El mayor error de Jürgen Klopp

El técnico fichó a Darwin Núñez por 100 millones de euros, récord en la historia del Liverpool, y ahora, tras la derrota 4-1 en Nápoles, en el club sostienen que el jugador no tiene nivel

Klopp habla con Darwin Núñez en Goodison Park.PHIL NOBLE (REUTERS)

El fichaje de Darwin Núñez es el mayor error de cálculo de Jürgen Klopp. La mancha más llamativa en el espléndido historial de decisiones estratégicas del entrenador del Liverpool desde que le contrataron en octubre de 2015. Lo admiten los dirigentes del club inglés tras evaluarlo con los técnicos: pagar 100 millones de euros por el delantero, el futbolista más caro de la historia en Anfield, resultó un desatino considerando las capacidades cognitivas que demuestra en los entrenamientos y en los partidos. La suplencia de Darwin en la primera jornada de Champions, en Nápoles, donde por ocasione...

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El fichaje de Darwin Núñez es el mayor error de cálculo de Jürgen Klopp. La mancha más llamativa en el espléndido historial de decisiones estratégicas del entrenador del Liverpool desde que le contrataron en octubre de 2015. Lo admiten los dirigentes del club inglés tras evaluarlo con los técnicos: pagar 100 millones de euros por el delantero, el futbolista más caro de la historia en Anfield, resultó un desatino considerando las capacidades cognitivas que demuestra en los entrenamientos y en los partidos. La suplencia de Darwin en la primera jornada de Champions, en Nápoles, donde por ocasiones sufridas el Liverpool registró la derrota más apabullante del último lustro (4-1) es la manifestación más ominosa de la mayor crisis que afronta el técnico alemán desde que llegó a Inglaterra.

“Tuvimos problemas obvios”, dijo Klopp en la sala de conferencias del estadio Diego Maradona. Flaco bajo la gorra negra, las mejillas consumidas, los ojos alertas en el fondo de las cuencas huesudas, el técnico no pudo ocultar que atraviesa una época de estrés. A pesar de la evidencia del desplome, solo echó mano de Núñez pasada la hora de partido, con el 4-1 petrificado en el marcador.

Condicionado por una norma fundamental del Liverpool que recomendaba no gastar más de 50 millones de euros por un jugador salvo que resultara absolutamente extraordinario, hasta este verano la lista de fichajes de Klopp componía un ejemplo de acierto para las direcciones deportivas de toda Europa. Las incorporaciones de Firmino, Salah, Mané, Diogo Jota y Luis Díaz por 40 millones de euros cada uno exhibieron la precisa regularidad del modelo. Hubo solo dos excepciones: la adquisición de Van Dijk por 80 millones y el fichaje de Alisson por 60. El central se convirtió en una referencia mundial absoluta. El portero fue un muro. Representaron la gestión económica eficaz en la contratación de futbolistas capaces de rendir al máximo nivel por el menor precio posible. Juntos alcanzaron tres finales de Champions y ganaron una. Si un prodigio no lo remedia, la racha se ha roto.

Hay fichajes en los que Klopp se limita a dar el visto bueno. Respecto a Núñez, el técnico fue un paso más allá. No solo se saltó la regla básica de no pagar más de 50 millones. Avaló el desembolso del doble al tiempo que descartaba rotundamente alternativas más asequibles o contrastadas, como Richarlison, Heung-min Son, o Lewandowski, ofrecido por su agente Pini Zahavi. Siguiendo su directriz, en junio el Liverpool le compró los derechos del uruguayo al Benfica con la doble misión de ocupar el vacío dejado por Sadio Mané y de desempeñarse en la punta que había correspondido regularmente a Firmino. Empresa gigantesca. En especial, la sucesión de Mané, pilar organizativo y emocional del equipo durante seis años. El entrenador advirtió de que Núñez tenía recursos para conseguirlo: señaló sus energéticos 23 años, su carácter aguerrido, su estatura considerable de 1,87 y, fundamentalmente, su dinamismo estremecedor.

La decepción sobrevino en la pretemporada. Bastaron diez días de entrenamiento para que la secretaría técnica diera la voz de alarma: “Hay que recuperar a Firmino”.

Cuentan en Liverpool que cuando Klopp sometió al recién llegado a la batería de ejercicios que miden la velocidad mental para responder a situaciones de máxima dificultad en espacios reducidos, se reveló que el delantero tomaba demasiadas decisiones equivocadas y que bajo presión sus controles resultaban una lotería. Desde entonces, Klopp se ha afanado en adiestrarlo con paciencia y, mientras tanto, usarlo de oportunista para pelear centros o emplearlo como revulsivo en partidos rotos, en donde pueda encontrar espacios para ponerse en situaciones desequilibrantes con facilidad. En la primera jornada de Premier, contra el Fulham, le dejó en el banquillo. En la segunda le expusaron por darle un cabezazo a un contrario. Le cayeron tres fechas de suspensión y apenas trasciende la suplencia.

“El Benfica no es el Liverpool”

Los propietarios estadounidenses del Liverpool se quedaron perplejos cuando Klopp descartó de forma tajante al jugador que él mismo se empeñó en incorporar por un precio récord. Muchos empleados del club, expertos en fútbol, le habían advertido a Klopp que arriesgaba muchísimo. Pero el alemán, genuinamente entusiasmado por el goleador tras verle en una eliminatoria de Champions, prefirió dejarse guiar por la ilusión de la compra. “En el Benfica, Darwin era un rematador y punto”, explica el analista de un equipo de la Premier; “en la liga portuguesa hay carencias, y allí aparecen unos espacios que en una liga competitiva no aparecen jamás. Jardel metía decenas de goles en el Oporto. Pero a Jardel no lo ficharon los clubes grandes porque en Portugal las defensas conceden espacios que en Inglaterra o en España son mucho más estrechos”.

“El Benfica vive la Champions como un equipo mediano-pequeño, en unos escenarios que los equipos grandes de Europa solo encuentran en el 10% de los partidos”, explica el mismo analista. “El Hapoel le juega de tú a tú al Benfica en Lisboa. Y así todos los rivales. Con espacios al contragolpe, Darwin jugaba con arrojo, con tenacidad, con garra, a impulsos, y destacaba gracias a las situaciones de contragolpe que le brindaban espacios. Hacía goles con la caña. Se puso de moda”.

Klopp volvió a postergar a Núñez en Nápoles en favor de Firmino, a quien encomendó que bajara al mediocampo a echar una mano, cosa que el uruguayo no está capacitado para hacer. Las lesiones de Henderson y Thiago Silva, y la evidencia de que Van Dijk no ha vuelto a ser el mismo desde que le rompieron la rodilla en 2019, agravaron el panorama camino del partido. Para sustituir el hueco en la zona de volantes, Klopp seleccionó al veterano Millner y al joven Harvey Elliott, mediapunta que gusta de filtrar pases, pero que según fuentes del club jamás mostró grandes cualidades de organizador en un modelo que exige que los dos interiores ejecuten tareas múltiples de forma continua y reactiva.

“Cara de Andy Carroll”

“Nunca fuimos compactos”, dijo Klopp, “durante 60 minutos perdimos muchos balones y no fuimos capaces de hacer la presión tras pérdida. Nunca estiramos la presión hasta su última línea porque nuestro centro del campo no se conectó. Desde que dirijo al equipo nunca lo vi tan compacto”.

El ingreso de Núñez en el Diego Maradona añadió agitación en la coctelera. Pero el Liverpool no descubrió ni una sola luz en la tiniebla que le rodeaba. Ahogado por la excelente defensa del Nápoles, en 15 minutos Núñez perdió siete balones.

El mercado del fútbol se ha inflado como el mercado de la fruta en la última década. En 2011, el Liverpool batió su récord cuando contrató a Andy Carroll por 40 millones de euros. Fue un fracaso histórico. Durante varias temporadas, el club abonó el salario del esbelto nueve inglés al tiempo que lo cedía a clubes hospitalarios. El último chascarrillo en Kirkby, la ciudad deportiva roja, circula como la pólvora: “A Darwin Núñez se le está poniendo cara de Andy Carroll”.

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