Marc Soler se pone la capa en la Vuelta a España
El español persigue y atrapa sin ayuda una fuga que llevaba dos minutos, y aguanta solo los últimos 15 kilómetros con un margen mínimo para lograr la primera victoria española en dos años
Mandíbula desencajada, pedaladas con más corazón que piernas y una última mirada hacia atrás cuando quedaban 500 metros, cuando los perseguidores, tiburones que olían sangre, se dieron por vencidos y decidieron que se jugarían el segundo puesto al sprint. Porque Marc Soler (UAE), un gladiador en la arena de Bilbao, un guerrero sobre la bici, se hizo un Juan Palomo en toda regla: se escapó solo del pelotón a perseguir una fuga que ya contaba con más de dos minutos ventaja; tiró luego un ataque en el último puert...
Mandíbula desencajada, pedaladas con más corazón que piernas y una última mirada hacia atrás cuando quedaban 500 metros, cuando los perseguidores, tiburones que olían sangre, se dieron por vencidos y decidieron que se jugarían el segundo puesto al sprint. Porque Marc Soler (UAE), un gladiador en la arena de Bilbao, un guerrero sobre la bici, se hizo un Juan Palomo en toda regla: se escapó solo del pelotón a perseguir una fuga que ya contaba con más de dos minutos ventaja; tiró luego un ataque en el último puerto, cuando Jake Stewart se había marchado 10 segundos por delante; lo superó y cubrió en cabeza los últimos 15 kilómetros, capaz de aguantar una ventaja de ocho segundos hasta el final. Después de la última mirada de reojo, de saberse ganador, Soler se echó la mano a la cabeza, entre incrédulo y orgulloso, se puso el pulgar en la boca —tiene una niña de dos meses— y levantó el índice de la otra mano. Al fin un triunfo español en una gran vuelta después de 121 etapas de sequía.
Después de la jornada anterior, en la que los equipos punteros y los líderes dejaron claro que no será una Vuelta tranquila sino de desgaste y poderío —ninguno como el de Roglic, que enseñó la matrícula a todos—, pocos pensaban que en Bilbao se jugaría el laurel de etapa en un sprint masivo. “Hubo gente que perdió tiempo y creo que, en caso de haber una fuga fuerte, puede llegar”, advertía Mikel Landa (Bahrain) antes de subirse a la bicicleta.
Quizá por eso costó tanto que fraguara una escapada. Hubo tres claras intentonas y el pelotón, aspiradora de intenciones, las absorbió. Entre otras cosas porque no rodaban sino que volaban, hasta el punto de que durante la primera hora la velocidad media alcanzó los 50,1 km/h. Una prolongación de las exhibiciones del Tour. Los ciclistas son atletas. Y en Bilbao, el mejor, de largo, fue Marc Soler.
De tanto estirar, la cuerda se rompió. En el kilómetro 80, 14 ciclistas abrieron brecha. Después el grupo se amplió a 17. Y tocaba mirar hacia arriba, pues la jornada tenía cuatro puertos, dos de ellos de tercera categoría —Puerto de Gontzagarigana y Balcón de Bizkaia— y otros dos, que eran el mismo (el Alto del Vivero), de segunda. “Tienes que estar en la fuga”, le pidió a través del pinganillo Matxin, director deportivo de UAE, a Soler; “perdiste tiempo en la pasada etapa y te dejarán. Y ya recortarás porque son dos puertos encadenados”. A sus órdenes, debió de pensar el corredor de Vilanova i la Geltrú, entonces con dos minutos y pico de desventaja, solo ante el peligro, motor en combustión y esfuerzo morrocotudo.
Pero poco le importaba eso al monegasco Víctor Langellotti, con cabeza y piernas, con la orden-deseo del Burgos-BH de hacer ver al equipo. Y lo hizo a las mil maravillas, porque sus arrancadas no tenían rival entre los fugados, suficiente para coronar primero y de forma consecutiva los tres primeros puertos. Nada que inquietara al pelotón, despreocupados los equipos —casi todos tenían a uno de los suyos por delante—, con Jumbo-Visma como único cazador, más por la obligación moral de tener al líder que por la intención de recortar diferencias. Entendían que en las siguientes etapas de montaña se aclarará todo, que no pasaba nada por dar un poco de carrete. Así, sin estrés, la diferencia llegó a los cinco minutos. Pero ya ninguno con Marc Soler, que sacaba la lengua pero estaba donde debía.
Lo celebraba la riada de personas que invadían la carretera en las cuestas del Alto del Vivero. Puños arriba, aplausos, gritos y ánimos azuzadores, aliento del bueno, pasión que alimentó de inicio a Lawson Craddock (BikeExchange), que cargó de voltios sus pedaladas. Sin levantarse pero con un ritmo endiablado, rompió la carrera y resquebrajó la fuga, solo perseguido por un Langellotti que holló en segunda posición y se abrochó el maillot de lunares.
Ataque antes de coronar
Duró poco esa fuga, pero ya no hubo tregua. A 23 kilómetros, Stewart (Groupama) lanzó un ataque eléctrico para abrir hueco. Momento de dudas entre los escapados y de poco entendimiento, mientras volvían a encaramarse al Alto del Vivero, y momentazo de Marc Soler. “Pensaba que iba muy justo porque parecía que se dejaba caer, que no tiraba”, reconoció Roger Adrià (Kern Pharma) al llegar a meta, otro de los fugados y protagonistas del día. Era un juego, o simple estrategia, porque, jabato él, Soler peleó de nuevo por engancharse con el escapado. Una batalla permanente y todo un éxito porque antes de coronar la cima, a poco más de 15 kilómetros, le rebasó para no volver a mirar atrás, ya con 11 segundos de ventaja sobre Stewart —acabó con calambres—, también Craddock y otros cinco más.
Mantuvo el ritmo y el pulso Soler, una distancia de escasos metros y menos segundos, y a 200 metros de meta se dejó llevar por la alegría, por un triunfo que buscó y mereció como ninguno. En la escaramuza que coronó a Soler, Roglic perdió el jersey rojo, que pasó a hombros del francés Rudy Molard, con más de cuatro minutos sobre el esloveno.
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