El reto mayúsculo de Xavi
Al Barça le ha entrado la prisa por ganar sin jugar, un proceso que atenta contra su esencia, la misma que en su día personificó el exjugador, ahora entrenador del equipo
La popularidad del Barça no se explica solo por sus trofeos, menores numéricamente en cualquier caso a los de rivales como el Madrid, que ha ganado 14 Champions por las cinco que ilustran el museo del Camp Nou. El impacto azulgrana ha obedecido sobre todo a la capacidad de seducción de su causa social, sintetizada en el lema més que un club, el mismo que en su momento fue capaz de asociarse con Unicef, y muy especialmente su condición de equipo p...
La popularidad del Barça no se explica solo por sus trofeos, menores numéricamente en cualquier caso a los de rivales como el Madrid, que ha ganado 14 Champions por las cinco que ilustran el museo del Camp Nou. El impacto azulgrana ha obedecido sobre todo a la capacidad de seducción de su causa social, sintetizada en el lema més que un club, el mismo que en su momento fue capaz de asociarse con Unicef, y muy especialmente su condición de equipo pensador e innovador del fútbol, al estilo alguna manera del Ajax y de la selección de los Países Bajos.
A excepción de Pelé y de Di Stéfano, sobre cuyo fichaje por el Madrid todavía se escribe y discute en Barcelona, los mejores futbolistas han estado vinculados al Barça. Maradona fue azulgrana al igual que Messi y Cruyff. Y precisamente la figura de Cruyff lidera a los entrenadores que modernizaron el juego con el Dream Team. Nadie ha actualizado y dado más vuelo a la obra del neerlandés que Guardiola, técnico de referencia en el Manchester City, después de dejar su impronta en la Bundesliga con el Bayern y conquistar el mundo con el Barça.
Así se explica que el Barça sea uno de los clubes con más potencial para seducir a los operadores de televisión y generar los derechos de imagen que ahora ha hipotecado parcialmente para poder sobrevivir después de la quiebra decretada en el Camp Nou. La marca Barça se ha sostenido en el mercado incluso sin la marca Messi. El reto ahora es precisamente que también subsista la cultura futbolística azulgrana después de haber quedado resumida en el 10 que hoy juega en el PSG. Messi partió hace dos años y el Barça jugará seguramente por segunda temporada la Liga Europa.
Hoy se impone gestionar la frustración, que es mucho más difícil que gestionar las expectativas, sobre todo cuando se ha perdido el timing en la cancha y en los despachos del Camp Nou. Al Barça le ha entrado la prisa por ganar sin jugar, un proceso que atenta contra su esencia, la misma que en su día personificó Xavi. No es Guardiola ni tiene a Messi. El Xavi entrenador tampoco es el mismo que el Xavi jugador de la misma manera que Laporta es distinto del presidente de 2003.
Las circunstancias han cambiado y, sin embargo, el juego del Barça —o su recuerdo— todavía fascina a los espectadores, circunstancia que de alguna manera invita a recuperar y a revisar el solfeo patentado en la Masia y el Camp Nou. El club llegó a crear un área de metodología para salvaguardar un estilo que anteponía el fútbol asociativo al individualismo y, por tanto, recomendaba no simplificar el juego ni reducir el partido a las áreas, incluso cuando se dispone de figuras como Ter Stegen y Lewandowski.
“El espacio y el tiempo determinan las situaciones del juego”, argumentaba Paco Seirul·lo, el director de aquella área, conocido como el druida del Barça. “Todo está en función de la velocidad que le des al balón”, reitera a sus 76 años, después de que por razones económicas fuera invitado a dejar el Barcelona. Seirul·lo prefiere ser agradecido y no generar más ruido en un momento de apuro para el club después de que el método haya sido interpretado de muchas maneras y provocara salidas sorprendentes en la Masia y en el banquillo del Camp Nou.
El proceso ha evolucionado de mala manera para desespero de algunos técnicos porque se pasó de ganar con estilo a ganar sin estilo hasta acabar sin ganar y sin estilo, de manera que ya hay más prisa por volver a ganar que por recuperar el estilo, sobre todo desde que el único fin barcelonista parece ser conquistar una Champions que se resiste desde 2015.
La confusión es tan enorme e invasiva que amenaza con afectar a Xavi después de que su equipo haya pasado de correr a huir en el mismo Camp Nou. El técnico necesita concretar a qué quiere jugar o cómo quiere ganar o quedará expuesto a la ansiedad de Laporta. Ya sea por tradición, cultura o patrimonio, la identidad del Barça se expresa en el juego de la misma manera que en el Madrid se manifiesta en la victoria, muy evidente en la Champions.
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