.
Maldito y amnésico como es, el fútbol no siempre entiende de castas, así que con varios rivales plebeyos por el medio ...
Barça y Juventus, dos de los tres promotores de la clasista Superliga embrionaria, evidencian cada vez más sus motivos de ensueño. Económicos, desde luego, pero también deportivos, porque precisan ganarse en una cancillería un estatus que hoy no merecen cuando todo se limita al fútbol, a ese fútbol puro que, en ocasiones, se rebela contra la nomenclatura y su vedettismo. Los dos clubes necesitan blindar en palacio lo que ahora no son capaces de garantizarse en el campo.
Maldito y amnésico como es, el fútbol no siempre entiende de castas, así que con varios rivales plebeyos por el medio cabe que algún aristócrata se despeñe de la Copa de Europa y acabe en las catacumbas de la Liga Europa, nada que ver con el espumoso mundo de las celebridades. El Barça, ese Barça incapaz contra el Bayern de rematar a puerta por tercera vez en trece meses —como antes frente al mismo Bayern y el Benfica—, se ve ahora condenado a un torneo suburbial. Un tránsito en el que abundan rivales de los que precisamente pretendía huir con una Superliga a la carta, sin descensos, inicialmente una habitación cerrada solo para supuestos señoríos. Peor le va a la Vecchia Signora, que debe jugarse un puesto en la populachera Liga Europa con el Maccabi Haifa, su verdugo en Israel. A este Barça que Joan Laporta promovió de vuelta con una sábana gigante frente al Bernabéu le ha ido mejor que al conjunto de la familia Agnelli: al menos goleó al Viktoria Plzen, su único triunfo por ahora en esta Champions. Una Champions desconocida para Lewandowski, su abanderado. Para el polaco, tres derrotas en cinco partidos, tantas como contabilizó en el Bayern en 43 encuentros. Solo el Real Madrid, patricio principal de la Superliga, se sujeta hoy con solvencia a una atalaya desde la que reivindicar un torneo circunscrito a la realeza europea. Máxime cuando ve en Barça y Juventus un peligro que no cabe descartar cuando se trata del puñetero fútbol.
El batacazo azulgrana, la pifia del Atlético y el derrape del Sevilla cabe enmarcarlos como fenómenos individuales. Frente a quienes apuntan a un bajonazo de la Liga tras la marcha de Cristiano y Messi, hay que subrayar que el Real ha sido campeón de campeones sin CR. Y el Barça, con Messi como trovador, se quedó seco en Europa seis cursos consecutivos, algunos de espanto. Esta Liga es la misma Liga que la temporada pasada no solo dio amparo al campeón de Europa y martirizador de la rutilante Premier (el Madrid fundió a Chelsea, City y Liverpool). El United se fue a la cuneta contra el Atlético, al que resistió el City de milagro. Por cierto, hace solo seis meses el Villarreal se cargó al regio Bayern que machaca, machaca y machaca a ese Barça que hace una semana goleó a dicho Villarreal. El fútbol y sus ventoleras.
Los problemas de Barça, Atlético y Sevilla se ciñen a Barça, Atlético y Sevilla. A los tres les ha vencido el fútbol, el del séptimo del calcio (Inter), el del tercero en la rasa Liga belga (Brujas), el del 15º de la Bundesliga (Bayer Leverkusen) y el del octavo de la escuálida liga danesa (Copenhague). A los españoles, tres caídos en primera ronda por primera vez en la historia de la Liga de Campeones, les ha faltado hueso competitivo. A un Barça sobrevalorado con sus veraniegas palancas de neón, a un Atlético más cholista de vocación que real y a un Sevilla que vendió tan bien como siempre pero compró peor que nunca.
De sumarse el Atlético, que ni ha sido capaz de garantizarse aún plaza en la Liga Europa, España tendrá cinco representantes en la copita europea de los jueves. Una Liga que distrae de lo lindo de la Liga doméstica, con viajes pesadotes los jueves y apenas unas horas para el reenganche dominical. Un azote para el visionario Barça de la divina Superliga, tan resignado ante el Bayern como abrigado por una grada de animación con menos expectativas que sus antepasados. Una vía de escape para los decepcionados del Metropolitano y Nervión, que al menos saben lo que es encumbrarse en esa cima de la Liga Europa y cuya avidez nunca fue agitar partidas elitistas. Hoy les toca aceptar su realidad. Como al Barça, aunque se resista e invoque como nunca para sus adentros una Superliga de plutócratas que le tenga a salvo de estos sobresaltos. ¿Por qué no asumir que el encanto sin parangón del fútbol es que se den casos como los de este Barça o esta Juventus, o los del Sheriff, el Shakhtar, el Maccabi Haifa...? Ese es el fútbol de la gente.
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