Alberto Díaz, de novato descartado a cerrojo de oro
El base malagueño, repescado a última hora para el Eurobasket, ha simbolizado el juego de equipo de España por su gran trabajo defensivo
La vida de Alberto Díaz comenzó a cambiar con una llamada telefónica el pasado 28 de agosto. El base malagueño respondió, claro. Era Jorge Garbajosa, presidente de la federación de baloncesto. “Se había lesionado Llull y le pregunté si quería volver a la selección. Creo que no acabé de pronunciar la palabra volver y ya me estaba diciendo que sí, que por favor hablara con su club, el Unicaja, para que le dejaran venir”, recuerda Garbajosa. La siguiente llamada fue a Antonio Jesús López Nie...
La vida de Alberto Díaz comenzó a cambiar con una llamada telefónica el pasado 28 de agosto. El base malagueño respondió, claro. Era Jorge Garbajosa, presidente de la federación de baloncesto. “Se había lesionado Llull y le pregunté si quería volver a la selección. Creo que no acabé de pronunciar la palabra volver y ya me estaba diciendo que sí, que por favor hablara con su club, el Unicaja, para que le dejaran venir”, recuerda Garbajosa. La siguiente llamada fue a Antonio Jesús López Nieto, presidente de la entidad andaluza. Con el permiso concedido, Alberto Díaz se subió a última hora al avión de España rumbo a Tbilisi, donde se jugó la primera fase del Eurobasket, y el resto es historia. El base es uno de los siete jugadores que ha debutado en una gran cita colgándose la medalla de oro. De descartado a repescado, y de repescado a decisivo.
Díaz había entrado en la lista de 22 que poco a poco fue reduciéndose a 12. De hecho fue uno de los primeros recortes, antes que otros bases como Quino Colom y Juan Núñez. El malagueño arrastraba unos problemas físicos y Scariolo le agradeció los servicios prestados antes de que volviera a Unicaja a recuperarse. En esa pretemporada estaba Díaz cuando se lesionó Llull y le llamó Garbajosa. Sin la fiebre del madridista, el seleccionador necesitaba un especialista defensivo para el juego de trincheras que intuía en el campeonato europeo. Díaz aterrizó como el tripulante número 12 y derrochando sudor se convirtió en un símbolo de esta España solidaria y sin egos que cimentó el oro desde una defensa de dientes apretados. Sus fogonazos para robar un balón (a Larkin), provocar faltas decisivas de un rival en ataque (de Sengun y Sabonis) y hasta sumar en el tramo final desde el triple (contra Francia) fueron celebrados tanto por sus compañeros como por él como si fueran goles.
“Me gusta defender porque uno pasa desapercibido y los compañeros lo valoran y te respetan mucho más. Hay que inculcar a los niños que no todo es meter triples”, explica Díaz, oro europeo a los 28 años. Su valor en la selección va más allá de los números: 5,7 puntos, 1,4 asistencias y 1,1 rebotes por partido, además de ser el segundo jugador, tras Juancho, con el que la selección tiene mejor balance de puntos a favor cuando está en pista (+8,4). Hay decenas de acciones en los encuentros que no saltan a la estadística pero pueden definir una victoria. En muchas ha intervenido Díaz.
El pelirrojo de la selección pensaba ver el Eurobasket “en el sofá de casa” y acabó por maniatar a Schröder y Heurtel. Fue el relevo de Lorenzo Brown y la pieza que permitió al base nacionalizado jugar de escolta y exprimir su talento ofensivo. “Este torneo nos ha cambiado la vida a muchos”, cuenta Díaz, que ahora regresa a Unicaja como capitán general. El club malagueño ha fichado para este curso a Kendrick Perry, base estadounidense con pasaporte de Montenegro, otro de los rivales que en el Eurobasket se las vio con el novato.
La cumbre en el Europeo recompensa el trabajo silencioso de quien siempre ha pensado en el grupo. Un sueño impensable para un chico que a los 14 años estuvo cerca de dejar el baloncesto por los dolores de rodilla que le provocaba un rápido crecimiento (hoy mide 1,88m). Le dio otra oportunidad a la canasta y en 2012 debutó con el primer equipo de Unicaja después de mostrar en categorías inferiores esa energía desbordante para ahogar al contrario. Cuando el técnico, Luis Casimiro, le dijo que al día siguiente se entrenara con la primera plantilla, Alberto Díaz le respondió: “No puedo, tengo instituto”.
Ese sentido del deber aún late en alguien que ama el juego. Ha estudiado Ciencias de la Educación Física, tiene el grado I de entrenador de baloncesto y cursó un máster en gestión deportiva. En la selección le llaman Platanito, apodo que le quedó cuando sus tíos le llevaban esa fruta después de los entrenamientos. En la cancha ha sido la mejor imagen de un equipo de oro.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.